Krilin?"
El guerrero calvo apartó la mirada de su hija dormida. "¿Sí, Maestro Roshi?"
"Hay un hombre afuera que dice estar afiliado al Templo de Orin", dijo el anciano con un suspiro de nostalgia. "Eso seguro me hace retroceder."
Krillin gimió, recordando la última vez que sus antiguos compañeros monjes aparecieron cuando él estaba saliendo con Maron. No era que fueran persistentes, pero simplemente no apreciaba la forma en que se habían comido con los ojos a su exnovia de enormes pechos. La razón para visitarlo fue que el templo original fue destruido y después de reconstruir el sitio, los ancianos querían que volviera a unirse después de enterarse de que era alumno de Roshi. Aparentemente, sus hazañas en las artes marciales habían tomado por sorpresa a sus antiguos compañeros monjes y ahora querían enmendarlo: a la mierda esa mierda.
Esta vez sería diferente porque había solicitado matrimonio con Dieciocho hace casi tres años. ¿Seguirían haciendo la misma patética súplica? Sería una tontería por su parte dejar lo mejor que le ha pasado para volver a ser "uno con el mundo". No podía esperar para cerrarles la puerta en la cara y repudiar cualquier oferta que tuvieran para él. De alguna manera, su antiguo maestro tomó su expresión pensativa como aceptación y luego paseó por el representante de su antiguo templo.
La androide femenina se enderezó distraídamente mientras la imponente presencia dominaba la sala de estar. Sus mechones dorados eran puntiagudos y tenía ojos azules oscuros, profundos y penetrantes, que eran muchas veces más intensos que su azul bebé. Pasó otro segundo bebiendo de su tremendo cuerpo, la misma tela de su camisa estirándose obscenamente desde su físico, lo que dejaba poco a la imaginación. Desviando su mirada apreciativa, tomando nota de esas extrañas marcas de bigotes grabadas en cualquiera de sus mejillas, volvió a su libro, dejando que su marido se ocupara del extraño.
"Ah, Krilin", dijo el rubio, acercándose a la bola blanca. "Es un placer conocerte finalmente. La mujer a tu lado debe ser Dieciocho, tu pareja. Mi nombre es Naruto Uzumaki, y el Templo de Orin me ha encargado hablar contigo. Creo que ya lo has hecho. -."
"S-sí", interrumpió Krillin tartamudeando, moviendo nerviosamente sus pies, rezando para que el hombre capte la indirecta y no mencione su pasado frente a su esposa. Fue entonces cuando notó la estrella dorada prendida en la camisa del hombre. "Eres de la Terminus".
"¿ Término ?" intervino Roshi, alzando las cejas con sorpresa. "Pensé que ustedes nunca eran contactados a menos que fuera una situación de código rojo. La última vez que vi a uno de ustedes, fue durante la edad de oro de las artes marciales. Podría haber jurado que se disolvieron hace años".
Dieciocho arqueó una ceja, su interés despertado por su alboroto. "¿De qué se trata esto?"
"En primer lugar, su marido tiene razón: soy miembro de Terminus", dijo Naruto, olvidándose por completo del hombre que había venido a visitar porque la mujer con la que estaba casado el calvo era ahora el centro de atención de sus ojos azul cerúleo. Ella era la belleza personificada con sus sedosos cabellos, la forma en que sus enormes tetas cabalgaban juntas incluso a través de su chaqueta vaquera sin mangas y esas piernas largas y delgadas envueltas apretadas dentro de pantalones blancos ajustados que se extendían en el sofá mientras se recostaba sin preocuparse por el mundo. Aunque no podía verlo desde este ángulo, sabía sólo por sus anchas caderas que estaban reforzando un culo grande y jugoso.
Al enano le fue bien, eso es seguro.
"El grupo está vivo y coleando. Hoy en día simplemente actuamos entre bastidores", continuó el ninja bigotudo. "Las organizaciones encargan mis servicios cuando sienten que sus mensajeros no están haciendo el trabajo, pero esta visita no es nada de eso. Sólo estoy aquí en nombre del Templo de Orin para bendecir su matrimonio con una limpieza espiritual. Se lo puedo asegurar. que nadie del templo vuelva a venir a molestarte después de hoy."
