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Las tres leyes robóticas

1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su iniciación, dejar que un ser humano sufra daño.

2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley.

3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta que esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda Ley.

Manual de Robótica

1° edición, año 2058

Eve cerró el libro de repente, se recostó por completo en la mesa y suspiró profundamente, se sentía frustrada, si tan solo supiera lo que esas palabras significaban. ¿Humano? Ni siquiera tenía idea de qué era eso.

Había encontrado ese libro en una casa polvorienta, donde nadie había habitado por siglos, justo en el oscuro sótano con aroma a humedad. En cierta forma, era una lectura interesante, pero no entendía a qué debería proteger.

Miró el libro, su libro, un objeto realmente antiguo y valioso en esos tiempos, eran pocos los que quedaban en existencia, y la mayoría de ellos eran escondidos dentro de museos y cuartos secretos, pero ahora ella tenía uno en sus manos.

Ella se levantó y caminó hacia la salida, con el libro en manos, recorrió las grandiosas calles de la gran ciudad, viendo su reflejo cada vez que pasaba frente a algún ventanal o puerta metálica, su cabello blanco y ondulado siempre le llamaba la atención, podría decirse que era lo que más amaba de ella, aunque sus ojos azulados no se quedaban atrás, su vestimenta siempre era muy sencilla, usando blancos y negros, aunque de vez en cuando combinados con rojo o azul.

Llegó a su casa, una construcción plateada con grandes ventanas de marco negro. La puerta se abrió en cuanto detectó su presencia, dejándola pasar y cerrándose tras de ella. La casa siempre estaba iluminada y perfectamente limpia, todos los objetos ordenados y guardados donde les correspondía.

-¡Eve! ¿Eres tú?- se escuchó una voz masculina, luego unos pasos que delataban a alguien bajar a la planta baja.

-Sabes que sí- contestó ella, caminando hasta llegar al frente de su hermano.

Todo el planeta era habitado únicamente por robots, los cuales, tenían aspecto humano y estilos únicos, vestimentas que aparecían como hologramas a su gusto, peinados extravagantes y de diversos colores.

Podría decirse que todos los robots eran diferentes, rara vez encontrabas a dos que se pareciesen aunque sea un poco, pero Eve y su hermano eran prácticamente iguales, con excepción del cabello, que él lo usaba más corto, incluso su forma de vestir era muy parecida, mezclando siempre los mismos colores y sin variar nunca, por si fuera poco, el flequillo que caía sobre la frente de ambos solo los hacía lucir más parecidos.

Era verdad que en su sociedad, las familias dejaron de existir, al igual que muchas otras cosas, por lo que el vocabulario se fue reduciendo poco a poco, un concepto como hermano era de los escasos que quedaban y que apenas habían logrado sobrevivir con el paso del tiempo. Por el parecido que había entre ambos, decidieron vivir juntos y llamarse entre sí hermanos.

-Has tardado un poco- comentó el chico, caminando hacia la entrada a otra habitación.

-No empieces, Kay- contestó Eve, sabiendo que su hermano se preocupaba mucho por ella y siempre le gustaba estar enterado de todas sus expediciones –Sabes que soy curiosa

-¿Y ahora a dónde fuiste?

-Por ahí- Eve se encogió de hombros -Encontré una vieja casa por las afueras de la ciudad, parece que no ha sido usada en siglos, unas vigas casi me caen encima

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