¡Sólo una copa más!

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Ciel observaba seriamente desde un rincón de la sala. Esa fiesta acababa de empezar y todo el mundo ya andaba bebiendo.

–¿De verdad crees que era buena idea venir? —preguntaba el conde a su mayordomo mientras se cruzaba de brazos— Todo el mundo está bebiendo y pasándolo bien mientras yo debería estar durmiendo en vez de estar aquí.

–Tal vez usted también debería divertirse un poco, ¿no cree? —Le dijo Sebastian con una pequeña sonrisa— No se preocupe tanto por esas cosas, un día algo más movido no le hará daño —trata de convencerle.

El joven paseaba la mirada por toda la habitación, observando a cada persona que charlaba con más gente de manera muy animada. Comenzaba a dudar.

De un momento a otro, Madame Red se acercó sonriente a su sobrino, alargándole una copa con un líquido rojo al igual que el que ella estaba tomando.

–¡Vamos, Ciel! ¡Anímate!

El nombrado tomó la copa con manos temblorosas y miró a su tía, poco seguro.

–Pero... Yo no soy mayor de edad, ¡no puedo tomar esto!

–Oh, Cielito. ¡Pero qué aguafiestas! Eso no importa en absoluto. ¡Pruébalo, ya verás! —le animó a beberlo y, al parecer, la mujer no se iría hasta verle tomándolo.

Ciel miró el vino y empezó a acercarse la copa a la boca. Cerró los ojos y sorbió un poco para después alejar el recipiente de sus labios rápidamente. Puso una mueca de desagrado.

–¿Y bien? —le miraba la mujer con un brillo en sus ojos.

–Tiene un sabor extraño... No quiero beber más de esto.

Antes de que Ciel pudiese decir o hacer algo más, Angelina soltó una pequeña carcajada.

–¡Vaya que eres gracioso, querido Ciel! Creeme, yo opinaba exactamente lo mismo al primer sorbo. Pero seguí bebiendo y terminó sabiendo bien, ¡confía en mí!

El menor no sabía qué hacer pues sabía que eso estaba mal, pero aun así... Volvió a mirar la copa.

–... O es que ¿acaso tienes miedo? —decía vacilona.

Ciel la miró rápidamente y lo negó de la misma manera.

–¡Claro que no! ¡Sólo digo que no me gusta!

Madame Red levantó una ceja mientras sonreía y Ciel, dejándose llevar por su enfado en ese momento, bebió todo el contenido sin rechistar. Sebastian observaba todo esto con una sonrisa burlona en su cara y a la mujer le delataba su expresión de sorpresa.

–Vaya, vaya... No me esperaba eso de ti. —sonrió de manera casi inmediata— Cada vez me enorgullece más tener un sobrino como tú, Ciel. ¡Estás hecho todo un hombre!

–Sólo me lo tomé porque tú te empeñaste, no exageres —dijo el joven mientras hacía un gesto con la mano, restándole importancia.

–Bueno, bueno... Será mejor que me vaya, tengo asuntos que atender —le puso una mano en la cabeza y despeinó su cabello con cariño— ¡Hasta más ver! —sonrió despidiéndose y se marchó en pocos segundos.

Ciel se quedó en silencio mirando al frente con un semblante serio como el que tenía momentos antes.

–Sebastian, tráeme otra —le ordenó a su mayordomo mientras dejaba la copa vacía en la mesa.

–¿Está seguro?

El menor le miró a los ojos con decisión.

–Tráeme otra copa —repitió.

¡Sólo una copa más! - SebasCiel One-ShotWhere stories live. Discover now