Parte 1 - Vanina

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Estoy dándole los últimos retoques a mi peinado, si se le puede llamar peinado a mi liso y largo cabello negro levantado en una ajustada y perfecta cola de caballo que llega casi a mi cintura. Debo decir que estoy enamorada de mi pelo. Así como de mis ojos celestes, claros como el agua. Los que me recuerdan a mi hermoso abuelo, de quien los heredé.

Escucho que mi novio, y desde hace un par de meses concubino, hace ruidos cerca de la puerta del baño donde me estoy arreglando.

—Amor, ¿seguro que no quieres venir? –le grito desde mi lugar frente al espejo.

Hoy es la fiesta del reencuentro con mis compañeros del colegio secundario. Tengo muchas ganas de verlos. Realmente creo que mi vida hubiese sido distinta con ellos cerca, tal vez más...divertida y seguramente más feliz. Ellos eran pura alegría.

Tal vez cambiaron mucho...

Nada me intriga más que saber cómo son siendo adultos y cuánto de esa hermosa inmadurez y locura queda en ellos ahora que estamos pisando los treinta. Éramos tan unidos... Teníamos un hermoso grupo que, lamentablemente, se disolvió cuando cada quien comenzó su camino en la vida. Una lástima. Yo nunca perdí el cariño por ninguno, los sigo añorando, sigo pensando en ellos y me siento aún unida por ese fuerte lazo de amistad que creamos en nuestra adolescencia, pero que el tiempo hizo que se corte. Y, por buscar un culpable ajeno a nosotros mismos, agregaría al destino como parte responsable también.

No es cierto, no puedo mentir en algo así, somos y fuimos los únicos responsables de perdernos el rastro, e insisto en que fue una verdadera lástima. Sin embargo, hoy y después de diez años, nos juntamos. Pasó mucho tiempo, mucha vida.

Ya estamos a punto de llegar a la treintena, sí, ya sé que lo mencioné, pero es algo que me preocupa. Para ser justa, nos faltan dos años, además no me voy a explayar en el tema, ni explicar el susto que me da cumplir los treinta y enfrentar una nueva década.

Pienso que deberemos estar muy cambiados todos. Tal vez yo no hice demasiado por cambiar mi aspecto. Soy un poco conservadora y lo que la naturaleza me dio me gusta, mis ojos y me pelo son lo mejor como ya conté. Mis labios son demasiado carnosos para mi gusto, aunque mi novio dice que son sensuales. Soy alta, delgada y con el cuerpo definido. ¿A quién quiero engañar? Con definido quiero decir que tengo muchas curvas y logro mantenerlas bajo control con mi rutina de ejercicio diaria, porque la ley de gravedad es cruel con el paso de los años y me faltan dos para los treinta, ¿lo dije ya?, bueno, no importa, lo repito solo para auto flagelarme. Mi novio también dice que mis curvas son sensuales, puede ser. No es pedantería, pero puedo decir que cuando me miro al espejo me gusto. La naturaleza fue muy benévola conmigo, no me voy a quejar.

—No, Vani, ya te dije que esas reuniones me aburren —contesta mi concubino, casi bufando. Pobre, ya le pregunté unas cuantas veces con la intención de hacerlo cambiar de opinión.

Salgo del baño, ya lista, y lo veo recostado en la cama con los brazos debajo de la cabeza. Es muy buen mozo el condenado, lástima que insiste en dejarse la barba que le tapa mucho de su lindo rostro de ojos celestes. Tiene el cabello claro, así como la barba, él ya tiene los trei...ese número, pero los lleva muy bien. No es musculoso ni nada de eso, pero se mantiene en buen estado físico y con el cuerpo fuerte y atlético. Algunas veces nos ejercitamos juntos y supera mis energías, porque ama correr. Lo hace seguido y a velocidad, está más entrenado que yo.

—¿Qué no te aburre, guapo? –le pregunto irónicamente, acercándome a él hasta sentarme a horcajadas en sus piernas.

—Muchas cosas –dice mientras agarra mi trasero, sus manos tienen un lugar definido en mi cuerpo, y ese lugar es mi culo –. ¿Justo este pantalón decidiste ponerte?

Aceptando el presente.  (Solo cuatro capítulos)Where stories live. Discover now