Capítulo 48

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- 3 días para el primer muerto -


ELENA

Usansolo, 15 de julio de 2022


Acaricio el abdomen de Mikel apoyada en su pecho, mientras él se entretiene con el tirante de mi camiseta blanca, una prenda llena de manchas con olor a lavanda que ninguno de los productos de Alex podrá solucionar.

—Estoy hecha un asco.

—Tranquila. No volverá a pasar.

Alzo la cabeza con estupor.

—Me refiero a que, la próxima vez, no te dejaré nada puesto...

Con una media sonrisa subo hasta la almohada.

—Pese al desastre —cuestiono—, ¿ha merecido la pena, no?

Me arrima a él y susurra:

—Desde luego...

A diferencia de mí, Mikel no está vestido y ni siquiera se tapa con las sábanas. Sigue sin jactarse del tamaño de su miembro pero tampoco lo oculta. Lo luce sin pudor sobre el muslo derecho, donde descansa abatido tras el asalto. O eso pensaba, porque cuando me pilla escrutándolo, se le vuelve a erguir.

—Bueno, puede que esa próxima vez —Me baja el tirante—, esté muy cerca.

Me río.

—¿Podrás?

Basta con arrastrar mi manicura hasta el vello de su pelvis, para comprobar que sí. La prominente erección le palpita

—Claro que puedo —garantiza.

Ante ello, se la agarro y me dispongo a bajar poco a poco por la cama. Una acción que hubiese concluido si la puerta del dormitorio no se hubiera abierto de golpe.

—Elena, sé que estás a... Oh, ¡joder! —grita Izan.

Se fija en el mástil que sostengo y repite:

—¡Oh! ¡Jo-der!

—¡Izan! —chillo, haciendo que espabile y salga pitando.

Aunque no por mucho tiempo.

—Lo siento, Elenita, pero te la debo. —El muy rencoroso regresa, con cierta alarma—. Es que es urgente.

No doy crédito.

Va con los ojos tapados, tropieza con una torre de libros y esparce los muchos ejemplares por el suelo. Mikel aprecia la escena con gracia, mientras el liante se disculpa.

—Perdón, perdón. Es que lo que voy a decir es muy serio.

—Más te vale —advierto.

Me pongo en pie y Mikel se viste, aunque casi no logra cerrarse la bragueta.

—Izan, ya puedes mirar.

Echa un cauteloso vistazo entre dos de sus dedos.

—Vale, bien.

Se endereza, despeja la garganta y... Es patente que el tema es grave, porque no hace ningún comentario hacia nuestro idilio. Ni siquiera hacia mis pintas: despeinada, con la ropa arrugada y pringada de aceite. Sino que va al grano.

—Elena, cuando fuimos a desayunar al bar del pueblo, le dejé mi número a la camarera para que me llamase en caso de saber algo sobre la panadería.

Hace una pausa, eterna.

—¿Y bien?

—Me ha llamado.

No hace falta más preámbulo para saber que lo que viene a continuación no va a gustarme.

—Es sobre un tal Luken —avanza.

Siento cómo algo se resquebraja en mis adentros.

—Dime. ¿Le ha pasado algo?

Asiente.

—Está en coma.


El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant