CAPÍTULO 23

39.1K 2.6K 969
                                    

23|UNA CITA SIN BESO NO ES CITA

Alexandra

—Bueno, pues pásalo bien tú sólo en la cita... —digo haciendo comillas con los dedos—. Yo me voy —le informo retomando mi camino.

Doy media vuelta y comienzo a caminar. Escucho los pasos de David detrás de mí a paso rápido hasta que consigue colocarse a mi lado. Caminamos unas cuantas calles en absoluto silencio. Le miro de reojo un par de veces, y veo que se encuentra con una sonrisilla sospechosa en el rostro. ¿Qué se le estará pasando por la cabeza? ¿En qué estará pensando? Seguro que no es nada bueno, y lo deduzco porque viniendo de él nada lo es. El silencio pasa de no tener importancia a hacerse incómodo, y dos calles más adelante me canso de su sonrisilla, esa que dice "Tengo un secreto y tú no lo sabes'.

—Vale, ya —digo parándome en seco y cruzándome de brazos de cara a él—. No tengo ganas de bromas —espeto.

—Oye, ¿qué tal si comemos algo? —propone—. Qué te apetece más... ¿Chino o pizza? —me pregunta ignorándome por completo dándome a elegir entre dos opciones.

—¿Me has escuchado? No tengo ganas —le repito.

Sé que mi cara debe ser la representación exacta de la tristeza y el enfado. Ver así a Gabi me ha destrozado, y no haberme despedido de ella me ha dolido. Cada vez que voy a verla es lo mismo. No sé cuántos libros me habré leído, ni cuántos kilos de helado me habré comido intentando que esos sentimientos me abandonen por momentos.

—A mí me apetece más pizza, además, conozco un lugar por aquí cerca que te encantará —sigue diciendo mientras se dedica a ignorarme.

—¿Me estás ignorando verdad? —le pregunto, aunque es más que obvio que lo hace.

David se rasca la nuca nervioso.

—No estoy de humor para tus bromas... —le digo con seriedad.

—Ven, vamos —dice cogiendo mi mano.

Dejo de rechistar una vez que comienza a tirar de mí, y así, con nuestras manos entrelazadas, recorremos de la mano calles llenas de luces y decorados navideños. El rojo, verde y dorado llenan los escaparates de las tiendas y la entrada de los distintos restaurantes por los que pasamos. David ha tenido mucha suerte al encontrar un apartamento tan alejado y en un barrio tan tranquilo. Me encanta esta época del año, esta época en la que todo es alegría, luz y amor. En ese momento mi mirada se va directa hacia nuestras manos entrelazadas. Se ven tan bien, se siente tan bien... Pero esto no es lo más apropiado. Al menos no para mí.

—Ya hemos llegado —anuncia deshaciéndose de mi agarre.

Mi mano se siente fría sin su contacto. La miro por unos segundos antes de mirar el lugar al que me ha traído. Al mirar al frente veo un local. Este es pequeño, pero parece acogedor. Al entrar en él veo que a duras penas tiene una barra, unas cuantas mesas y unas cuantas sillas repartidas por el reducido espacio. Las paredes están pintadas de color rojo, y de ellas cuelgan varias fotografías. Voy fijándome en cada una de ellas, y entonces me doy cuenta de que las fotografías tratan del mismo grupo de amigos pero en distintos años. Es increíble cómo pasa el tiempo...

La primera vez con mi peor enemiga.©Where stories live. Discover now