Porcelana

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En la vieja casa de los Jeon, el pequeño Jeongguk cumplía 7 años y sus padres había decidido que su próximo regalo sería algo que el niño tendría que cuidar, pensaban que a los siete años y con una hermana en camino, el pequeño debería aprender a ser un poco más responsable. Por su parte, Jeongguk era un niño lleno de virtudes y sonrisas cálidas y, como todos los niños de su edad, tenía una insaciable sed de reconocimiento y al recibir aquel reto lo acepto gustoso deseando que sus padres se dieran cuenta de lo mucho que cuidaría de su obsequio.

-Jeonggukie, ya puedes abrir tu regalo -su madre le dijo con un tono amable-, espero que realmente cuides de él.

El pequeño asintió con los ojos muy abiertos y los finos labios apretados debido a la emoción, su padre, por su parte, sólo le sacudió el cabello y le animó a finalmente abrir la caja con cuidado.

Jeongguk dejó al juguete que llevaba en las manos sentado en el sillón, el simpático muñeco de cabellos naranjas observaba la escena, contento de ver al pequeño amo siendo feliz. Su nombre era Jimin y había pertenecido a Jeongguk desde su primera navidad, conocía y quería a su niño de una forma muy inocente y pura; el pequeño también le mostraba aquel afecto llevándolo a todos lados y contándole pequeños secretos y travesuras de las que Jimin se reía cuando estaba solo.

A través del tiempo Jimin había observado cumpleaños, tras cumpleaños, seguido de navidades y graduaciones en las que Jeongguk recibía juguetes mucho más relucientes, caros y finos que él, hechos de materiales más bellos y con mejor ropa, sin embargo, él siempre había preferido a aquel percudido muñeco de trapo y Jimin quería a Jeongguk por eso, él era suyo en todos los sentidos, a pesar de su inseguridad el niño de ojos vivos le había dado un sitio especial y por encima de los demás.

Pero ese día, Jimin tuvo miedo, Jeongguk se hacía más grande, cada cumpleaños era casi igual, pero, por alguna razón desconocida para Jimin, los siete años sonaban y se sentían muy diferentes, parecía que perdía una parte de Jeongguk.

Al ver el empaque Jeongguk mostró una cara de enfado, realmente esperaba algo más adecuado para un niño de su edad, pues además de todo, era muy astuto y juicioso y, según su criterio, aquel muñeco de porcelana no era algo que un niño de siete años debería recibir.

-Es el muñeco de la abuela -la decepción en el rostro de Jeongguk era más que obvia y ante ello su madre se sintió un poco dolida, pues no era la reacción que esperaba.

- ¿No te emociona, pequeño? Es muy antiguo y delicado, deberás cuidarlo bien -su madre sólo pudo ver una mueca de resignación pasar por el rostro del niño.

-Te prometo que seré cuidadoso, además quiero que mi hermanita lo vea después, pero estoy algo preocupado por Jimin, ¿Crees que le agrade?

Sus padres se miraron sorprendidos antes de entender el porqué de sus preocupaciones, en algun momentos había visto raro el apego de su hijo por aquel muñeco, pero pronto se acostumbraron a ello hasta aceptarlo, después de todo Jeongguk era sólo un niño y no tenía con quien compartir sus horas libres.

Desde el sillón y sin moverse ni un poco, Jimin observó fascinado la escena de los tres Jeon riendo sentados en la alfombra, siempre que veía cuadros así, Jimin deseaba guardarlos en su memoria para después, para su desgracia era sólo un juguete y olvidaba todo tipo de detalles importantes nada más de pensarlo.

El juguete de cabello naranja vio a la nueva pertenencia de su amo y se sintió abrumado de repente pues Jeongguk jamás había recibido algo tan pulcro y refinado como aquello, nada se le podía comparar aquellos rasgos tan exquisitos y ojos brillantes. El muñeco de porcelana ni siquiera podía ser calificado como un juguete a ojos de Jimin, aquel debería ser más bien parte de una galería de arte. El color pálido de la porcelana relucía bajo la luz que se colaba por la ventana, labios delgados, barbilla afilada y ojos expresivos eran los rasgos más destacables de aquella figura, pero todo parecía tan bien hecho que Jimin solo se pudo quedar embobado reprochándose a sí mismo lo sucio y descuidado que él mismo estaba. Mientras aquel vestía una camisa de seda llena de detalles pequeños hechos por manos prodigiosas y un simpático gorrito que quedaba a la perfección en la simetría de su cabeza, Jimin vestía una playera de algodón sencilla y un pantalón corto remendado de todas partes debido a la brusquedad con la que Jeongguk jugaba algunas veces.

Jimin era un simple juguete mal hecho al lado de aquella elegante figura de porcelana.

Después de una corta celebración con un pastel de fresas, el favorito de Jeongguk, el cumpleañero entró a su habitación con Jimin abrazando y en el otro brazo con su obsequio que pronto había recibido el nombre de Yoongi, cosa que hizo gracia a Jimin por la creatividad de su amo para ponerles nombres tan adecuados.

-Mi madre me ha dicho que cuide de ti, pero no creo ser muy capaz de hacerlo, espero que no te molestes conmigo, pero por ahora debo dejarte bien guardado si no quiero que te rompas, buenas noches Yoongi -Jimin estaba siendo sujetado con firmeza y observaba como Jeongguk dejaba a Yoongi dentro de su baúl de juguetes sin sacarlo de la caja ni siquiera.

Tras sentir que la respiración de Jeongguk se hacía ligera, con facilidad se zafó del agarre del niño y con cautela bajó hasta llegar al baúl de juguetes en dónde destacaba la vieja caja que resguardaba a la nueva pertenencia de su amo, se armó de valor y tocó la superficie de la caja apenas y arrepintiéndose al ver que Yoongi abría los ojos apenas sentir la pequeña sacudida.

-Lo siento, es sólo que pensé que estabas incómodo ahí -Jimin metió sus manos a su pantalón lleno de roturas.

-Déjame sólo -con frialdad, Yoongi le contestó antes de quedarse quieto de nuevo y algo dentro de Jimin se revolvió y le hizo estremecerse de una manera que hasta ese momento le era desconocida.

Yoongi era más que un simple juguete y Jimin se sentía encantado por su presencia.

Porcelain and Poetry | YoonMinWhere stories live. Discover now