Prólogo

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El césped amarillento desde ese lugar se veía triste, las hojas secas de los árboles oscuros parecían escalofriantes y las lápidas grises y engrietadas causaban un enorme dolor para cualquiera que se atreviese a mirarlas.

Un cuervo hizo un sonido temible que se expandió por todo el cementerio. El eco retumbó en las lejanías y unas personas se sorprendieron desde el otro lado del lugar. Tal vez recordaron que estaban en el lugar más triste de la ciudad, o simplemente se asustaron.

Los ojos viejos y cansados del señor se movieron dando una señal de que era hora de irse. Lauren asintió lentamente y tomó la mano de su padre.

"Lo siento tanto, vamos a volver mañana". Dijo Lauren en su cabeza, hablándole mentalmente a la piedra que tenía escrito el nombre de su madre.

Lauren volteó hacia atrás cuando estaba caminando al lado de su padre para salir del cementerio, su remordimiento estaba comiendo su interior.

"Regresa a casa, mami." Rogó la pequeña de seis años cerrando los ojos. Ella no estaba prestando atención a su alrededor, así que cayó sobre sus rodillas.

No fue el golpe, Lauren solía caerse de vez en cuando al jugar con sus vecinos o andando en bicicleta, ya estaba acostumbrada; sin embargo, la niña aprovechó su caída para soltar el llanto que había estado creciendo en su pecho, abrazó sus piernas y lloriqueó lo más fuerte que pudo. Sus gritos terminaron en sollozos débiles.

Su padre puso sus brazos a su alrededor y la cargó para poder llevarla a su auto, acababa de enterrar a su esposa y su hija necesitaba de él. Michael debía ser fuerte por Lauren.

Cuando estuvo dentro del auto, ella comenzó a golpear su cabeza con sus pequeños puños para calmar el dolor y las lágrimas. Sentía que no podía respirar, sus pulmones se atascaban mientras su pecho ardía de dolor.

El auto se puso en marcha y Lauren saltó al otro lado para poder ver mejor mientras se alejaban.

"Regresa a casa, mami."

Otra Cucharada de Jarabe para la TosWhere stories live. Discover now