Parte única

28.6K 2.5K 7.4K
                                    


Louis creía en el amor, esa era la cosa. 

Era ese chico que podía pasar horas leyendo una historia romántica sin detenerse hasta que todo se solucione, o que sentía los sentimientos de los personajes de sus películas favoritas como si fueran los suyos propios.

Desde pequeño regalaba flores a la mitad de las chicas de su escuela y chocolates a cada una de las personas el día de San Valentín porque, según su mamá, nadie podía quedarse sin amor en un día tan especial como lo era ese (que, luego de Navidad, ese era su día favorito).

El punto es que, con diecisiete años y una extensa creencia del por qué las almas gemelas existían y todo lo que eso conllevaba, Louis tendría uno de sus últimos bailes escolares antes de graduarse. Era algo extensamente formal, dulce, delicado y muy importante para él. Tenía su traje en el fondo de su armario, se había comprado uno de los mejores perfumes y a pesar de que las proposiciones del baile ni siquiera se habían llegado a cabo, él creía que algo que otros no: su cita tendría que ser su chico que lo quisiera.

Confiaba en que era atractivo, las chicas solían decirle que sus ojos azules podían hacerles temblar las rodillas y que su cabello brillaba más que el sol, y él había salido con muchas chicas, pero ese año, en ese baile deseaba algo que él quería por sí mismo y eso era una cita masculina.

Los días pasaron luego de la noticia del baile de otoño con Louis mirando sospechosamente a todo chico potencial para una perfecta cita del baile. Recibía miradas a veces, o guiños y sonrisas, pero esos mismo chicos que le coqueteaban de lejos, cuando Louis zumbaba a su alrededor demasiado cerca, se escondían en un caparazón como si nunca lo hubieran visto.

Las proposiciones reales, de aquellos enamorados en secreto o novios, habían comenzado seguidas tres semanas del primer mes de agosto. Él se había emocionado cuando miraba como los jugadores de fútbol (que eran los más exagerados y atractivos) hacían de todas cosas para invitar a sus respectivas novias: correr por los pasillos con carteles de veinte metros, pegar más de cien globos en el casillero de su cita, flores regadas en las gradas del colegio o gritarlos en los partidos con grandes sonrisas y sus brazos extendidos y, realmente, ¿cómo decir no a eso?

Louis adoraba a las parejas tanto como él mismo amaba al amor, adoraba notar pequeños gestos entre novios ya sea como una mano sosteniendo firmemente una cintura, o dedos rozando entre el cabello o su hombro, o besos sutiles en las orejas. Admiraba el amor público y todo tipo de amor, por lo que le encantaba cada una de las proposiciones que veía, incluso las más simples como un ramo de rosas y una sonrisa tímida (que, personalmente, esas eran sus favoritas).

Pero ahora, luego de diecisiete días sin recibir más que sonrisas coquetas y guiños, Louis estaba comenzado a desesperarse, por lo que comenzaba a tomar medidas extremas para recibir su perfecta cita potencial. La realidad de las cosas, es que se había cansado de idear invitaciones románticas a chicas sin recibir nada más que ojos brillantes, sonrisas y abrazos, y ahora, él quería su perfecta forma de invitación individual. Y, en contra de todos esos ideales, él solo comenzó a intervenir.

—Lo siento, Louis. —le dijo Ethan, un chico que conocía de la clase de inglés y que le había sonreído tanto que sus mejillas habían pasado a ser dos simples manzanas en menos de dos minutos. Había sido así por tres días, hasta que un día dejó de simplemente mirarlo y Ethan era atractivo. —Pero yo, eh, no iré al baile este año. Yo, de hecho, en realidad, no...no planeo ir, no quiero...no puedo, así que yo, sí, lo siento. Lo siento.

Eso era estúpido, ¿quién mierda no quisiera ir al baile de invierno? Louis se alejó del chico luego de sonreírle, diciéndole que no había problema, y se encaminó a su casillero con el ceño profundamente fruncido. Su estómago se retorció recordando a todos aquellos diez chicos que había invitado y lo habían rechazado. Louis sabía distinguir un coqueteo, enserio, pero cuando se acercaban ellos solo parecían tan jodidamente asustados.

Where do broken hearts go? || Larry Where stories live. Discover now