PARTE I: LAS CIEN CARAS. LAS MIL CARAS. I.

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Por algo lo llamaban el Salón de las Cien Caras, aunque esa noche pareciera tener mil. Numerosos rostros de niños cubrían sus paredes, todos marmóreos y rubicundos. Con pupilas de oro incrustado, que parecían ver, y con orejas talladas en piedra berroqueña, que parecían escuchar.

Pretendían ser la representación de los múltiples argenatos que conformaban el Mediato Imperio, cuyo número había variado a lo largo de la Historia. Pero más bien parecían ser perfectos espías, colocados allí a propósito para averiguar los secretos de los integrantes de la sala. A saber cuántos besos y toqueteos disimulados habían observado. A saber cuántas intrigas y conspiraciones palaciegas habían llegado a oír.

Por encima de los eternos observadores, se encontraban ventanas de alabastro y una gigantesca pero prosaica lámpara. Por debajo, había toda una fauna de personas que o bien bailaban, o bien no lo hacían. Una melodía insulsa de cuerdas amortiguaba el roce de los aparatosos vestidos de mujer contra el suelo, pero no el fanfarroneo y la pedantería de ciertos argenes que presumían de tierras. O de cónyuge. O del favor de la Emperatriz.

Etis de Visturia, que no soportaba este tipo de celebraciones, se hallaba inmersa en este parloteo. La Reina-Electa odiaba la frivolidad, lo nimio, lo vulgar. Aborrecía todo lo que naciera de la concupiscencia del individuo, pero le consolaba el hecho de estar al menos en su grupo de confianza y con algunos de sus vasallos más fieles. No le importaba tener que escuchar historias de cómo evitar a una suegra siempre que estas vinieran del Argén Wessen, ni le incomodaba ver cómo alguien comía demasiados tortes siempre que este alguien fuera el Argén Tudsenn. Era de agradecer, también, que tuviera a su lado al Gran Argén Duwrs a su lado. Fadriq-Batir: su amigo y consejero más fiel; familia suya, siendo el marido de su hermana. Una persona con la que compartía misma edad y cierto comportamiento virtuoso; cuya lealtad le precedía. Un hombre del cual parecía fiarse casi por encima de todo.

Conforme la noche se cerraba, los presentes deseaban cada vez más ser testigos del mensaje de la Emperatriz: razón del festejo. Muchos apostaban que, en este, la Graciosa Etis IV daría final al Edicto que los anclaba allí, siendo un alivio para muchos. No se equivocaban, siendo la misma quien se dirigiría a ellos con las siguientes palabras:

― Queridos argenes de Nuestro Mediato Imperio y demás acompañantes titulados ―empezaba, habiendo llamado la atención de la sala―: he de anunciarles que, por Batiria Sanción, la abolición del Edicto de la Cápita tendrá lugar la próxima quincena. Aquí, en las Cien Caras. Significa esto que nos despedimos tras dos años en los que me habéis demostrado vuestra valía como súbditos, habiendo tenido que dejar vuestros feudos para atender a mi llamada. Significa una vuelta a la rutina, habiendo intensificado nuestras relaciones de cara a lo que espero que sean muchos años de reinado.

>> Id, pues, y descansad sabiendo que contáis con la justa comandancia y la sabia jurisprudencia de una Emperatriz que ha aprendido a respetar a los suyos. Sabed que, muerto mi padre y Felicísimo Emperador Igore I, pensaba que mi porvenir como Emperatriz y Regidora se antojaba imposible; si bien pienso ahora, conociéndoos mejor, que puedo confiar en vosotros para realizar la tarea que me corresponde por Derecho de Herencia.

El discurso acabaría con el siguiente cántico nacional, a modo de brindis:

― ¡Viva lo castizo! ¡Viva la Ley! ¡Viva el Mediato!

Los invitados que sostenían una copa procuraron levantarla, alabando la buena nueva de la Emperatriz con vítores. Con sus palabras, había dado a muchos la esperanza de volver a sus hogares. De volver a ver a sus familias. Ya se imaginaba la propia Etis abrazando a su hermana, después de tanto tiempo. Deseaba igualmente ver cómo había crecido su sobrinita, de nombre también Etis. Apostaba a que Fadriq pensaba lo mismo, siendo esta hija suya. Su círculo de amistades en sí no podía resistir una sonrisa de júbilo conjunta, al imaginarse más cerca de sus lumbres y de sus cacerías semanales. Y de sus parientes más queridos, por supuesto.

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⏰ Última actualización: Feb 20, 2017 ⏰

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