El vals de las hadas muertas (#Léiriú)

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  • Dedicated to Idril Kra
                                    

Notas de autora: Relato corto que escribí basado en la infancia de mi personaje de Léiriú: Idril. Lo escribí incluso antes de haber escrito el prólogo, por eso el fina se parece bastante al prólogo de Léiriú pero en primera persona. Idril es el príncipe de los feéricos de luz, el único hijo de la enferma reina Ellette.


Estreno portada hecha por la magnabulosa @MrsLevine92  (a la que también recomiendo leer cuando hayáis acabado con este relato ;) )


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La tibieza de sus manos se iba perdiendo con cada temblor, por ello se la aferré más fuertemente; quería traspasarle el calor de mi corazón, pero ella no parecía notarme. Estaba junto a mi madre, no me había separado de su lado porque sabía lo horrible que era estar solo, pero ella mantenía sus ojos fijos en algún lugar que no era yo, con una neblina de melancolía empañándolos. Si seguía así, yo sabía que la perdería, pero no quería reconocerlo, la sola posibilidad de que eso ocurriese me aterraba.

Pensé que si no podía verme, quizás pudiese oírme, por eso le canté. No sé cuanto tiempo estuve susurrándole melodías que me había esforzado en aprender ya que nadie me las había cantado, hasta que conseguí que reaccionara. Su cabeza se giró lentamente hacia mí. Estaba convencido de que mi madre era la mujer más hermosa del mundo. Si tan sólo se recuperara, yo podría hacer que se olvidara de ese maldito que nos abandonó. Le sonreí, animándola a devolverme el gesto, pero su boca se retorció para alcanzar a decir en un tono apenas audible:

—Aléjate de mí.

Me costó asimilar aquellas palabras. Me aferré aún más a su mano y cerré con fuerza los párpados, permitiendo que la sal humedeciese mis mejillas.

—¡Aléjate! ¡Largo! —insistió.

Me negué a hacer algo así. A esas alturas ya me era imposible contener el llanto, pero no me importaba, yo quería estar con mi madre.

Ella se volvió histérica, atacándome, y los guardias tuvieron que intervenir, sacándome forzosamente de allí. A mis espaldas podía escuchar los murmullos de los nobles. Estaba al tanto de lo que opinaban de mí: si mi madre moría, yo era su único heredero, el trono me pertenecía a pesar de mi impopularidad, pero aún me quedaba bastante para la mayoría de edad. No tenía ánimos para poner sonrisas falsas, por lo que me alejé de allí corriendo. Había pocos lugares a los que retirarme para que no me molestaran. Una de las opciones era encerrarme en mi habitación, pero así sólo conseguiría deprimirme más, por lo que decidí perderme entre el gran bosque que protegía nuestro palacio.

Recostado sobre la espesa alfombra verde me sentí un poco mejor, mas no lo suficiente. Si fuese más poderoso, podría curarla; sin embargo, no era más que un inútil que lo único que sabía hacer era tocar el arpa y recitar poemas. La fresca hierba me hacía cosquillas en la piel y las hojas de las copas de los árboles dibujaban sombras sobre mí al ser mecidas por el viento, pero la sombra más grande era la que crecía en mi corazón e iba extendiéndose como un cáncer a medida que mi desesperación aumentaba. Tenía que controlarla, me lo habían dicho muchas veces, si mamá se enterase se enojaría todavía más.

En la rama de un roble, una cría de mirlo más espabilada que sus hermanos se había salido del nido al sentirse hambrienta; unos palmos más adelante, enroscada a la rama, aguardaba una serpiente, acechante. Me incorporé de un salto para rescatar a la avecilla, pero mi ayuda no fue necesaria cuando la madre de las crías descendió en picado a salvar a su hijo. Las avispas de un avispero próximo al nido se unieron también en contra de la serpiente. Mientras observaba el enfrentamiento supe que él se estaba acercando a mí, el viento me avisó. Me giré y efectivamente, allí estaba él.

El vals de las hadas muertas (#Léiriú)Where stories live. Discover now