Un toque de muerte

80 8 13
                                    

Lo primero que recuerdo haber sentido fue una sensación de agobio y asfixia. No entendía lo que me ocurría. La oscuridad se encontraba a mí alrededor, devorando toda mi seguridad. No podía ver nada a pesar de tener los ojos abiertos y notaba mi cuerpo, o la falta de el, omnipresente. No notaba vida en mí pero de alguna manera seguía siendo yo. ¿Estaba muerto? ¿Podría ser este el limbo o lugar de donde procedemos, si es que existe alguno? El tiempo pasaba aunque yo no tenía noción de él. Recuerdo haber llegado a un punto en el que di por sentado estar muerto. No podía ser más que un castigo por algo que había hecho y ahora iba a "vivir" en soledad y agonía durante toda la eternidad.

Y entonces llegó el ardor. Ardor que hizo que saliera de mi letargo. La sensación radiaba de un punto de mi cuerpo y se extendía por todo mi ser como pólvora. Seguía sin entender que estaba mal conmigo y la oscuridad proseguía. Intenté mover un brazo pero mi cuerpo me castigó al no obedecerme. Notaba las extremidades pesadas y un hormigueo las recorría. No tenía control sobre mí.

La opresión y la ansiedad hicieron acto de presencia a medida que mi consciencia volvía a funcionar. ¿Quién era? ¿Dónde estaba? ¿Qué me ocurría? ¿Por qué? Me sentía impotente, como si fuese un mero espectador de este grotesco espectáculo.

De repente, una luz aclaró mi oscuridad y se expandió como si de la onda expansiva de una bomba se tratase. Con ella, llegaron todos los recuerdos velozmente. El plan, la cruz, la huida, los disparos, Nathan ayudándome a escalar esos últimos metros que nos separaban de la libertad...

-¡Nathan! – susurré, y al hacerlo, todo el cuerpo me dolió.

¿Dónde estaba? ¿Lo había conseguido? Me llevé una mano a donde la herida se encontraba, palpando en el camino una venda que alguien había colocado. La confusión y el adormecimiento habían pasado a un intenso dolor y estaba rabiando. Nunca había sentido tal agonía. Aunque el dolor era comparable con el pensamiento de haber perdido a Nate. Necesitaba salir de este tugurio y averiguarlo.

¿Seguía en la cárcel? No podía ver nada, lo único que sabía era que estaba postrado sobre un duro colchón. Intenté levantarme pero una oleada de dolor me dejo sin respiración y volví a caer sobre el catre.

No sabía cuánto tiempo de angustia había pasado mientras iba al mundo de morfeo solo para regresar llorando de dolor. No podía dejar de pensar en Nathan, obligándome a ser optimista. Aunque odiaba admitir que una pequeña parte de mi sentía que había sido abandonado.

De repente, la puerta de la celda se abrió con un sonoro golpe y la luz me cegó. Tuve que apartar la mirada y escuché ecos de pasos entrando en la sucia habitación.

-Gringo – dijo una voz ronca y autoritaria. Levanté la mirada y vi a un guardia al que no conocía.

-¿Qué ha pasado? – pregunte con voz pastosa.

-Tú sabes, es curiosa tu historia y la de tus amigos, sois como fantasmas. No estaba registrada ninguna de vuestras admisiones y sin embargo aquí estabais, intentando huir de un lugar del que no formáis parte. Sinceramente, me importa una mierda lo que estuvieseis haciendo pero os cargasteis a ese pobre diablo de Vargas. No puedo dejar que os vayáis de rositas. Y teniendo en cuenta que tú eres al único que hemos atrapado, tú serás el que pague por vuestros actos.

Me costaba un poco entender las palabras pero una frase resonó en mi mente: "tú eres al único que hemos atrapado". ¡Habían logrado escapar! ¡Nate estaba vivo! No pude evitar sonreír débilmente, sintiendo que una pesada carga desaparecía de mis hombros.

-¿Te divierte el saber que vas a pasar tu puta vida consumiéndote en este lugar del demonio? Porque te aseguro que de aquí solo saldrás en una bolsa para cadáveres.

Y rápidamente salió de la celda cerrando de un portazo la puerta. Al fin el discurso había hecho mella en mí y note como perdía fuerzas al comprender su significado. La oscuridad volvía a envolverme y comencé a sollozar sintiendo que la negrura de mi alrededor no era semejante a la que se abría paso dentro de mi ser.

Un toque de muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora