Capítulo 1: Salvar una vida

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Era un simple y caluroso día de verano para Emma. Las vacaciones habían comenzado hace un par de semanas y por fin podía concentrarse en algo que no fuera la escuela. Tenía planeado pasar el resto del verano sentada en su cama y leyendo libros en paz. Pero hay veces en las que el destino tiene planes diferentes para cada uno, que pueden frustrar o pueden terminar en algo mucho mejor de lo que se podría imaginar.

En el momento en el que se sentó y abrió la primera página de su libro, sin que ella supiera, sus planes para el verano cambiaron drásticamente.

Tocaron al timbre de la casa un par de veces desconcentrándola de su, aún no comenzada, lectura. Al poco tiempo su madre la llamó a gritos totalmente emocionada.

Emma resopló, dejó el libro en la cama y bajó las escaleras para encontrarse en la puerta de la casa a su gritona madre y a su padre con algunos familiares.

Su tío Pablo estaba ahí junto con su tía María y su prima Lucía. Pablo era el hermano menor de Marcelo, el padre de Emma. Siempre fueron muy unidos y seguían siéndolo. Durante el año se veían muchas veces y a las dos familias les encantaba pasar tiempo juntos.

Pablo se veía joven para su edad, cabello castaño oscuro, con apenas algunas canas, siempre acompañado por una simpática sonrisa. Marcelo, en cambio, tenía poco cabello pero siempre lucía una leve barba que a decir verdad no le quedaba para nada mal. Era tan alegre como su hermano menor.

—¡Hola, Emma! —La saludó cálidamente su tío Pablo estrechándola en brazos.

—¿Cómo estás, linda? —Preguntó su tía saludándola también con un abrazo.

—Muy bien gracias —contestó con una genuina sonrisa—, no esperaba verlos.

María era una mujer con una agradable sonrisa, pequeñas arrugas a los costados de los ojos y un cabello que adquiría un tono rojizo debido a las tinturas.

—¡Em! —Corrió a abrazarla su prima—. Te extrañé mucho, hace varios meses que no nos vemos.

Emma aceptó el cariñoso abrazo de su prima con mucho gusto. Siempre había sido una chica muy efusiva, luciendo su abundante cabellera negra.

—Sí, pero ahora están aquí de visita —dijo con una voz alegre.

—De eso queríamos hablarles... —Comenzó a decir su tío Pablo—. Vinimos por una razón en particular.

—¿Cuál? —preguntó Marcelo muy interesado.

—¿Podemos hablarlo en un lugar más tranquilo? —Pidió María.

—Sí, por supuesto —contestó Clara, la madre de Emma—. Pasen al living y siéntense. ¿Quieren algo?

—No, gracias —contestaron los tíos.

Clara siempre era complaciente y servicial, con un cálido clima hogareño que acompaña a muchas amas de casa. Su cabello castaño con algunas canas a las cuales no les prestaba demasiado empeño para tapar, la hacían lucir aún más sencilla y cariñosa.

Todos se acomodaron el en living. Los familiares recién llegados en un sofá y Emma y sus padres en el otro frente a ellos.

—¿Ocurre algo? —Preguntó Clara con angustia.

—Nada malo —contestó María—. Es que necesitamos que nos hagan un gran favor.

—Sí, por supuesto, lo que quieran —aceptó Clara sin dudar.

—Miren... —habló Pablo—. El trabajo es cada vez más demandante, nos piden que nuestra tecnología en artefactos electrónicos llegue a más países y se va haciendo más difícil estar en casa.

Un gran verano juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora