Capítulo uno

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Era imposible dormir aquella noche. El calor, los mosquitos constantemente zumbando al lado de su oído, la respiración apacible de ella en sueños. Ya no aguantaba más. A todo eso, había que sumarle el incansable cosquilleo de sus piernas. Sentía que no tenía que estar recostado, que tenía que pararse y caminar, caminar, caminar sin rumbo alguno. Tardó un poco en salir de aquella cama que chirriaba ante el mínimo movimiento, sin embargo aquello no pareció interrumpir el sueño de la chica.

Kim SungGyu caminó hasta la cocina, y se sirvió un vaso de jugo con hielo. Mientras bebía de pequeños sorbos, se detuvo a pensar en qué era aquella sensación incomoda en su pecho, que le venía persiguiendo de hace meses. Tenía todo lo que alguien de su edad podría desear; buen trabajo, una buena novia que le era fiel y hermosa, buena relación con su familia y amigos. Sin embargo, sentía que algo le faltaba, o le sobraba. Y ese algo era lo que le impedía dormir de noche y sentir esas ganas de huir sin vuelta atrás. En ese momento, un pinchazo de su brazo derecho le quitó de sus pensamientos, un mosquito saciaba la sed justo como él, pero de su sangre. Sin pensárselo dos veces, SungGyu palmeó contra su brazo, quitándole la vida instantáneamente a aquella molestia, dejando atrás un dolor vago y una pequeña roncha. Como si aquel golpe hubiera sido la señal de entrada, Chorong, su novia, apareció tras el marco de la puerta. Estaba somnolienta, su flequillo un poco despeinado y miraba a su novio con los ojos entrecerrados a causa del des acostumbramiento a la luz.

— ¿Tampoco te dejan dormir los mosquitos? ¿O es otra cosa? ­— Caminó hasta su lado, tomando un vaso para servirse jugo. SungGyu negó lentamente con la cabeza, mirándola de reojo.

— No pasó nada. El calor, la sed y también los mosquitos.

— Intenta dormir, mañana tenemos que levantarnos temprano. Además viene tu mamá a comer y tengo que ordenar— Chorong exhaló un suspiro, sintiendo ya el cansancio de todas las tareas que le venían encima.

SungGyu se detuvo a observarla. Bajita, delgada, cabello negro, ojos grandes. Ella era hermosa sin dudas, jamás se imaginó que una chica así se detendría a mirarlo si quiera. Pero allí estaba, él sabía que ella lo amaba como si no hubiera final, lo notaba cuando ella lo miraba, cuando le tomaba la mano en la calle. El dolor en su pecho le volvió.

— ¿Qué pasa? — Le preguntó Chorong, mientras sostenía una galletita dulce en su mano. — Estoy gorda ¿No? Eish, Gyu, te dije que no me dejaras comer de más.

Dicho aquello, la joven tiró la galleta sobre la mesada. SungGyu colocó una mirada de desconcierto hacia ella.

— No digas cosas tontas, no estás gorda y dudo mucho que llegue en día en que tengas aunque sea un gramo de más.

Dicho aquello la joven volvió a tomar la galleta que había rechazado antes y se la zampó de un bocado, mirando al chico y sonriendo. SungGyu igual soltó una carcajada, estirando los brazos hacia ella para atraerla. Al ya tenerla cerca, ciñó sus brazos a ella, dejando un pequeño y tierno beso en su hombro. No podía, simplemente no podía herirla.

— Vamos a dormir, gordita. O te vas a terminar por comer todas las galletitas sola.

Lo que tenía SungGyu es que ya estaba aburrido de su vida. Le aburría ya dormir en la misma cama, en la misma habitación, en la misma casa. Le aburría despertarse a la misma hora todos los días, desayunar lo mismo, que Chorong le hiciera los mismos comentarios. Le hastiaba trabajar en la misma empresa de diseño y publicidad, tener reuniones con los mismos hipócritas recién salidos de la universidad con sus ideas llenas de estereotipos sacadas de tumblr e instagram. Lamentablemente, como su jefe decía siempre, era lo que vendía en el momento. Luego, regresaba a su casa, con ganas de cubrirse los oídos y encerrarse en algún lugar solo, pero siempre estaba allí alguna amiga, algún pariente, o alguna persona nueva invitada a cenar. Sonreír, caminar, besar, abrazar, ya era todo falso. Ya era algo que se había impuesto automáticamente, porque si alguien le preguntaba "¿Qué es lo que te sucede? ¿Qué tienes ganas de hacer?", SungGyu simplemente no sabía. Era triste, estaba por cumplir los 30 y ya no tenía ganas de hacer nada con su vida.

Un lugar donde huirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora