|Sinopsis|

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Escuchó como su hermano mayor lo llamaba. Ni siquiera se movió de la rama del árbol donde estaba.

No tenía ninguna intención de ir a casa. No tenía ninguna intención de estar en casa cuando su madre entrara con su nueva hermana en brazos. Era lo suficientemente mayor para saber que no era su hermana de verdad, sólo... su madre se había cansado de tener hijos varones y había decidido acoger legalmente a la hija de la tía Atsuka después de que ésta resultara muerta en un accidente de avión y no tuviera a nadie más en el mundo.

Nadie le había preguntado. Nadie le había preguntado si quería tener ningún otro hermano. Ya era suficiente con haber tenido a Miroku y a Kouga después de él sin preguntarle como para tener que aceptar ahora a una niña. Arrugó la frente. Conocía a las niñas de su colegio. Eran... raras.

Vestían vestidos de flores y lloraban cuando alguien les dejaba una lagartija sobre la mesa. Y se enfadaban sin ninguna razón y luego, el domingo, se vestían y revoloteaban alrededor de su hermano mayor pestañeando de forma exagerada mientras Sesshomaru les sonreía delicadamente con aquella extraña frialdad que ambos compartían y que habían heredado de su padre, ya muerto.

-¡Inuyasha! -gritó de nuevo Sesshomaru.
El niño de doce años volvió a ignorarle. Él no había pedido otra hermana, ni siquiera aunque no fuera su hermana. Su madre se lo había explicado. Iban a acogerla hasta que cumpliera los veinticinco años, se lo había prometido a su hermana, Atsuka, una promesa de hacía muchos años y que ella iba a cumplir ahora.

Pero a él eso le daba igual. Estaban bien como estaban, incluso era demasiado tener que ocuparse de Miroku y Kouga... cuando esos dos se ponían de acuerdo para hacer trastadas tenía que mantener un ojo sobre ellos cada segundo. La última vez que los perdió de vista fue en el picnic que se realizaba cada año por la primavera en la pradera de Lirios, Kouga y Miroku terminaron en el establo, a punto de ser pisoteados por una yegua que, si no hubiese sido por Inuyasha que acudió a tranquilizarla, les hubiera partido la crisma.

Pero a pesar de quejarse de ellos... les quería. Bueno, quizá no lo demostrara de forma tan abierta como su madre desearía que lo hiciera pero él les quería... a su modo. Les protegería. Les protegería siempre de todo. Se lo había prometido a sí mismo cuando habían nacido y hasta el momento lo había cumplido, del mismo modo en que Sesshomaru había prometido cuidar de su madre desde que su padre había muerto hacía pocos meses, algo que, sinceramente, ninguno de los dos hermanos había lamentado.

Kouga y Miroku eran demasiado pequeños para darse cuenta, pero ellos no. Aún tenían bien presentes el modo en que su padre llegaba a beber, el monstruo en el que se convertía y las palizas brutales que les propinaba a su madre y a ellos si alguno de los dos intentaba interponerse.

Quizá por eso Inuyasha había prometido proteger a los más pequeños que él y no era extraño que apareciera en casa con animales heridos desde pájaros hasta serpientes, cualquier criatura viva que estuviera siendo lastimada de un modo u otro, encontraba en Inuyasha Taisho la protección que necesitaban.

-¡Inu! -esta vez frunció el ceño y miró a través de la rama del árbol en la que estaba apoyado al pequeño Kouga de cinco años que parecía saber exactamente donde estaba, porque, aunque sabía que era imposible que pudiera verle, Kouga se había dirigido hacia el árbol y miraba hacia la copa-.¡Inu!
Era una jugarreta por parte de Sesshomaru enviar al pequeño para que lo buscara. Su hermano sabía perfectamente que era incapaz de permanecer en el árbol ignorando a su hermano y mucho menos dejar que volviera a casa solo y con los ojos azules tan brillantes que tenía a sus cinco años confundidos por que él no hubiera atendido a su llamada.
Farfulló algo entre dientes y empezó a moverse; colocó pies y manos en los lugares adecuados y empezó a bajar por aquel árbol que conocía tan bien, saltando de la rama más baja a dos metros del suelo cuando llegó a ella y aterrizando perfectamente en el suelo frente a Kouga.

Amor Entre Lirios / CompletaOnde histórias criam vida. Descubra agora