Lucifer, sufre por el abandono de su familia, lo que lo lleva a una profunda depresión y deseos de quitarse la vida.
Sin embargo, escucha un rumor sobre un hotel habitado por monstruos con una maldición propia. Con esperanzas renovadas, decide visi...
⚠️. — ¡TEMAS DEPRESIVOS, PROCEDE BAJO TU PROPIO RIESGO! ⚠️
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El frío golpeó su rostro tan pronto como salió. Todo a su alrededor era nieve. Se aferraba fuertemente a su comida mientras, una vez más, comenzaba a llorar. Sus lágrimas se congelaron al instante.
Se ajustó la capa y comenzó a caminar de regreso por donde había venido, siguiendo su brújula. Los recuerdos de su vida feliz invadían su mente, pero fueron interrumpidos por la presencia de tres pequeños seres que jugaban alegremente.
Los miró, su rostro se iluminó al verlos. Eran las mascotas de su hija.
— ¡Dazzle y Razzle! — los llamó con emoción. Los tres animalitos lo miraron confundidos. Su vista se enfocó en uno en particular. — ¡Y mi bebita, Keekee! — corrió hacia ellos, especialmente hacia la que tenía aspecto de un adorable gatito.
Los envolvió en un fuerte abrazo y luego atrajo a los otros dos pequeños con aspecto de dragón. Ahora los tres formaban parte de esa muestra de cariño.
Los animales estaban más que confundidos. Al principio pensaron que era Charlie, su dueña, ya que su olor tenía cierto parecido. No huyeron porque no detectaron amenaza alguna al darse cuenta de que no era ella.
Se dejaron envolver en su abrazo. Era cálido y agradable; era como si no fuese la primera vez que los abrazaba aquel chico parecido a su ama.
Dazzle y Razzle se dejaron acariciar por el humano. La pequeña Keekee ronroneó en su abrazo, frotando su cabecita en su pecho. A pesar de no ser su dueña, estaban encantados por su olor.
Desde una playa en un lugar lejano, una mujer alta, de larga cabellera dorada como el oro y ojos violetas como amatistas, observaba la escena a través del agua a sus pies. Sonrió y movió sus dedos, de los cuales emanó una espesa niebla morada.
Dazzle y Razzle detectaron la amenaza hacia su dueña y se separaron del cálido abrazo, transformándose en grandes y feroces dragones. Keekee se alejó gruñendo y corrió hacia el hotel, esfumándose cuando tocó los escalones.
