Lucifer, sufre por el abandono de su familia, lo que lo lleva a una profunda depresión y deseos de quitarse la vida.
Sin embargo, escucha un rumor sobre un hotel habitado por monstruos con una maldición propia. Con esperanzas renovadas, decide visi...
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En una lujosa casa, se encontraba una mujer rubia de cuerpo envidiable, frente a un hermoso espejo que levitaba y reproducía la imagen de ese hotel hechizado por ella misma.
Soltó una risa siniestra y divertida mientras observaba la escena. Sus ojos violetas brillaban con maldad mientras retiraba el control sobre la mente de Alastor.
Lucifer se limitó a observarlo, confundido. Aun así, no dudó en preguntar si le pasaba algo. Su excitación anterior había desaparecido al ver lo mal que estaba aquel ser frente a él.
— ¿T-Te pasa algo, A-Alastor? — dijo, algo agitado. Miró cómo el venado parecía estar en total shock.
¿Qué pasaba con él?
No podía evitar preocuparse por él. Después de todo, era el "padre postizo" de su hija. Además de que, hacía unos minutos, habían tenido sexo oral y más que eso.
¿Tan rápido se había arrepentido?
Alastor, todavía sin salir de su shock momentáneo, trató de responder a su pregunta.
— A-Ah, sí... E-Estoy bien...
Pero a pesar de sus palabras, sus orejas (que siempre mostraban cómo se sentía) se movían de lado a lado y estaban paradas en alerta. Sentía esa rara presencia (que no le gustaba para nada) en ese lugar, pese a que ambos estaban solos.
Miró de lado a lado. ¿Por qué sentía que alguien los observaba?
— S-Será mejor que vuelvas a dormir… Adiós.
Sin importarle Lucifer, la mirada preocupada que este tenía y su pregunta, se metió en su habitación cerrando la puerta con seguro. Observó la rosa morada tras el vidrio protector, viendo cómo poco a poco perdía los pétalos.
— "Te queda poco tiempo, Alastor...~ Busca la manera, si no quieres que tú y tus fenómenos desaparezcan para siempre~" — se escuchó en la habitación, despertando el miedo en Alastor.
