Alastor observó curiosamente a Lucifer, quien parecía estar genuinamente enojado con él, aunque no recordaba haber hecho algo para ponerlo de ese humor.
— “Tal vez sean solo las hormonas de su período.” — pensó para sí mismo.
Acomodó su ropa y salió de detrás del árbol, caminando hacia el Barrio Caníbal mientras tarareaba una suave melodía de jazz.
Al llegar, se dirigió hacia el local de su gran y única amiga, siendo recibido por los brazos de Rosie en un apretado abrazo. Él le devolvió la gran sonrisa que ella poseía y la saludó con un beso en la mano, mostrando el caballero que Lucifer decía que era.
El rubio observaba la escena con una furia notable. Sus ojos, que normalmente eran hermosas perlas azules, ahora eran dos puntos rojos.
Su sangre hervía. Maldijo el momento en que decidió seguir a Alastor. Se habían abrazado, él le había besado la mano, estaban tan cercanos el uno del otro. Alastor actuaba tranquilo y sumiso frente a ella, al igual que con él.
— “¡Maldita sea!” — maldijo en su mente, apretando la pared frente a él.
Era la primera vez que salía del hotel sin el permiso de Charlie. Se había escapado de lo que ahora era su hogar, como un adolescente. Y no se arrepentía.
Los celos lo estaban consumiendo.
Los caníbales comenzaron a mirarlo con curiosidad. ¿Cómo no hacerlo? Parecía un ratoncito, especialmente con esa capa que lo cubría de principio a fin, y que incluso arrastraba por el suelo por lo grande que le quedaba.
Estaba en un callejón, asomándose para verlos a ambos a lo lejos, lo cual se arruinó cuando decidieron entrar a un local. Parecían una pareja feliz.
Lo entendía perfectamente. Su tiempo ya había pasado, entonces, ¿por qué actuaba así?
Actuaba como un adolescente enamorado y eso no estaba bien. Tenía una hija y ya se había casado dos veces.
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𝘌𝘯 𝘓𝘰 𝘗𝘳𝘰𝘧𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘋𝘦𝘭 𝘉𝘰𝘴𝘲𝘶𝘦. | ʳᵃᵈⁱᵒᵃᵖᵖˡᵉ | editada ✓
FantasyLucifer, sufre por el abandono de su familia, lo que lo lleva a una profunda depresión y deseos de quitarse la vida. Sin embargo, escucha un rumor sobre un hotel habitado por monstruos con una maldición propia. Con esperanzas renovadas, decide visi...