Lucifer, sufre por el abandono de su familia, lo que lo lleva a una profunda depresión y deseos de quitarse la vida.
Sin embargo, escucha un rumor sobre un hotel habitado por monstruos con una maldición propia. Con esperanzas renovadas, decide visi...
⚠️ CONTENIDO SEXUAL: ¡PROCEDE BAJO TU PROPIO RIESGO! ⚠️
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Abrió los ojos lentamente, aún somnoliento. Sus párpados pesaban mientras los recuerdos de la noche anterior se reproducían en su mente como una película explícita. Cada detalle estaba vívidamente presente.
"¿Qué...?"
Su rostro ardía de vergüenza. Aunque no quería admitirlo, había disfrutado de todo.
Miró a su lado y, efectivamente, ahí estaba Alastor, dormido, completamente despreocupado.
Se levantó de la cama tal como había venido al mundo. Sus ropas estaban esparcidas por toda la habitación, completamente destrozadas. No podía vestirse con eso, así que tomó la camisa de Alastor y se la puso. Le quedaba exageradamente grande. No podía dejar de mirarlo, o al menos, lo intentaba. Alastor era tan atractivo...
El ciervo se despertó poco a poco por el ruido en la habitación. Frotó sus ojos y vio al otro hombre buscando más ropa.
— ¿Piensas escapar después de todo lo que hicimos anoche?~ — le preguntó Alastor. Los recuerdos inundaron su mente, y sintió cómo su cuerpo reaccionaba bajo las sábanas. — Mmm~ No puedes irte, cariño~. Él quiere seguir jugando, Lucifer~.
Con una sombra de repulsión, lo agarró con fuerza, colocándolo en el regazo de Alastor. Este pasó lentamente sus manos por el cuerpo de Lucifer, subiendo desde los muslos hasta su cintura.
— ¿Qué te parece una ronda más?~ — susurró en su oído, mordiendo levemente.
Verlo usando solo su camisa roja lo excitaba aún más.
— ¿U-Una qué de q-qué? —tartamudeó Lucifer, empezando a enloquecer.
¿Cómo era posible que se calentara con tan poco?
Sentía las manos de Alastor recorrer su pequeño cuerpo como si ya lo conociera de memoria. Los escalofríos lo invadieron de nuevo, y no pudo evitar soltar suspiros. Sentía claramente la presión del miembro de Alastor contra su trasero, aun cuando la cobija separaba sus cuerpos.
