enchanted

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I'll spend forever wondering if you knew
I was enchanted to meet you

Los fuegos artificiales iluminaban el cielo, marcando el fin de la supervivencia y desesperación así como había empezado. Ella, exhausta y confundida, recordaba el inicio de todo, en una tienda, sin imaginar lo que le esperaba. Las personas que conocería, las que amaría y las que se desvanecerían en el camino.

A su derecha, las figuras de Kuina y Ann se desdibujaban, su cuerpo ya no tenía fuerzas para mirar. El mareo y la visión borrosa, probablemente por la pérdida de sangre, contrastaban con la claridad de su oído, que capturaba cada sonido con una precisión que le resultaba abrumadora. El llanto de Kuina, los quejidos de Heiya, el crepitar del fuego y, finalmente, los fuegos artificiales. La voz que anunciaba el fin de los juegos parecía venir de otro mundo, uno que ya no podía distinguir.
La oferta de residencia permanente en ese país de juegos mortales sonaba a una broma macabra. ¿Quién podría desear tal cosa después de haber sobrevivido al horror?

Ella gritó su rechazo, una y otra vez, con una furia nacida del miedo y el dolor. Su voz era la de alguien que se aferraba a la vida, a la esperanza de escapar.

⸻¡Ya te escucharon, Mei!⸻ La voz de Kuina, un faro en la oscuridad, confirmaba que aún estaba viva, que aún había vida en medio de la destrucción.

Giró débilmente para mirarla, encontrando la vista de su mano entrelazada a la de Ann, quién había dejado de moverse o hablar hacía un tiempo.

⸻La rechazó...⸻ susurró nuevamente aún así, sin saber si quería reír o llorar en ese momento.

El dolor en su vientre era un recordatorio de la lucha, pero también le decía que era hora de descansar. Cerró los ojos, dejando atrás el caos y el dolor.

Su mayor arrepentimiento sería no haber vuelto con Chishiya, no haber compartido un último momento juntos. Y aunque ella no lo sabía, Chishiya también guardaba un último arrepentimiento: no haberle dicho que la amaba.

El minuto que su corazón había dejado de latir parecía haberse extendido en una eternidad de experiencias no vividas, de memorias que se desvanecían como el humo

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El minuto que su corazón había dejado de latir parecía haberse extendido en una eternidad de experiencias no vividas, de memorias que se desvanecían como el humo. La enfermera, con su rutina y preguntas, era un faro de normalidad en la bruma de su confusión.

⸻¿Un minuto?⸻ la pregunta resonaba en su mente, un eco de la incredulidad que sentía.

La enfermera, con su asentimiento lento y su atención dividida entre la paciente y la rutina, le pedía que respirara profundamente. Obedecía, pero su mente estaba lejos, perdida en la ventana que ofrecía una vista a un mundo que parecía ajeno.

Despertar en el hospital, sola, era una experiencia desorientadora. La explicación de la enfermera sobre el meteorito en Shibuya sonaba a una trama sacada de una película de ciencia ficción, no algo que pudiera haber ocurrido en realidad.

𝗦𝗵𝗮𝗺𝗲𝗹𝗲𝘀𝘀, 𝗖𝗵𝗶𝘀𝗵𝗶𝘆𝗮 Where stories live. Discover now