INMORTAL

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El día que su pueblo fue asediado por las tropas del Rey Codicioso no había nadie para defenderlo, otros lugares tenían potencial de batalla y resistían los ataques durante días pero usualmente el Rey vencía, había personas que comentaban como este soberano al entrar a la sangrienta lucha cambiaba su cuerpo por roca, diamante, carbón y demás materiales. Debió tener tal poder con ayuda de algún hechicero Valmor o cualquier otra criatura mágica, lo cual era inusual por la tensión bélica de la época entre especies. Pero, ¿por qué aquel Rey atacaría a más humanos y no a gigantes o dragones? o con el gran tamaño que adquiere ¿por qué no hacerle frente a los ya casi desaparecidos Colosos?

Ya daba igual, el ataque estaba concluyendo y su indefenso pueblo ni siquiera necesitó la presencia del monarca. Todos sus seres queridos y conocidos habían perecido ese día en que el ocaso arribaba, con fuego iluminando en la creciente oscuridad tomó sus largas ropas y se puso la capucha de tela negra y tomó su vieja espada . Liberó a los moribundos aldeanos de su prisión corpórea mientras se preguntaba si habían muerto peleando o huyendo, el ver soldados en el suelo y flechas el las paredes de piedra le calmaron un poco, pues habían peleado con todo su ser.
Él, quién había protegido ese lugar hacía casi setenta años de tantos ataques con magia, con espadas y de criaturas misteriosas había vencido, solo para observar la siguiente y sangrienta batalla, en la cual no pudo intervenir peleando.

"Hubiera preferido ir con ellos." pensaba mientras caminaba entre los cuerpos, pero eso es normal, sería el pensamiento irónico de cualquier ser inmortal.

Estaba en todas las batallas existentes, pero no peleaba, sus días de blandir el acero habían terminado y solo quedaba matar de manera sutil, aburrida y sin mostrar alguna especie de piedad.

Cuando estuvo a punto de morir fue memorable, había una batalla a las puertas del pueblo que los tomó por sorpresa, los soldados de todos los bandos entraban, robaban, saqueaban y profanaban. Peleó junto a su padre, su hermano, amigos y desconocidos para mantener fuera a todo enemigo, todos en el pueblo habían planeado irse al amanecer pero eran demasiados, tantos que no podía ver a los suyos, cuando una lanza de gigante, grande, de roble y roca pesada le atravesó el abdomen y le hizo retroceder tres metros, casi tanto como la altura de quien lo atacó, no le quedó otra opción que aceptar la inmortalidad. -¿Cuál es la parte mala?- había preguntado mientras se desangraba a una velocidad sin igual.
-Encontrar a alguien como tú- respondió la tranquila mujer de cabello rojizo mientras se cruzaba de piernas a su lado.
No había tiempo de pensar, ni siquiera podía hacerlo con claridad, solo veía de forma borrosa como la defensa cedía y necesitaba proteger. Como gesto de amabilidad la mujer tomó con algo de esfuerzo la lanza fuera de su pecho y gritó -¡Levántate, y toma mi vida!- el chico tomó su espada y obedeció, la mujer cayó al frío suelo con una gran herida en el corazón mientras su asesino se levantaba eufórico y con una facilidad de matar inmensa, todos perecían, solo le tomó unas horas en ver como se retiraban todas las tropas, tenía cortadas, raspones y alguna flecha clavada en la espalda, además de la gran herida en el pecho, pero protegió a todos los vivos. Mientras estos lloraban a los muertos y a él.

-En cierta forma soy un monstruo, como el Rey Medgor, ojalá pudiera tan siquiera tocarle.-

Lo cierto es que solo podía intervenir pocas veces y el día que defendió su pueblo no existía la posibilidad de advertirles. Algunas personas le dedicaban agradecimientos al momento de morir a su lado, otros le temían, todos tenían reacciones distintas al momento en que buscaba su similitud con él.

Vivió lo suficiente para aprender que el Rey Codicioso no era el único elemental que había existido, o que lo haría, estuvo con muchos Varmol que le contaron todo sobre el Pragmo o magia, gigantes que relataban leyendas ancestrales y humanos, temerosos humanos que después de tanta guerra imploraban por paz o por mas muerte.
El ser inmortal quería venganza, de verdad, pero no podía hacerse presente para eso, no para matar a un elemental y su objetivo a pesar de que se cumpliría con el Rey -Codicioso- pensó entre risas, no sería buena idea. Así que siguió buscando a alguien como la mujer de cabello rojo, alguien como sí mismo. Las aldeas eran tan potenciales pero ningún habitante le servía. Los gigantes moribundos no estaban interesados, habían vivido vidas tranquilas y longevas que no estaban dispuestos a ignorar. Lords que anhelaban descendencia, Colosos dormidos que se veían sin interés, no se podía acercar a los dragones centenarios, Varmol que trataban de defenderse con su magia -Son solo humanos con el poder del Pragmo, deberían ser igual de persuasibles.- Acudía a guerras y traiciones donde hablaba con todos los moribundos, nadie aceptaba y el los liberaba de su cuerpo. Llegó a pensar que nunca hubo nadie que matara más que él, aunque sea para liberar.

A veces se sentaba en las montañas al borde del abismo a admirar con cierto desprecio el castillo de Medgor.

Mientras buscaba encontraba más conocimiento del Pragmo, el primer elemental habitaba lejos en los bosques del Alba hacia el Este -Viento.- se repetía para no olvidarle aunque no tenía mucha intensión de visitarle, pues no era su prioridad aprender de ellos. Le gustaban las montañas y océanos pero lo que más apreciaba ver eran los bosques eran lugares increíblemente bellos, parecían paisajes inmortales, tal como él. Tal vez eso y el hecho de que en un momento un anciano leñador que no fue candidato pereció en el bosque del Alba le impulsaron a encontrarse con esa chica de cabello blanco. Vestida con las hojas del otoño que caían y volvían a flotar a su alrededor le preguntó sus intenciones, -Encontrar a alguien como yo, pero eso no es lo que busco en ti. Mi pregunta es, ¿un elemental puede morir?- a lo que ella rió un momento.

-¿No estas rodeado con suficiente muerte ya? y es lo único en lo que piensas.-
-Es lo que conlleva no morir nunca.-
-Bueno, puede morir, pero no como los demás. Pues volverá a nacer casi de maneras imprevisibles, como tú.-
Agradeció a la chica su saber y se fue, no era como él en ningún sentido pero le sirvió para saber que podía, de alguna forma morir.
Continuó por años mientras veía al Rey hacer fortunas inmensas y las guerras, al igual que cuando nació, eran interminables, aunque a el tristemente le beneficiaban para su búsqueda.

Cuando se enteró del ataque al castillo de Medgor comprendió la codicia de tal plan, atacar al aterrador monstruo que conquistaba todo, ese que estuviera con tan pocas ganas de morir y que le daría el beneficio de venganza debía estar ahí. Acudió y la masacre había comenzado, cuerpos por todos lados, el fuego reflejado en el acero, la roca de las murallas cayendo al ser golpeadas por las catapultas, flechas y cuerpos en el suelo, explosiones y gritos de guerra en el aire y humo cubriendo los cielo. -Aquí está- pensó -"La alianza".- estaba conformado por tantos y tantas especies. Atravesó el campo de batalla hasta un hombre de corta pero espesa barba, estaba recargado en una muralla atravesado por una espada de diamante y se percató entonces que eran iguales.

-¿Y que dices? ganarías.- preguntó de cuclillas frente al hombre.

-¿Por qué?... ¿Qué es la parte mala?- apenas se escuchaba su voz.

Tuvo una nostalgia increíble.

-Encontrar a alguien como tu.- dijo emocionado.
El hombre asintió con sus ultimas fuerzas y el ser inmortal se llenó de júbilo.
-¡Levántate, y toma mi vida!- sintió finalmente el filo del diamante entrar en su pecho, justo encima de la gran herida de lanza. Su cuerpo cayó y con el ultimo aliento de un cuerpo inmortal observó vagamente como el hombre usaba su eternidad en batalla. Pudo ver a través de las lagrimas a su pueblo, próspero y vivo, recibiendo al ultimo integrante de esa comunidad con amor y emoción, frutas y carne, familiares y amigos se sentaron en la plaza central invitándolo al banquete.

Ya no era más un ser inmortal, ya no era más "La Muerte".

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⏰ Last updated: Oct 15, 2016 ⏰

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