Única parte.

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Mira a sus costados, aunque sabe que no verá nada.

Sonríe, pensando que su sonrisa iluminará su al rededor. Pero no es así, porque por más blanca que su sonrisa sea, nunca llegará a iluminar nada.

El sonido pasa a ser secundario, ya que simplemente es inexistente. No hay ruido, pese a estar lloviendo. No hay ruido, ningún ruido que perturbara su paz.

Solo hay el lejano aroma a pan recién horneado y el tacto de sus jeans viejos y gastados. Su boca está seca y vacía. No hay ningún sabor el cual poder degustar.

Saluda al viento con un débil "hola", sin recibir respuesta. Saluda al banco en el cual está sentado con un "¿qué tal?", aunque este tampoco responde. Se desilusiona un poco, pero no pierde las esperanzas.

Saluda a sus manos con una sonrisa, y estas acarician su cabello. Le recuerdan a tiernos cachorritos inquietos, así que intenta abrazarlas, pero no puede.

Saluda a los árboles que sabe que lo rodean con un movimiento de cabeza, pero no los ve responder. No se desilusiona tanto esta vez, porque quizás ellos sí le respondieron, pero él simplemente no pudo ser capaz de verlos.

Saluda a las estrellas con un silbido, y estas titilan ante sus ojos. Esta vez, no está tan seguro de si responden o no, porque quizás era simplemente un ilusión propinada por sus ojos, que habían comenzado a quedarse cristalizados por el cruel frío que le rodeaba.

La lluvia cae sobre él, el chico de ojos color avellana, aunque él no se da cuenta. Después de todo, se dedica a mirar la Luna, pidiéndole que ilumine su camino de vuelta a casa.

Está perdido, pero él no se irá hasta que la Luna responda.

"El Sol es más amistoso que tú", dice.

"El Sol me da calor y me ilumina, tú no", dice.

Sus labios tiemblan por el frío, e igual hacen sus piernas. Se esconde debajo del banco, en busca de protección, pero se da de frente con el frío suelo a su espalda. Llora por un rato, hasta que oye a la Luna responder.

"No seas tonto", dice la Luna.

"Te enfermarás", dice la Luna.

Y el chico de ojos brillosos ya no sabe si a quien oye es a la Luna o a su madre.

Sale de su escondite para buscar al emisor de aquella voz, aunque sólo ve a las estrellas, porque la Luna ha decidido esconderse.

Solloza débilmente a nombre de la Luna, pidiéndole que vuelva. Las estrellas lo miran con lástima, porque no quieren ver a su niño llorar.

Los pájaros silban un débil cántico el cual calma gradualmente al menor, que se para con una mueca en la cara.

Mira al cielo, donde la Luna vuelve a estar allí. Se inclina ante ella, dándole las gracias por volver.

Esta vez, alzando la vista, se dirige a las estrellas.

"Gracias por cuidar de mí, y gracias por cuidar de él", dice.

Y si las estrellas pudieran llorar, lo harían, porque las palabras de aquél chiquillo menudo con ojos esperanzadores las conmueven, especialmente a una de ellas.

La lluvia deja de caer, y el niño la extraña. Porque ahora su ropa sólo se dedicaba a gotear, y comienza a sentir más frío.

Silba una dulce melodía que le hace recordar muchas cosas. Le hace recordar los buenos días, donde la Luna no está en su contra y las estrellas no sienten melancolía.

"A veces te extraño", susurra.

El croar de un sapo lo acompaña en sus lamentos. Acaricia la madera del banco, para recordarse que seguía vivo, que aún no se había fusionado con las estrellas.

Extraña al Sol; pero no lo quiere decir. Incluso extraña la luz; pero le da miedo admitirlo.

Extraña la felicidad, el calor, las sonrisas sinceras.

Saluda con la mano a lo que sea que sea aquella sombra que viene con paso lento hacia él, porque todos merecen una cálida bienvenida a su pequeño rincón del mundo.

No oye, no ve, no siente, no huele, no degusta. Simplemente sabe que es él quien está allí, y solo eso le da una sensación de tranquilidad.

Mira; pero no logra ver, pese a que aquella silueta estaba frente a él.

"Luna, por favor", murmura.

"La Luna no te escucha", dice una voz.

"La Luna me escucha, pero no me oye. No quiere saber nada de mí, porque es mala", responde.

El viento decide acompañar al chico de ojos cerrados. Le acaricia suavemente la mejilla y desordena su cabello.

Lanza un beso a la nada. Espera que el beso llegue al destinatario correcto, porque si no es así estaría en serios problemas.

Recuerda a la figura y lucha por intentar verla.

Incolora, inodora, inolora, insípida, intocable. Lucha por usar cualquiera de sus cinco sentidos para percibir de alguna manera a la figura, pero no hay caso.

"Un fantasma", piensa en voz alta.

"Los fantasmas dan miedo, ¿tú tienes miedo?", pregunta la voz.

Niega con la cabeza, pero recuerda de que la oscuridad le rodea.

"No", dice firmemente.

Oye a aquella voz reír, y siente como la risa se desliza junto al viento, alejándose, ahogándolo en un calor sofocante.

Sabe que nada ha cambiado, que la temperatura sigue igual, pero no puede evitar sentirse ahogado. Palpa su cuello, en busca de una reacción, pero no consigue nada.

No emite sonidos, por lo que al caer al suelo nadie lo nota.

"Has estado esperando, y finalmente he venido por ti", susurra la voz.

"¿Adónde vamos a ir?", pregunta.

"A todos lados. Vamos a ser estrellas", dice la voz en alto.

No puede evitar sonreír. Finalmente, iría con su familia.

n/a. 

Hola, escribí este one shot porque tenía ganas de hacer algo corto pero distinto.

Eso es todo~.

Zero Senses- KookV. Where stories live. Discover now