Mudanza

15 3 2
                                    

Todos tenemos historias de nuestra infancia, algunas las recordamos permanentemente, tal vez para sentir alegría, tristeza y alguna que otra emoción. Otras nos acompañan subconcientemente por siempre y tienen la particularidad de despertar en nosotros una variedad de sentimientos en el momento que le traemos a la memoria......

Esta historia comienza cuando apenas era un niño de 8 años y me llevaron a conocer a mi abuelo por primera vez, mi madre ya llevaba más de 20 años sin hablarle y dicha situación parece que a él no le molestaba, así que un día sin ningún aviso previo llamaron a mi madre para informarle que éste estaba muy enfermo; el vivía a unos 800 km de distancia, sin embargo mis padres viajaron para verlo, su enfermedad no era grave, pero requería de cuidados constantes y siendo mi madre la única de sus hijos que vivía en el país, le tocó la lotería de atender al viejo. En principio mi madre se mostró reacia, hasta barajó la opción de enviarle a un ancianato, a los pocos días se resignó a la idea y empezó a organizar todo.

Mis padres hacían los trámites para traerlo a vivir con nosotros, esos días mi madre estaba más estresada que nunca, malhumorada y con una jaqueca que parece se instaló a vivir permanentemente en su cabeza; !un completo desconocido viviendo con nosotros! decía...Al principio no le dí mucha importancia, ¡era solo un niño pequeño!, mi mayor preocupación era a que entidad alienígena se enfrentaría mi superhéroe favorito en su próximo comic. De a poco la idea me empezó a desagradar, debido a los constantes comentarios de mi madre sobre lo mal padre que fue con ella en su infancia.

Si en un principio me emocionó la idea de tener un abuelo, gracias a las historias de mis compañeros de clase, para nada me gustó cuando finalmente le conocí, a pesar de mi corta experiencia de vida me sorprendió la duplicidad de su personalidad, exteriormente se veía como un anciano más: piel seca y arrugada, cabello blanco, ojos blanquecinos, temblor corporal...... si estaba callado o dormido su semblante era sereno y ¿porque no? podría resultar hasta tierno; la verdadera transformación se daba cuando hablaba, así fuese para contestar la más mínima pregunta, su rostro cambiaba totalmente, sus cejas se levantaban, su voz era ronca y tenebrosa, su mirada se volvía fría y perdida, tal vez tantos años de aislamiento lo volvieron así, justificaba mi padre, mi abuela murió cuando mamá apenas contaba con 15 años y mi abuelo cayó en el alcoholismo, ella fue a vivir con una tía materna, tuvieron algunos años de contacto, posteriormente no se hablaron más, había una infancia infeliz de por medio, lo que empeoró con el vicio al licor, mamá nunca comentaba mucho de ello.

Lo cierto es que ahora tenía a este misterioso personaje viviendo bajo mi techo, mi abuelo tenía olor a tabaco y café, a veces avinagrado, los primeros día fueron muy difíciles, el viejo se negaba a comer y constantemente discutía con todos, mi padre fue el ser más paciente, pensé que lo mejor era que le encerraran en el sótano. Incluso llegue a soñar que yo mismo le arrojaba por las escaleras, hacia abajo; algo sorprendente, un niño tan pequeño con estas ideas, yo no recuerdo jamás haber deseado el mal de alguien, ni al peor de los supervillanos de mis caricaturas, ni a Michael, el típico chico abusador en la clase de segundo grado...y eso que Michael muchas veces se robó mi almuerzo

El sótano fue el sitio donde mis padres le habían alojado: acondicionaron el espacio como una habitación, ya la estructura poseía muy buena iluminación y ventilación-para ser un sótano-colocaron un nuevo papel tapiz y contrataron a una vecina que era enfermera jubilada para poder atenderle debidamente, hasta colocaron una especie de rampa para subir y bajar al viejo, quién ocasionalmente utilizaba una silla de ruedas, cuando su batón no era suficiente. Lo bueno de todo esto, era que sólo en pocas ocasiones él subía a la casa, prefería estar encerrado en el sótano y a mi-y seguramente a mi madre- nos alegraba tal decisión.

Pero eso sí, mi abuelo no vino solo, no, con él venia una extensa biblioteca de cerca de trescientos libros, ya que sólo trayendo estos textos es que mi madre logró que viniera a vivir con ella, mi padre empleo los estantes del sótano y construyó otros, el resto de sus "tesoros"-así les llamaba- reposaban en cajas de cartón a un lado de su cama. No sé porque, pero sus libros me intrigaban enormemente, más con cada año trascurrido, cuando cumplí los 11 años, apenas lo llevaban a sus consultas médicas o pasaba en el hospital uno o dos día por algunas de sus dolencias seniles, yo bajaba presuroso a registrar su biblioteca, que poseía todo tipo de temas: desde aburridos e incomprensibles narraciones de latín y teología, hasta libros de cuentos y fábulas, pero en su versión más pura, oscura y sombría, porque en realidad así eran los cuentos de hadas que nosotros conocimos en libros de coloridas ilustraciones y caricaturas de gran fama comercial.

Pasados los años, solo un libro permanecía en la cama de mi abuelo, se veía bastante gastado, de tapa en cuero vinotinto, hojas amarillentas; nunca pretendí tocarlo, con sólo recordar las reacciones de mi abuelo cuando la Sra Gladys (la vecina enfermera) tomaba el tomo para ubicarlo fuera de la cama. Incluso una vez me advirtió: Sé cómo están mis libros, se cuando los tocan y los mueven de sitio. Si alguien toca mi libro favorito; le partiré la cabeza en dos!!! Si, Señor, enviaré al mismísimo Satanás para atormentarlo!!!! Para mi esa advertencia era más que suficiente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 18, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Página RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora