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Esto es una especie de secuela que hice del fanfic Threesome de la autora Daraa17.

         

       

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Mayo 21 de 2015, jueves.

—Aquel bastidor de allá, por favor —pidió Yoongi, señalando un esqueleto de madera cubierto con tela gruesa para pintura.

La encargada de la tienda se acercó sonriendo hacia el objeto y se lo tendió. El pelirrojo examinó el temple y la dureza del cuadro, pero no pareció muy convencido.

—No, prepáreme uno, con estas medidas.

Extendió un papel a la señora y ésta asintió, llamando a un joven y ordenándole que preparara un bastidor para el cliente. El chico, que escondía sus ojos tras una gorra, le hizo un gesto para que lo siguiera. Yoongi miró de reojo a Jimin, que había insistido en ir a acompañarlo a una tienda de Arte a conseguir los materiales para su trabajo final de su clase de Pintura III. El pelinegro no había pronunciado palabra desde que llegaron, se limitó a esconder las manos dentro de los bolsillos del pantalón y seguir al mayor de aquí para allá, viéndolo seleccionar pinturas, decidiendo entre dos colores, a su parecer, idénticos, pero que para Yoongi eran distintos.

Fueron a un pequeño cuarto lleno de instrumentos manuales y con olor a madera y metal en el aire, con restos de aserrín por todos lados. El chico se dirigió a una mesa, donde armó un esqueleto con tablas y las unió con unos fuertes ganchos. Jimin arqueó una ceja cuando el joven tomó una serie de clavos pequeños y una tela gruesa que había enrollada en un soporte de alambre.

—Los clavos atrás, no a los costados —exigió Yoongi.

El menor lo miró y luego se centró en ver cómo el otro muchacho estiraba fuertemente la tela para que quedara bien templada y empezaba a doblarla en el esqueleto, uniéndola de a martillazos con los clavos. El pelirrojo asentía a cada golpe en la madera sin parpadear, Jimin tuvo que entrecerrar los ojos para que el golpeteo dejara de obligarlo a parpadear. Una vez terminado el bastidor, el joven lo cubrió en una bolsa con el logo de la tienda y los guió a la caja, donde la señora atendía a otros clientes.

Miró los materiales que el de piel pálida había elegido e hizo un cálculo.

—¿Cuánto es? —preguntó Jimin sacando su billetera del bolsillo trasero de su pantalón y extrayendo una tarjeta de crédito, ofreciéndosela al chico.

El encargado alzó una ceja, miró al pelirrojo y luego al moreno, como buscando las palabras para hablar.

—No aceptan tarjetas —le riñó Yoongi, buscando los billetes en su mochila.

—Ah —el pelinegro se encogió de hombros y sacó un billete grande de su cartera—. ¿Cuánto es, decías?

El chico iba a responder y recibir el pago, pero Yoongi le apartó la mano a su novio y pagó con su propio dinero, como si ya supiera cuánto era por todo. Lo cierto es que así era. Él se sabía casi todos los precios de aquella galería de memoria, la había frecuentado tanto cuando había empezado la universidad que la consideraba su favorita.

Jimin gruñó de mala gana y dejó que el chico, que parecía ser amigo de Yoongi e hijo de la dependienta, guardara todos los materiales, ocupando una bolsa más el bastidor. El más pálido se ajustó la mochila y llevó el cuadro en una mano y la bolsa en otra, dio las gracias y salió de la tienda junto con Jimin, quien iba detrás de él. Quería ayudarle a llevar la jodida bolsa, pero si no se lo había pedido era porque no quería hacerlo. Afuera hacía un día extremadamente soleado, de esos en los que mayo parecía el mismísimo infierno y los caminos de las calles parecían no tener fin con tal de que te derritieras un poco.

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