CAPÍTULO 12

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12|NO LO HE SOÑADO, ERA REAL

David

Despierto como si hubiese dormido durante un siglo entero y con una sonrisa tonta en la cara.

—Alex... —murmuro, ella es lo primero que me viene a la cabeza.

No entiendo el porqué de ello, lo único que entiendo y sé es que la resaca ya no es una competencia para mí. Me estiro en la cama y noto como la espalda me cruje devolviendo cada vertebra a su posición inicial. Finalmente doy un largo bostezo y me vuelvo a acurrucar entre las sábanas. Dios me encanta estar así por las mañanas, es una de las pocas cosas que logran relajarme por completo. Claro que antes de todo eso está el sexo. Creo que comienzo a tener cierta obsesión con él, ¿debería comenzar a preocupar? Claro que no, el sexo es deporte y el deporte es salud.

Un olor bastante conocido como lo es el alcohol pronto se hace presente cuando doy media vuelta sobre mí mismo, pero esta vez ese olor no está solo, es alcohol mezclado con un olor que no logro identificar. Es un olor dulce y fresco el que se extiende al otro lado de mi almohada, y comienzo a reconocerlo. Es un perfume de chica. Joder, ¿pero desde cuándo no cambio las sábanas? Hace demasiado tiempo desde que no traigo a nadie a casa.

Una de dos, o soy demasiado cerdo como para no haberlas cambiado durante semanas o aquí está noche ha dormido alguien.

Sin darle mayor importancia al asunto doy un brinco y me levanto de la cama de sopetón. Cuando mis pies tocan el frío suelo un escalofrío recorre todo mi cuerpo y me obligo a mí mismo a frotarme con las manos los brazos para entrar en calor. Al final acabo dándome cuenta de que estoy totalmente desnudo. Suelo dormir así, es más, me gusta dormir como mi madre me trajo al mundo.

Repaso toda la habitación con la mirada y veo la montaña de ropa que tengo encima del escritorio. Necesito poner una lavadora cuanto antes. Abro el primer cajón de la mesilla de noche y acabo atrapando uno de los pocos bóxers que me quedan limpios, me los pongo y busco algo con lo que abrigarme, hace un frío que pela. Al terminar de vestirme observo nuevamente la montaña de ropa, creo que es hora de echar a lavarla o más bien debería de poner ahora mismo la lavadora. Si mi madre viese esto le daría un infarto. Por suerte esto ella nunca lo verá, y por suerte para mí ella nunca me regañará. Mi habitación en lugar de parecer un dormitorio decente donde estudiar y dormir parece una pocilga sucia y asquerosa en la que yo mismo soy el cerdo.

Hasta este año en el que me he alejado de mi hogar y de mis padres no me he dado cuenta de lo descuidado que soy, y por eso mismo dejo la montaña de ropa que pensaba echar a lavar en mi habitación. Ya pondré la lavadora más tarde y sé que ese tarde se convertirá en mañana, y que ese mañana se convertirá en pasado mañana, y así sucesivamente hasta que no tenga nada limpio que ponerme o hasta que vaya a casa a ver a mis padres y mamá me limpie la ropa.

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora