Introducción

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Entre a mi habitación luego de haber pasado por el momento mas difícil de toda mi maldita existencia, despedirme de ella, de ella, de la chica que era el amor de mi vida, de la chica que había significado mi salvación, la chica que había logrado entrar en mi piel, conocer cada partícula de mi ser, conocerme a mi, sin tapujos, sin ataduras, que me había hecho querer un amor a la antigua, con flores, cartas y propuestas de amor, con detalles, chocolates y pequeños besos ocasionales, ese amor de sentarse a ver la televisión un domingo por la tarde simplemente porque ella estaba aburrida, o comprarle chocolate y soportar sus dramas porque estaba en sus días, Dios, ella se había vuelto mi universo entero, se había vuelto mi religión, mi creencia mas adorada, mi mundo, mi cielo, mis estrellas, mi ancla, ella era mi todo, y yo no entendía porque después de todo lo que ella había tenido que soportar para tenerme había tenido que irse, cuando por fin había logrado conocer cada partícula de mi ser, se había esfumado, tan rápido como había llegado, tan de repentinamente, de la forma en que un mago desvanece un conejo, así de rápido ella había desaparecido...

Verdaderamente me dolía. Ella me dolía. Me dolía mirarla. Me dolía pensarla. Me dolía ver todas esas putas fotos que nos tomamos cuando todo estaba relativamente bien. Solo quería que dejara de doler. Que todo lo que fue volviera a ser. No quería seguir sintiendo todo ese dolor. Tenía mucho dolor. Me dolía todo. Todo me daba nostalgia. Cada pequeña esquina de mi habitación me recordaba a ella, al igual que esa jodida almohada que usaba cuando se quedaba a dormir, esa almohada que olía a ella, a miel y chocolates, ese olor tan especial y característico de Andrómeda. Ella se había vuelto mi mundo y el pilar sobre el que se sostenía mi vida. Parecía que estaba damnado de por vida por haberme enamorado de ella.

El Dolor Más ProfundoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin