PARTE ÚNICA

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―Un día tranquilo hoy, ¿no Darren? ―dijo un sujeto que mantenía su rostro oculto ante el vigilante, el cual se encontraba luchando contra las cuerdas que le sostenían las muñecas― Quiero que me contestes qué estabas haciendo en el territorio inexplorado.

―Ya se lo dije, señor. Estaba haciendo reconocimiento del área, quería ser el primer vigilante en explorar esa zona y poder ver a las especies no identificadas que se encuentran allí. Eso era todo lo que estaba haciendo, nada más ―respondió Darren.

―Sí, pero ese no es tu trabajo, idiota ―bramó el sujeto y entonces dejó resonar fuertemente en la sala el ruido de su mano golpeando la mejilla de Darren, quien gimió después de eso―. Tu trabajo es vigilar la frontera del territorio inexplorado para que no entren siquiera a Ellingar u Olmun los exiliados, rufianes y otras cosas que se ocultan allí, ¿entiendes? No eres el encargado de ir por la vida arriesgando tu vida para hacer cosas que no se te han asignado.

―Es que usted no entiende por qué estuve explorando la zona ―dijo Darren y después escupió una mezcla de sangre y saliva al suelo muy cerca de los zapatos del sujeto misterioso.

―Pues, entonces explíqueme si es que el que está equivocado aquí soy yo ―respondió gritando el sujeto―. Dígame, ¿cómo empezó todo esto? Si logra convencerme su historia, cosa que dudo, lo dejaré libre para que logre explorar libremente el territorio inexplorado, aunque volver para usted será muy difícil después de irse del lado de los vigilantes.

―Sepa usted que no me invento nada, señor. Pero si esto puede hacerme salir entonces se lo contaré. Solo le advierto que podría ser algo extenso y si usted me deja aquí lo suficiente como para que yo no pueda hacer lo que quiero, ya se puede despedir de seguir vivo después, dado que lo mataré antes que lo haga cualquiera del territorio inexplorado.

UN PAR DE SEMANA ATRÁS

Ellie había soltado la pelota con la que estaba jugando y ésta había salido rodando hasta el otro lado de su casa donde se encontraba el viejo Handel con una expresión seria, demostrando asco a cualquiera que pasara por allí. Muchos decían que era mejor alejarse de él, pero a Ellie poco lo importaban esas advertencias, le importaba más su pelota... otra vez.

La niña cruzó la calle y solo bastó pisar levemente con su talón el césped del viejo Handel para que este inmediatamente comenzara a gritar de forma exagerada, mezclando improperios con palabras que Ellie no comprendía como: eddela prisce, figuras cambiantes de las que se desconoce su forma original, consideradas muy peligrosas. Ellie tenía miedo de la actitud que estaba presentando Craven Handel y ella no podía defenderse en absoluto.

―¡Fuera de mi propiedad eddela prisce! ¡Aquí no queremos malditos cambia formas! Ellos tienen que estar lejos de nosotros, exiliados en lo desconocido y no aquí. ―El viejo cascarrabias se puso de pie con un cuchillo en su mano dispuesto a enterrárselo a la pequeña niña en el pecho para matarla. Ellie comenzó a gritar con todas sus fuerzas.

No solo aturdía al viejo que no podía llegar hacia ella sin tener que interrumpirse para poder cubrir sus oídos ante los alaridos, sino que también llamaba la atención de cada persona que pasaba o que estaba en la calle, haciendo que el gentío formara un círculo alrededor de la residencia de Handel. Los mismos, veían al viejo decrépito con un cuchillo amenazando a una pequeña criatura que desconocía por completo el término «eddela prisce» mientras lloraba entre gritos ininteligibles: la escena no era muy buena a los ojos de aquellos que juzgaban simplemente por lo que veían; en realidad, no era buena para nadie en absoluto.

Pero los gritos de la niña no llamaron solamente la atención de los habitantes, sino que también llamó la atención de la persona a la que más le importaba lo que le pasara a esa niña: su padre. El señor Goldman vio desde el pórtico la escena presente ante sus ojos e inmediatamente salió corriendo mientras empujaba gente y recibía insultos y demás cosas, para por fin lograr llegar delante de todos aquellos que presenciaban como el viejo amenazaba a una mujer con matarla junto con la niña simplemente por defenderla de la locura de Craven Handel.

El dolor de la pérdida ©Where stories live. Discover now