Tercer Canto: Canción del vacío.

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Una rata pasó a mi lado, mis reflejos ya no deben ser los mismos de antes, alcanzó a rozarme y yo no alcancé a agarrarla entre mis manos... ahora que lo pienso, me despertó de ese sueño... que sueño tan extraño, sobre todo, ¿quién era ella? ¿Esa humana de senos grandes y cabellera larga?

Miro a mi alrededor, en este callejón oscuro solo encuentro a ese amasijo de pelos desordenados y perenne aspecto bobalicón que tengo por compañero. Despierto y lo primero que me doy cuenta, es que ando rodeado de papeles malolientes, fétidos, putrefactos, pero al fin y al cabo cálidos, sí, papeles que se han escapado del gran basurero que me sirve de techo a mi, a simón, y a alguna que otra rata que desconoce de los peligros de este lugar...

Simón se encuentra justo en frente mío, más a la entrada del hueco este que los habitantes del callejón tenemos por hogar. Ahí, a unos veinte centímetros de mis ojos, Como buen tonto me sirve de barrera contra el viento, y mantiene el aire un poco más cálido para que yo pueda centrarme en mis sueños extraños... sé que simón también sueña, y lo se, pues sus experiencias oníricas de carreras se adivinan cuando, dormido como un tronco, mueve sus "patas" como si corriera sobre un muro de aire, persiguiendo algún palomino que quiere darse por festín.

Aún no se oculta el sol del todo y ya escucho ese "quichi-quichi" que hacen las ratas al fondo del basurero, mientras hurgan en los desperdicios de esos dos grandes edificios que tenemos a lado y lado. Me desperezo, me levanto, y con un buen manotazo en la cara, intento despertar a este vago sin causa, que por primera vez, no me responde con un bufido...

Simón, Despierta!

Simón! Simón!

El pobre no quiso levantarse... hace mucho tiempo no me sentía así de solo, uno a uno los compañeros de mi gueto fueron desapareciendo. La primera fue Myr, esa bella anciana que de pequeño me envolvía entre su único abrigo de piel para protegerme del frío invernal. Luego, fue Ter. Esa gata anciana de andar astuto y desalmado, pero lleno de compasión que no pocas veces me había hecho ver que en el callejón no todo era pobreza... ambas murieron igual, de viejas, una en el 16 piso de ese edificio azul de grandes ventanales, la otra esforzándose por mantener el aliento para decir sus últimas palabras...

No habían sido las únicas, unos se habían muerto, a otros los habían matado. Pero en fin, todo ellos se habían ido de una forma u otra. Incluso ese tipo gordo y de gafas redondas que nos compartía de su propia comida había sido llevado hace un poco rato en esa bolsa de plástico negra, después de que aquellos cachorros de humano lo golpearan hasta matarlo. Ya me había acostumbrado a la muerte, pero nunca me acostumbraría a ese sueño... dicen que los gatos no soñamos, pero no es así, soñamos todo el tiempo, soñamos a color y a formas más definidas de las que podemos ver por fuera del estado onírico. Soñamos cosas, simplemente cosas que no podemos explicar. Quien es esa mujer? Quien es esa humana de grandes senos y pelo largo vestida de verde, que me mira a los ojos tan vivos y llenos de amor desde atrás de sus gafas sin marco? Solo el pensarla me hace feliz, pero no entiendo...

Doy un par de pasos fuera, el cadáver que el estúpido Simón ha dejado atrás queda debajo del gran basurero para ser comida de las ratas o para ser quemado y triturado con el resto de la basura. En eso se ha convertido, en un cadáver, en basura hueca y sin alma, en un cuerpo que ahora empieza a ser una nueva casa para los microbios que viven pegados a su piel

En poco tiempo empezará a regarse la plaga de la vida en sus entrañas... así es siempre. Las escaleras de emergencia de ese viejo edificio me ayudan a subir, no sin antes protestar con un chirrido metálico y oxidado. Un, dos, tres, cuatro... cuento hasta 10 (no se si todos los gatos, pero yo siempre he sabido contar hasta 10), antes de lanzarme a la próxima rampa. Un, dos, tres... diez! Caigo justo, subo las escaleras y luego trepo entre las cornisas, el cielo está límpido, despejado... adentro de las ventanas se puede ver a esa familia abrazando a su hijo, a ese niño pequeño conectado a los aparatos que están a su alrededor... que hermosa familia, yo quisiera haber tenido una familia así... pero los gatos nacimos para vivir solos. Tres pasos a la derecha, y el sonido estrepitoso inunda mis oídos, un fuerte "PIIIIIII" resuena y los llantos y sollozos empiezan a abarcar todo el espacio de mis orejas... Un, Dos, Tres... un gran salto y paso a la ventana de __ hay cosas que uno no quiere ver y no quiere oír, y al lado, en donde aquel pequeño con la cara cubierta de vendas me saluda con esos ojos profundos que me causan más vértigo que el vacío que tengo atrás, sinceramente pienso que las ventanas no deberían ser transparentes, menos cuando uno es gato. Finalmente estoy en el tejado... un cielo negro con las estrellas salpicadas en el fondo... esa estrella, esa gran estrella...

El viajero sedientoWhere stories live. Discover now