La sombra de la nada.

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(1823)

Caminaba a paso ligero, como si algo la inquietara. La luna brillaba con gran resplendor en lo alto del cielo y la noche se cernía sobre la gran ciudad de Londres.

Echó la vista atrás, dos hombres caminaban siguiendo su mismo rumbo, parecía que la seguían. Se frenó en seco.

-¿Qué quereis?- preguntó sin gota de perturbación en sus palabras.

-Bueno...eres muy bella ¿qué te parece si jugamos un ratito?-

Sarah sintió como sus tripas se revolvían mientras imaginaba en lo que estaban pensando aquellos hombres.

-Lo siento, es que estoy cansada.-

-No importa tu solo estate quieta- dijo el otro hombre intentando agarrar su muñeca.

Sarah apartó sus muñecas de las garras de aquel espantoso hombre. El más rezagado sacó un cuchillo y apuntó a la joven con él. Los ojos de Sarah, tan grises, tan muertos, no mostraron miedo ni perturbación. Miró desafiante al que cargaba con el cuchillo. Parecía más joven y menos convencido de lo que hacía, como si solo intentase demostrar algo.
Algo llamó la atención de la muhacha, una sombra con forma humana se acercaba lentamente hacía la escena. Era un humbre alto, que vestía con ropas echas a medida y con un sombrero que reposaba cuidadosamente en su cabeza. El joven dirijió su vista a los acosasores y por un instante sus vivos ojos azules se toparon con los de Sarah.

-¡Venga largaos ya!- exclamó el joven.

Los acosadores salieron corriendo al ver la enorme furia que corría por los ojos del extraño.

-¿Estás bien señorita?- preguntó intentando coger la mano de la dama.

-Sí, estoy bien.- respondió Sarah apartando sus dedos de la mano del joven.

-Te acompañaré a casa- dijo alegremente el muchacho.

Sarah asintió y comenzó a caminar en una dirección desconocida. Por que Sarah, no tenía casa. Normalmente pasaba las noches tumbada en el tejado de algún edificio sin importarle el frío o el viento, es lo que tiene ser un fantasma, que no sientes nada.

Pero ella no era un espíritu normal, ya que todos podían verla y oirla pero, nadie podía tocarla.

Avanzaba despacio sin saber muy bien a donde iba. Pensando donde daría su siguiente paso con el hombre misterioso a su izquierda sin quitarle ojo de encima.

-¿Por qué no paras de mirarme?- se atrevió a preguntar.

-Es que nunca había visto una joven con tan extraordinaria belleza.-

-¿Eres siempre así de pesado? Siempre estás alagando a las mujeres ¿es que no tienes casa? Largate, no me voy a perder- dijo Sarah irritada.

-Bueno yo diría que la que no tiene casa eres tu, llevamos media hora dando vueltas...-

Sarah palideció, no imaginaba que la iban a calar tan rápido. El joven dirigió su mirada a un montón de edificios que había a su derecha. Era el barrio de High Street, uno de los más lujoso de la ciudad.

-Vaya parece que el destino es sabio- dijo señalando un edificio. -Parece que sin darte cuenta has llegado hasta mi casa.- bromeó el muchacho.-Entra, no temas.-

Sarah no tenía miedo, basicamente por que no podían tocarla. Pero le inquietaba estar en la casa de un extraño, solo por si descubría su secreto.

-Será mejor que pases el resto de la noche aquí.-

Le costaba conciliar el sueño. Los espiritus no dormían pero ella fingía muy bien que lo hacía. Tumbada en la cama, intentando mantener los ojos cerrados y dejar su mente blanco, le venía la imagen de aquel hombre. El cual dormía en la habitación contigua. No sabía nada de él, excepto su nombre que aunque el no se lo dijo pudo apreciarlo en la placa plateada de el buzón en la que había grabado con sumo cuidado el nombre Richard Thomson. Además sabía que la familia Thomson era muy rica y que aquel muchacho tan apuesto no estaria soltero o al menos estaria prometido.
Se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación para concentrarse en lo que debía hacer; dejar la mente en blanco. Oyó un crujido que provenía del pasillo y abrió la puerta intentado no hacer ruido. Pegó un grito al casi chocarse con el Señor Thomson.

-¿Estas bien?- preguntó él aparentemente interesado.

Sarah no respondió se limitó a pensar que estaban demasiado juntos y el podría notar lo que era realmente ella.

-Debería volver a mi habitación.- tartamudeó.

Pero Thomson estaba cada vez más cerca y ella más inquieta.

La Princesa De HieloWhere stories live. Discover now