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Lucas llevaba intentando comunicarse con ella cinco días. Cinco días que no le contestaba las llamadas, ni los mensajes, ni las historias de Instagram. En el fondo, sabía lo que ocurría, sería idiota si no lo supiese, y por ello se sentía tremendamente idiota por publicar algo que no quería únicamente por contentar a la que todavía era su pareja. Lo que más odiaba de sí mismo un día común era la falta de autoridad, pero lo que más estaba odiando de él mismo en los últimos días era saber que ella estaba mal y no poder hacer nada para cambiarlo. Era superior a él. El simple hecho de pensar que podía sufrir por su culpa le hacía querer darse cabezazos contra la pared.

Se había intentado mentir en numerables ocasiones y autoconvencerse de que lo que sentía por ella era una simple atracción física que, ligado a tener que convivir veinticuatro horas con ella, se le había ido de las manos, pero esos días alejado de ella y con comunicación cero le habían servido para darse cuenta que las cosas iban más allá de lo que había creído en un inicio.

La rabia se apoderó de él cuando días atrás la noticia de que Naiara podría estar volviéndose a dar una oportunidad con su ex pareja llegó a sus oídos. Por lo visto, habían coincidido en un concierto y ella lo había empezado a seguir en las redes. Quería llamarla, preguntarle si era verdad, si todavía sentía algo por él, si se había olvidado de todo lo que vivieron en la academia y, sobre todo, si se había olvidado de todo lo que sufrió en esa relación, pero tenía la certeza que si lo hacía lo terminaría bloqueando.

Ojeó su Instagram de manera rutinaria haciendo que su dedo se deslizara por la pantalla de forma automática, sin pararse en ninguno de los post que le salían en la bandeja de inicio, hasta que se topó con uno que le llamó la atención.

— ¿Qué cojones? — Dijo en voz alta, sin poder creer lo que estaba viendo. En la primera imagen estaban Naiara y un chico rubio en lo que parecía la puerta de un hotel, él le acariciaba la cara y ella le sonreía. Lucas apretó el puño con rabia y titubeó, dudando si deslizar para ver las siguientes, por temor a encontrarse algo que no quería ver pero finalmente se armó de valor y pasó a la siguiente fotografía. En esa segunda imagen, el chico la tenía abrazada pasando sus brazos por sus hombros. Naiara parecía dejarse querer, pero no le devolvía el abrazo. Ya con el corazón acelerado, el uruguayo deslizó su dedo por la pantalla hacia la tercera y última imagen. Ambos entrando al hotel. Miles de preguntas se atoraron en su mente, quería saber quién era él y sobretodo que hacía con ella. Aunque tenía claro que la respuesta no le iba a gustar.

Abriendo la cámara de la red social, se dispuso a grabar un vídeo avisando que mañana volvía a Madrid para asistir al concierto que daría Nicki Nicole en el Wizink, al que le invitaron anteriormente junto a sus compañeros. Su intención era que Naiara lo viese y le confirmase si ella también iría pero no obtuvo ninguna respuesta por parte de la maña a pesar de que fue una de las primeras en ver la historia.

...

Naiara se había pasado los últimos días intentando ignorar cada mensaje de Lucas. La última vez que se topó con una foto de él junto a su novia decidió dar por zanjada la extraña relación que ambos mantenían y alejarse de él, pues no soportaba el dolor que le atravesaba el pecho cuando lo veía con ella. Eran amigos, o eso es lo que se había encargado de decirle a todo el mundo, incluso a ella misma, pero en el fondo ambos sabían que lo suyo no era una amistad convencional. Le gustaba, de eso se había dado cuenta en la academia, pero le achacó las culpas al encierro y la nula comunicación con el exterior, ya que estaba convencida de que cuando volviesen al mundo real todos esos sentimientos se esfumarían. Pero con lo que no contaba era con que ya había caído. Hasta el fondo.
Sentía rabia, enfado y frustración porque por primera vez no estaba controlando a su cabeza y su corazón estaba ganado la partida por goleada.

— Te odio —soltó al teléfono cuando por tercera vez en el día el nombre de Lucas iluminó la pantalla. — Déjame en paz, por favor —suplicó al aire, para posteriormente desbloquear el teléfono para contestarle y pedirle que dejara de molestarla.

Dos golpes en la puerta la interrumpieron antes de meterse en el chat, sobresaltándola. Agradeció mentalmente aquella distracción, porque hubiera puesto su cuello en una guillotina sin miedo a perderlo de haber apostado que el contestar al uruguayo le habría hecho caer de nuevo ante él. Un pelo rubio platino, casi blanco, fue el delator de quien la había distraído.

— ¡Paul, qué sorpresa! no te esperaba por aquí —Naiara se tiró a sus brazos, que la recibieron con euforia.

— ¿Qué tal estás? Vine porque hace días que no sé nada de ti —Paul tomó asiento en el filo de la cama de la habitación del hotel donde se estaba quedando y la miró intrigado. Sabía que había estado muy ocupada trabajando pero también sospechaba que su desconexión nada tenía que ver con eso.

— ¿La verdad o la mentira?

— La verdad, siempre.

— Pues un poco en la mierda.

Se sinceró la pelinegra, sentándose a su lado con las piernas cruzadas y dispuesta a abrir un poco su corazón.

Sabía que Paul era una buena persona, empática, con sentido común y sincero. Se había mantenido al margen de su relación con Lucas en todo momento y jamás había hecho una pregunta o un comentario fuera de lugar, a pesar de ser amigo de los dos e intuir que algo estaba pasando entre ellos. Siempre que en la academia se quedaban los tres esperaba un tiempo prudencial, para que en cámara no quedara tan evidente, para levantarse y dejarlos solos. Incluso se había cambiado de cama al verlos durmiendo juntos una mañana y donde ambos se excusaron en que se habían quedado hablando de temas personales y les terminó venciendo el sueño.

— Lucas, ¿no? —Naiara asintió — Algo he notado, pero sabes que no me gusta meterme en vuestras cosas.

— Lo sé y te agradezco que siempre hayas sido tan cauto con el tema. No sé qué me pasa, Paul. Me siento mala amiga y egoísta, nos prometimos antes de salir que nadie jodería nuestra amistad y al final la que ha terminado arruinando todo he sido yo. — Confesó, enfada y dolida al mismo tiempo.

— No digas eso, no has arruinado nada. Lucas te adora. — La animó el rubio.

— No puedo verlo con ella, es su novia y yo simplemente no puedo. Me duele cada foto, cada vídeo, cada interacción y no me debería de doler, Paul. Debería alegrarme por él, de que esté feliz, de que todo esté tal cual lo dejó, de que haya vuelto a su vida con tan poco esfuerzo, de que se haya olvidado de todo tan rápido. — Comentó, tratando de evitar las lágrimas que amenazaban con salírsele.

— Hey, para el carro. Lucas sigue acordándose de ti y de cada cosa que habéis vivido ahí dentro.

— No sé —se encogió de hombros, mirándolo con lágrimas en los ojos. — Encima no para de llamarme y no sé qué cojones hacer porque me muero de ganas de hablar con él, de escucharlo, de que me cuente como va con el próximo single, de contarle cómo va el mío... pero eso simplemente lo haría todo más difícil.

— Lo sé, está desesperado porque no le contestas los mensajes. Me ha preguntado cincuenta veces si sé algo de ti —Naiara sientió su corazón romperse, el solo hecho de imaginar que lo podía estar pasando mal por su culpa la mataba.

— Va a ir al concierto, ¿no? —Paul asintió — Igual es un buen momento para hablar con él.

— Lo es, créeme. Además, le darás una alegría.

Naiara asintió con tristeza. El tener que ignorar sus mensajes y llamadas no había sido algo fácil de gestionar sobretodo cuando sabía que él no se merecía ese vacío repentino.

Después de un largo, Paul silencio se atrevió a preguntar.

— Nai, ¿estás enamorada de él?

— ¡No! —se apresuró a decir, tan rápido, que hizo que Paul pegara un respingo.

No podía estar enamorada de él. Ella siempre había controlado de quien se enamoraba, la única vez que no lo hizo terminó sufriendo demasiado y se prometió a sí misma después de días en una cama sin poder siquiera incorporarse que nunca más volvería a pasar por lo mismo. Así que no, no podía estar enamorada de él.

— Es una simple atracción —añadió, al ver que su amigo no se había quedado muy convencido con la respuesta.

— ¿Y si es una simple atracción por qué te duele? La atracción no duele. — Respondió Paul

....
                     
En Barcelona, Lucas cerró la pequeña maleta de viaje bajo la atenta mirada de su novia quien se mordía el labio con nerviosismo. Siempre habían llevado bien la distancia, estuvieron dos años cada uno en un continente diferente sobreviviendo a base de videollamadas y cartas, pero esa vez parecía diferente. Sabía que no era comparable a los 627.4 kilómetros que separaban Barcelona de Madrid, pero también era consciente que la relación no pasaba por su mejor momento, las discusiones se producían prácticamente a diario y el fantasma de Naiara se había adueñado de cada rincón del apartamento que compartían. Además, el simple hecho de saber que iba a estar con ella estos días la estaba volviendo loca.

— ¿Cuándo vuelves? —preguntó cautelosa, abrazándolo por la espalda y metiendo sus brazos dentro de la sudadera.

— El domingo por la mañana.

— Es mucho tiempo.

— Son solo cinco días —corrigió.

— Para mí se van a hacer eternos... te voy a echar mucho de menos.

— Y yo a vos —sus labios chocaron rápidamente en un beso que Lucas no tardó en romper.

Una vez en el tren, sacó el teléfono de su bolsillo y revisó su último chat en WhatsApp, esperanzado. "En unas horas llego a Madrid, por favor hablemos y solucionemos las cosas, no soporto estar así con vos". Sin embargo, el mensaje no aparecía con los habituales tick azules, signo inequívoco de que ni siquiera había sido leído. Bufó con indignación y se dispuso a guardar el móvil de nuevo, cuando la pantalla de este se iluminó y comenzó a vibrar, indicándole al uruguayo que tenía una llamada entrante.

— Paul, ¿qué onda hermano, todo bien?

— Luqui, ¿estás ya por aquí?

— De camino, voy por... —Se le formó un nudo en la garganta cuando en la pantalla de recorrido del tren ve indicado que justamente estaba pasando por esa ciudad — Zaragoza.

— Vaya... —rio débilmente — Llamaba para decirte que Salma nos invitó a cenar al nuevo piso para inaugurarlo. Pizzas, cervezas y muchas risas.

Lucas sonrió con sinceridad. Era algo en lo que había estado pensando durante días, necesitaba volver a sentir a sus compañeros.

— No sabés la alegría que me das, boludo. Los extraño un montón.

— Te paso la ubicación. Ah, por cierto, te toca aguantar mis ronquidos esta noche, compartimos habitación de hotel.

— Siempre aguantaría tus ronquidos, hermano.

Un par de horas más tarde Lucas arrastró la maleta por el pasillo del hotel, pensando en lo afortunado que se sentía de tener a quince personas maravillosas en su vida, quince personas muy diferentes a él, pero con las que comparte el mismo sueño y la misma ilusión. Por primera vez desde que llegó a España, parecía sentirse en casa. Claudia y su familia y amigos lo habían acogido con amor y él les iba a estar agradecido de por vida, pero también le hacía falta tener algo que fuese solo suyo. Tener su propio entorno. Su propia familia.

Su habitación era la 324 pero algo le lleva a pararse frente a la 318 con el corazón acelerado. Sabía que ella estaba ahí y sus instintos más primarios le gritaban que llamara a la puerta, entrara y la besara, haciéndole saber todo lo que sentía por ella. Pero una vez más se le impuso la razón, haciendo que su único movimiento fuera reanudar su paso hacia la 324, rezando por encontrársela al día siguiente a la hora del desayuno o por reunir el valor suficiente para llamar a su puerta.

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¡Hola a todos! os dejo el primer capítulo. Quiero aclarar que esto es ficción y meramente entretenimiento, no busco ofender a nadie.
Intentaré ir actualizando seguido.

MIL INVIERNOS | Lunai Where stories live. Discover now