Bailando una vez más al ritmo del corazón

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Una noche de octubre, Camila bajó –por muy raro que parezca– a las afueras de su urbanización por petición de su vecina de apartamento, la cual, había planeado una reunión con sus compañeros de estudio, quería que Cami conociera a uno de ellos...

Al cabo de un tiempo, –en espera del hielo y el licor–, llegó un ciudadano de la zona. Éste con dulzura llevó a Camila a un restaurant cercano, diciéndole: "¿me acompañas a buscar a un amigo?". ¡Por supuesto!, respondió Cami. Ella lo alcanza y al unírsele, él respetuosamente desliza su brazo por su hombro izquierdo, causando en ella asombro, pero sin disgusto.

– ¡Ha llegado Ramón! – se le escuchó vociferar a María José.

­– ¡Y el hielo– divulgó Camila. – ¡Al fin! – concluyó suspirando.

– ¡Vamos! Dijo Hadolff con entusiasmo.

Entraron a la zona residencial y se ubicaron entre los dos edificios más antiguos de allí.

Hadolff tomó la pulsera de Camila y, detallándola, dejó escapar en voz alta una pequeñísima duda:

– ¿Son corazones?­–.

–Sí–

– ¿Y es de oro?

–No lo sé, mamá me la obsequió creyendo que no, pero a mí me parece que lo es.

­–Mmm. ¡Es muy bonita!

– ¡Gracias! ¿Me cuentas algo?

–Hace un rato que llegué de la playa; andaba con mis amigos y mi mascota Mara, es una perra adorable, ¡mírala! (dijo enseñándole su teléfono celular), la tengo desde que era una cachorrita. ¡Algún día la traigo para que la conozcas! – Agregó con delicadeza.

-¡Que bella es! concretó Cami, con ojos brillantes–.

– ¿Por qué no nos quedamos en el caney?, ¿te ha de parecer buena idea? – sugirió Hadolff.

–Sí, perfecto, come on– balbuceó.

Luego de algunos tragos, Hadolff empezó por cariñosas cosquillas, Cami queriendo parar de reír detenía con amor sus manos, hasta que las dejo posicionarse sobre su cintura y yéndose débilmente sobre su costado, finalizaron por arte de magia.

Pronto, Hadolff tomó asiento en una banca cercana, y llamó desde allí a Camila para que lo acompañase. Cami, un tanto sonrojada, movió sus piececitos uno detrás del otro con esmero pero haciendo parecer que sin ganas. Se posó a un lado y, entre dientes, dijo: –dime–.

– ¡Quédate aquí conmigo! – declaró con carácter risueño, viéndose posesivo aunque juguetón.

– ¡Bien!, ¿y ahora qué?

Antes de dejar a Camila intervenir cualquier otra cosa, giró apasionadamente su cuello y rosaron sus humedecidos labios. Entre variados gusticos, se multaban la comunicación entre ambos. Así hasta subir cada uno a su hogar. ¡Él solo vive a tres pisos!

¡Ni un día más! Le consumían los deseos de verla, escribía a su móvil con exaltación, esperando respondiera afirmativamente a su anhelada visita. Cami, habiendo pasado el día aun con sonrojo en sus pómulos; anocheciendo contestó: –Ya puedes venir–. No pasaron 10 minutos de mucha sosobra, Hadolff se encontraba frente a su puerta. Se ubicaron en el gran sofá rojo de doña Grunch... En horas de la madrugada, entre último de octubre y primero de noviembre, él le propuso que aceptara ser su novia; ella seducida, no esperaba tan expedita iniciativa.

– ¡¿Tan rápido?! – exclamó.

­–Antes que te niegues, entonces esperemos un año y te lo propongo de nuevo– expresó con travesura.

–Ps, acepto– sin pensar, aclaró Camila.

Fue entonces el inicio de esta emocionante y fantástica unión...


¿Amor o Indiferencia?Where stories live. Discover now