Parte 1

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Emilia tomó ese tren con el presentimiento de que no estaba haciendo lo correcto. Debería haber avisado a Olga de que su vuelo había llegado con dos horas de antelación tras hacer escala en Rumanía pero como su móvil le había dado por dejar de funcionar cuando más lo necesitaba, no le quedaba más remedio que tomar ese tren y rezar porque su amiga no mandase a su amigo a recogerla.

Cuando se instaló en uno de los vagones, cerca de la ventana, se permitió por fin echar un vistazo a través de la misma y lo que vio, le resultó más que deprimente. Casas y bloques de aspecto soviético, cableados que unían las fachadas, y terrenos despoblados que asemejaban escombros derruidos eran el atrezzo de esa región angosta a la que se dirigía a pasar sus "vacaciones". Pobreza, en todo el sentido de la palabra.

Emilia apoyó la cabeza en el cristal, y pensó que Moldavia podía considerarse más pobre que África. Pobre en el sentido material, espiritual, ideológico y educativo; porque después de estar sometidos por la unión soviética, ahora sólo le quedaba vivir a la sombra de los países ricos que los dejaba marginados seguía avanzando, y ellos se habían quedado atrás.

No pensaba recrearse en ese tipo de disertaciones, aunque el clima y el ambiente no acompañasen a evocarle nada positivo en aquellos momentos. Había venido a visitar a Olga, su mejor amiga, si es que a la chica que pasa de cogerle el teléfono el día antes de que se dispusiera a hacer dos mil kilómetros para ir a verla, se le podía denominar "mejor amiga".

Pero bueno, Olga era Olga, y no tenía remedio, y era el mejor antídoto contra el tedio existencial que podía encontrar en estos momentos.

Emilia sabía que la zona en la que estaba ubicada su amiga era de las más pobres de chisinau, puesto que era la que quedaba cerca del orfanato en el que trabajaba como voluntaria. Aún así, habiendo visto fotografías previamente, no se esperaba lo que sus ojos estaban contemplando en vivo y en directo.

El tren se dirigió a una zona de la ciudad que se encontraba adornada de fachadas cubiertas de graffitis. Qué artísticos. Sin casi pan para llevarse a la boca, pero con dinero suficiente para gastar en pintura de pared. Movió la cabeza de un lado a otro, y sacó el libro de la maleta de equipaje de mano. Tenía que dejar la negatividad a un lado. Había venido a despejarse, aun cuando el entorno y el momento no fuesen los más idóneos.

Abrió su novela por el lugar en que se encontraba cortada por el marcapáginas. Lo había cogido a posta, pues Olga se lo había regalado antes de marcharse. Quiero que sueñes conmigo y como esta es la única forma en la que te permites soñar, aquí tienes le había dicho. Emilia sonrió al recordar la frase, por lo acertada que resultaba.

Olga y ella siempre habían sido muy diferentes, y la razón por la cual seguían manteniendo la amistad era la más sencilla y contundente: tenían confianza plena la una en la otra. Emilia sabía que aunque el lugar en el que iba a pasar estos días no era precisamente muy alentador, al lado de su amiga, seguro que iba a sacar algo positivo. Necesitaba contagiarse del vitalismo de Olga, y también egoístamente, pretendía salir de su país y ver con sus propios ojos, que la vida no era siempre fácil, pero no en un sentido abstracto con imágenes preconcebidas que te muestran los telediarios. No. Necesitaba palparlo, verlo y sentirlo. Precisaba un revulsivo. Quizá de esa manera, saldría del estado de -no puedo dejar de mirarme el ombligo- en el que se encontraba.

El mapa del tren que se dibujó en la pantalla superior le aclaró que faltaban tres paradas para llegar a su destino. Menos mal que fue precavida, y con una semana de antelación, obligó a Olga a darle todas las coordenadas necesarias para guiarse por la ciudad. El motivo principal era que si ella necesitaba salir, Emilia pudiese hacerlo también si lo precisaba. Sabía la calle exacta, y en su casa la había buscado en google maps para aprendérsela de memoria. Después, por si acaso, se había dibujado un croquis en un A3 y lo había plegado concienzudamente para llevarlo en el bolsillo y sacarlo rápidamente si era necesario.

El plural del amor (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora