"Recuerdo Familiar".

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Julio del 2012.

4:33 am.

Avanzo perezosamente por el mugriento pasillo en dirección a la gran puerta corrediza de cristal. El recibimiento del espacioso, sucio y recién solitario jardín trasero dice que mi ebrio amigo, Alex, no anda por aquí. La gente se ha marchado y enserio muero de sueño.

Al menos la fiesta al fin terminó.

Cuatro y media de la mañana, hora razonable para el final de una "pequeña" fiesta. Palabras de Benjamín.

La primer fiesta resulta con Alex severamente ebrio y perdido.

Doy unos cuantos pasos adentrándome en el jardín, paseo la vista en busca de un chico con su primera borrachera encima y lo único que veo es la parte trasera de la casa hecha un asco, los minutos pasan pero no veo por ningún lado una mata de cabello castaño claro.

Seguro y está sobre sus rodillas con la cabeza metida en el inodoro.

Ante ese pensamiento poco motivador e higiénico, quiero deshacer los pasos que di, y regresar dentro. Pero de mi vista es imposible ignorar una enorme escalera cerca de la piscina.

Y al final una silueta delgada de playera naranja que se mueve hasta trepar en el alféizar del tercer piso de la casa. Me detengo y palidezco al instante en el que lo reconozco.

Alexander.

Con la mente en blanco corro hasta llegar junto al inicio de la escalera sin apartar la vista de mi amigo y su horrenda prenda naranja. Repentinamente el sueño ha abandonado mi sistema junto al pesar en mis párpados.

—¡Alexander! —grito sin saber si logra escucharme desde arriba. Pues solo mueve los brazos en el aire y escucho el eco de su risa. No entiendo cómo o porqué subió, pero no me detendré a pensarlo.

Sujetándome bien de los escalones de metal, comienzo a subir sin importarme algo, más a mitad de camino le veo avanzar más hacia un costado.

—¡No quiero Nat, soy un pinche mamut y quiero volar, caer y hacerme mierda! —ríe al último, verdaderamente está ebrio, lo suficiente como para creer que puede volar como un mamut.

Llego hasta el final de la escalera y no muy seguro trepo al mismo alféizar, me pongo de pie y dando pequeños traspiés intento acercarme a dónde Alex, quién no ha dejado de ver hacia abajo, hipnotizado.

Evitando ver abajo, saco de mi bolsillo delantero del pantalón mi celular y busco con manos temblorosas el contacto de mi hermano mayor Robert.

¿Porqué llamas? los estamos esperando en la sala —contesta, se oye fastidiado. Trago saliva y volteo a ver al ebrio que esta a unos dos metros alejado de mí, jugando con sus manos y haciendo ruidos con su boca para después reírse de sí mismo.

—Sí, bueno; hubo una complicación y necesito que vengas al tercer piso —volteo con cuidado a mis lados— Más o menos en la habitación que..., ya sabes, da justamente frente a la piscina —digo con los nervios jugándome una mala pasada al hablar y me digo mentalmente que algo está mal conmigo.

¿Qué diantres sucede Nathan?¿Por qué justamente debo ir para allá? —me reprocha y estoy odiando que sea tan terco justo ahora.

—Alex está en el alféizar y esta ebrio hasta la médula, ¡maldita sea yo estoy con él! —escupo con molestia y nervios, pronto lo escucho reírse.

Esperen ahí pequeñas avecillas —no deja de reírse y cuelga. Echo otro vistazo al ebrio que continua perdido en su mundo.

Pasan los minutos y la ventana que nos separa a Alex y a mi se abre lentamente dejando ver a un muy divertido Robert; que en segundos y sin darle tiempo a Alex de espabilar a la capacidad de un borracho, lo adentra a la habitación.

El alivio me inunda y tomo un profundo respiro al saber que el idiota no se lanzó a la piscina o peor aún, contra el piso.

Pero la realidad y mi sentido de ubicación provocan que sea consciente de mi entorno, además de que se aclare mi mente lo justo para que recuerde que tengo algo que los demás denominan fobia.

¿Qué diantres estoy haciendo?

De pronto una luz se enciende en alguna parte del patio y me apunta directamente, cierro los ojos por la intensidad e intento cubrirme con los brazos, mi cabeza se mueve por instinto y al abrir los ojos las puntas de mi calzado sobresaliendo levemente del alféizar es lo que veo, y debajo... la gran altura que me separa del piso; mi pulso se acelera de manera sobrenatural, al punto de saber lo muy presente que están mis nervios, lo resbaladizo de mis palmas y, el mareo indica que llegué a solo dos alternativas en solo segundos: desmayo o vomitar...

• • • •

—Nathan, rayos, ¡despierta! —una voz que reconozco después de tener un ligero paro al corazón por ser despertado con movimientos bruscos me hace saber que estoy vivo. Robert.

—¿Qué sucedió? —mi garganta está dolorida al hablar y pesa abrir los ojos, pero a fin de cuentas lo hago para que después un escalofrio recorra todo mi cuerpo, que posee algo pesado y... húmedo.

—¿Estoy mojado? —pregunto a nadie en específico y pronto veo sentado en el brazo del sofá donde adivino que me encuentro a otro tonto que dice ser mi hermano, con la vista fija en su celular. Paseo mi vista por el lugar. La sala.

—Eso es obvio Einstein —responde Benjamín sin siquiera molestarse en quitar la vista de su aparato.

—Te desmayaste y caíste en la alberca, es una broma divina que no estes muerto, Nathan, ¿quién te crees como para subir tres pisos, por la parte de afuera? —le veo con precaución al oírlo reprocharme por tal estupidez.

Antes de poder explicar algo, escuchamos que se aproximan rápidamente y el amigo de Rob, Dawson, hace su entrada a la habitación aceleradamente.

—¿Qué pas...— pregunta Rob, siendo interrumpido por las palabras agitadas de Dawson.

—¡La policía!.

¿Advertencia ó Amenaza?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora