El demonio es inmune

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No te enamoras tan rápido, eso no sucede así, no al menos conmigo. Yo nunca me enamoro, yo no amo, no puedo amar. No es una sorpresa, no he sido herido o abandonado por una mujer; no creo aquél drama ridículo al que llaman amor. No tengo razones y jamás lo he sentido, pero sé que dirás. Todo idiota que no cree en el amor terminará jodido por este. Incluso yo lo diría, sin embargo, yo soy inmune. Tengo un corazón, pero es más negro que la noche.

Y esto no cambiará ahora.

Bankotsu

Mis ojos pierden el contacto sobre mis amigos, toda mi atención es atraída por una sola persona, una mujer. No, esto no es una novedad; la mitad de mi atención siempre está dirigida a la población femenina, no porque busque a la "indicada", claro que no. La importancia de una mujer radica en el tiempo en el cual logre mantenerme satisfecho y si, con satisfecho me refiero al sexo. Unas estupendas piernas, unas buenas tetas y un culo respingado lograrían que incluso yo, perdiera la cabeza.

Pero esta mujer no solo cumple con mis requisitos. El cuerpo es esbelto, las piernas lo suficiente largas para rodearme y una sedosa cabellera que incita a mis manos aferrarla toda la noche; posee aquellos labios que cualquier hombre desearía explorar a fondo mientras los deseos más primarios toman el control. Ella es físicamente perfecta.

El primer contacto con una chica es fácil para mí; me acerco, le gusto y si todo va bien, esta misma noche estaremos revolviendo las sábanas de mi cama. No, no soy quisquilloso con respecto a compartir mi cama, me da igual. No es un trato especial, es solo sexo, simple y delicioso. Así que tomo la iniciativa y me acerco a la pelinegra, la curiosa joven que parece estar más interesada en las nubes que en la buena suerte que tiene.

—Fruncir el ceño no es atractivo, ¿acaso nadie te lo ha dicho?— mi voz logra sobresaltarla, hago acopio de mi mejor sonrisa y mi propia autoconfianza.

Después de un respingo, ella hace una mueca en desagrado cuando sus ojos chocan con los míos, el gesto está lleno de fastidio y eso me incómoda. No era esa la reacción que yo provocaba.

Los largos cabellos negros se agitan por el viento, su mirada ve a través de mí.

— ¿Se te ofrece algo?— pregunta con hostilidad, sus ojos cafés me inspeccionan con tranquilidad. Yo mantengo la calma, no es la primera vez que me encuentro con una de las "difíciles", las mujeres actúan de diferente manera, pero sé que al final ansían la atención de un hombre, en especial la mía.

—Estoy interesado en el motivo por el cual frunces esa bonita frente— volví a sonreír, toda mi atención fija en aquél atractivo rostro. La vi arquear una ceja y luego sonreír. Ahí estaba mi señal. Me acerqué lleno de confianza. Ella me detuvo levantando la palma de su delgada mano.

—¿Qué quieres?— vuelve a interrogar, su sonrisa sigue presente en su rostro, como si de pronto me hubiera convertido en su bufón personal. Mi ego sufre un pequeño aguijonazo.

—A ti— fue mi simple respuesta e incluso yo sé que sonó patética. Siento las palabras tan innecesarias. Mi acercamiento dejaba en claro mis intenciones, es absurdo que ella no lo entienda y es más absurdo que yo lo explique. La sonrisa de ella se hace más amplia, por un momento creo que aun puedo tenerla, pero ese momento se esfuma tan rápido que parece que lo imaginé. Acomoda su cabello, dejándome ver un fragmento de su pálida piel, el estilizado cuello me muestra un tatuaje, una diminuta ave con el pico en dirección al mentón de ella y las alas en reposo. Mi mente pervertida viaja en cuestión de segundos, puedo ver mi lengua lamer aquella marca hecha a tinta.

—No tengo tiempo para esto— susurra y su tono de repente es cansado.

Y yo sé que el encuentro está perdido, no podré llevar a esta mujer de cabellos negros a mi cama y la maldita visión de mi lengua sobre su piel se esfuma sin esfuerzo. No me importa, me convenzo a mí mismo que es solo una más de entre todas. Si alguien sabe que ella me rechazó, no me perjudicará, al contrario, será hostigada por las demás féminas a causa de perder su oportunidad. Sonrío.

—Lamento hacerte perder tu tiempo— digo sin disimular mi soberbia, hago una reverencia y decido irme. Ella me mira sin expresión y quizá fue eso lo que me llevó al límite. Aquellos ojos cafés me taladran con desinterés, pero los matices que luchan dentro de aquellas pupilas me tienen por un instante cautivado. No doy ningún paso, mi mirada continua trabada con la de ella y sin ningún rastro de amabilidad pregunto su nombre.

—Kagome— contesta. Ella es fría. —Bien, debo irme— termina, pasa de largo sin mirar atrás, su paso es elegante y fino, con fluidez y seguridad. Me temo que es de aquellas mujeres que no da importancia a la opinión de otros y el enfado incrementa, si sabe quién soy o no, ella decide ignorarme.

Más adelante la observo encontrarse con otro sujeto y creo comprender su reticencia a aceptarme, la torpe joven tiene un enamorado. Bufando su mala suerte me alejó, no es mi problema.

Me uno a los idiotas que se ríen a costa mía, seis de los imbéciles más grandes en todo el campus que ostentan el premio de mi amistad. Jakotsu es el primero en acercarse a mí y sonreír como estúpido.

— ¿Has quedado con otra?— pregunta con tono meloso. Lo miro aburrido. El cabello castaño que siempre lleva atado en una diminuta coleta se arremolina alrededor de su rostro, probablemente a causa de la práctica de hoy. Niego en silencio a su pregunta.

—Perdió su oportunidad.

Renkotsu se ríe aún más alto.

—¿No has sido tú el que perdió su oportunidad?— se burla —Te acercaste a la mujer incorrecta, hermano.

No comprendo sus palabras. Pienso de nuevo en aquella mujer, era jodidamente guapa y con el mejor trasero que podría haber imaginado, pero su maldito humor era tan arisco, así que en lugar de ser una novedad, calificaba dentro de las "aburridas". Dirijo un gesto de interrogación a Renkotsu, él lo capta y decide iluminarme.

—Es la novia de Sesshomaru Taisho— informa sin borrar su maldita sonrisa.

Me encojo de hombros ante la noticia. Sin embargo, la frivolidad del hijo mayor de aquella familia no me sorprende, menos que su novia al parecer comparta su carácter. Mi mente se debate por las palabras de Renkotsu, aquél tono que lleva implícito una advertencia. La familia Taisho presume de ser poderosa y basta con saber que esta institución, pertenece ellos. Lo cual debería darme una idea del porque evitar a la pelinegra, es hasta ahora intocable, aunque si soy sincero no encuentro problema para nadie. La familia es poderosa, tanto como la mía y la chica dejo en claro su poco interés por mí. Así que ignoro por completo a Renkotsu y su tono inútil de madre.

—¿Cuándo ha sido un impedimento tomar lo que tiene dueño?— digo a cambio, detrás de mí la carcajada de Jakotsu resuena con su típica voz aguda. —Además, no creo que sea la primera vez que Sesshomaru y yo compartimos una chica— aunque yo mismo admito que muy pocas veces he visto al hijo mayor de los Taisho y dudo haberme involucrado con alguna de sus novias. De lo que si estoy totalmente seguro, es que he tenido encuentros eróticos con más de la mitad de las mujeres del campus, por lo que no hay duda que alguna de ellas terminó teniendo diversión con los dos.

Sonriendo arrebato el balón que Renkotsu giraba sobre su dedo y lo boto contra el suelo, el hace un gesto de irritación pero yo lo ignoro. La mujer de cabello negro desaparece de mi mente tan pronto como mis ojos la captaron y más tarde, ese día, solo sé que estoy necesitando una alocada noche antes de que los finales se aproximen.

Blue BirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora