🦞 Capítulo 10.

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Dedicado a @labombera. 

Gracias por guiarme con los diálogos de «la española» =)

Siguiendo las indicaciones que Sam le había dado, Angélique, quien desbordaba entusiasmo por cada poro de su piel, se adentró en el establecimiento; estaba ubicado muy cerca de donde Sam vivía. El enardecimiento que se expandía por su cuerpo ocasionaba que su sonrisa no se borrara. Sus ojos brillosos lo evidenciaban; se sentía como una jovencita enamorada yendo a apoyar a su novio en una de sus presentaciones como músico. Pero Sam no era su novio. Ni tampoco su amigo «especial». Ni siquiera su amante.

Rebuscó en el bolsito que colgaba en su hombro su celular y lo ojeó centrándose en la hora: siete y cincuenta y cinco minutos. Aún faltaban treinta y cinco para que iniciara el toque. Si es que eran cumplidos con la hora.

Exhaló satisfecha por haber llegado a tiempo y porque, tal vez, pudiera tener la dicha de coincidir con Sam antes del espectáculo y desearle la mayor de las suertes, aunque sabía que no la necesitaba. Se dirigió a la barra ocupando un espacio. Pidió que le sirvieran un coctel de nombre Bloody Mary y se dispuso a recorrer con sus ojos avellanados el lugar. No reparó en los detalles característicos. Sus ojos tan solo deseaban encontrar a la persona con la que había estado por última vez un par de horas antes, pero que ya anhelaba volver a ver. El corazón le dio un vuelco cuando lo ubicó sobre la tarima junto a tres o cuatro personas más. El resto de la banda, supuso. Su flequillo largo caía intencionalmente despeinado, cubriendo su frente hasta rozar sus pobladas cejas.

Como si de una fuerza magnética se tratara, Sam volteó su rostro, encontrando la mirada directamente con la de la mujer, que le ofreció una abierta sonrisa y le saludó con la mano, al mismo tiempo que pasaba la otra por su nuca, atrayendo su melena hacia delante y enroscando las puntas.

El músico dejó en pausa la tarea que le fue encomendada. Descendió del escenario, encaminándose hacia ella, cuando sintió una mano ceñirse sobre su brazo, deteniéndolo. Unos brazos delgados se enredaron alrededor de su cuello.

—¡Sam! —exclamó pegada a su oreja. Él posó una mano sobre la cintura de la mujer que lo abrazaba—. ¿Dónde estabas metido, cielo?

—Esther...

Los ojos de Sam buscaron a Angélique, que percibía la escena con el entrecejo ligeramente fruncido desde el mismo taburete.

La mujer se separó un poco. Peinó y acomodó el cabello del joven con sus manos. Acto seguido, sujetó el rostro de Sam por sus mejillas y lo atrajo hacia ella, buscando atrapar su boca. Sam fue muy hábil, logrando esquivarla. Retiró con sutileza las manos de la mujer, regalándole una leve sonrisa mientras ella lo miraba extrañada.

—¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

—Necesitamos hablar. Pero que sea mejor luego. Cuando finalicemos.

Esther guardó silencio por unos segundos. Parecía que su mente maquinaba, tratando de adivinar el porqué del rechazo de Sam.

—¿Qué sucede? —insistió, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Ya te he dicho que lo hablaremos luego...

—Venga, no seas capullo. Dímelo ya. —Sin rendirse, la mujer se acercó para acariciar el contorno del rostro de Sam, que la esquivó una vez más—. ¡Joder, Sam! —se quejó frustrada—. Se supone que nos encontraríamos el lunes y te vuelvo a ver hasta hoy, que es miércoles. Llevas desaparecido todos estos días. Solo supe de ti porque le enviaste un mensaje a Joseph asegurando que vendrías al toque. Y ahora estas... ¿cabreado? ¡Pero si la que debería estar cabreada soy yo!

Mi media langosta [ONC2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora