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liam intentaba jugar ajedrez en el parque, pero con harry encima de él resultaba casi imposible. su contrincante era nada más y nada menos que un señor que rebasaba los sesenta años, y que se mofaba de su desconcentración y de, al parecer, su amigo de rulos amante de la atención.

—¡mantente quieto harry, intento ganar aquí!

el mencionado hizo un puchero y siguió colgándose de su hombro.

—¡pero li! —chilló, —quiero un abrazo... ¡y un helado!

liam rodó los ojos e hizo como que no le escuchó, concentrándose en las piezas del juego y eligiendo la que creía haría el movimiento maestro.

cinco minutos después el anciano estaba riendo a carcajadas después de haber dicho jaque mate y también después de haber recibido veinte libras de parte de liam.

demonios, debería dejar de apostar. y también debería dejar de traer consigo a harry cada vez que jugaba.

—estúpido viejo —maldijo liam entre dientes, parándose del banquito con su dignidad en el piso. —se cree muy listo, el próximo sábado lo retaré de nuevo.

a harry le brillaron los ojos.

—¡¿puedo venir a apoyarte como lo hice hoy?!

y solo porque se trataba de harry, liam no le dió un coscorrón en su lindo cabello.

—por supuesto... ¡que no! —gritó el castaño, llamando la atención de varias personas y observando los ojos de perrito que había puesto su amigo. —es demasiado peligroso que me acompañes, cada vez que lo haces pierdo dinero de mi bolsillo, y no es divertido.

harry suspiró.

—lo siento li, es sólo que amo que me pongas atención.

liam sonrió levemente; jamás se podía enojar con hazz.

—no te preocupes hazz, esos ancianos pueden pasarse sus triunfos por el culo, amo que me acompañes, y claro que puedes hacerlo el otro sábado —aclaró, antes de que harry lo mal interpretara.

harry lo miró con una fingida extrañeza. —tienes los cambios de humor más raros...

liam rodó los ojos, como siempre lo hacía desde que conoció a harry, hace siete años.

liam y harry actualmente tenían dieciséis, ellos se habían conocido a los nueve años por amigos en común.

no es que estuviese orgulloso de decirlo, pero liam era alguien muy retraído que disfrutaba en exceso de la soledad y de ver documentales de national geographic junto con su padre. un día su madre (la cual no soportaba que su hijo no pudiese ni salir al parque por su propia cuenta) llegó con una señora rubia de sonrisa bonita y con un niño al parecer de su edad, rubio también, y con unos hoyuelos y sonrisa aterradoramente adorables.

desde ese entonces liam no volvió a ser el mismo. de alguna manera, su amigo un año mayor que él, lo hizo ver el mundo de diferente manera.

para cuando el rubio le presentó a harry (el cual juraba tener nueve años también pero parecía de cinco por esos ojos gigantes y verdes, dignos de un anime), liam ya era un chiquillo completamente diferente, el cual hasta ya hacía travesuras.

ashton, el rubio con hoyuelos, de lo único que no pudo separar a liam fue del ajedrez (y de su amor por los erizos).

al principio solo eran los tres, hasta que ashton cumplió los quince años y harry y liam tenían catorce, conocieron a tres tipos más (gracias al alma sociable de ashton, la cual no se saciaba de conocer gente). eran extraños, los chicos nuevos; uno, para tener quince, ya tenía perforada la lengua y una oreja, ése era luke. otro rubio más.

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