Lazos Irrompibles

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   Desde el inicio de los tiempos las leyendas marcaron significativamente el rumbo del mundo y su historia. Sus procedencias y significados eran siempre variadas entorno a los demás y cada uno de ellos ocultaba innumerables secretos que probablemente nunca serían descubiertos. La gran mayoría de ellos cuentan maravillosas o desastrosas experiencias amorosas, desde amores prohibidos hasta matrimonios arreglados por conveniencia, pero de entre todas ellas siempre deben estar las mas conocidas e importantes que el resto, tales como las múltiples leyendas sobre el Sol y la Luna, o como fue que se creó el mundo, pero hay una que siempre resaltará mas que el resto, y esa es La leyenda del Hilo Rojo del Destino.

Cuenta que las personas que se encuentran destinadas a conocerse comparten un Hilo Rojo que los unirá por el resto de sus vidas. Este Hilo nunca desaparece y permanece irreversiblemente atado, esto sin importar el tiempo ni la distancia. No es relevante cuán tardío sea encontrar a quien está al otro extremo, no importa el tiempo que pases sin verle, ni siquiera si vives en la otra punta del mundo: este mágico hilo podrá estirarse hasta el infinito.

— La historia del Hilo Rojo del Destino: Este hilo lleva contigo desde tu nacimiento y te acompañará, tensado en mayor o menor medida, más o menos enredado a lo largo de toda tu vida. Así es que el Abuelo de la Luna, cada noche sale a conocer a los recién nacidos para poder atar un hilo rojo a su dedo, un hilo que decidirá su futuro, un hilo que guiará a sus almas para que nunca se pierdan entre sí.

»Algunos nunca conocen la exigencia de ese mágico Hilo, otros se esfuerzan por encontrar a la persona que está al otro extremo del propio, mientras que varios más se niegan a aceptar a su alma gemela. Sin embargo, a veces su función tiene ciertos detalles contradictorios. El Sabio de la Luna solo se dedica a unir aquellas almas que coinciden entre sí, cada una de manera única, pero para él no son relevantes los lazos sanguíneos, Sexo, guerras o tiempos, solo le es importante la felicidad de todos los habitantes de la tierra, y esto suele causar ciertos defectos.

—Eso no son más que idioteces, ¿Qué clase de estúpido se creería esas patrañas?

El platinado cruzó sus brazos con molestia. No se encontraba de humor para tratar con cuentos para mocosos.

—¡Inuyasha! Deberías dejar de quejarte, me he tomado el tiempo de traer esto desde ni época—La de ojos azules alzó un libro casi tan grande comí su propia cabeza—, no para que tú salgas con berrinches sin sentido ¡Creí que les gustaría la historia!

Se cruzó de brazos con molestia, ese libro había sido un gran peso extra en su mochila y una pesadilla para su espalda durante horas solo para que aquel malagradecido lo despreciara. Ni siquiera había empezado correctamente la historia, era completamente exasperante.

—A mi me ha agradado bastante hasta ahora, Kagome-San.

Miroku sonrió nervioso, sabía que ella no pelearía con alguien que no fuese Inuyasha, pero era él de quien no podía predecir sus acciones, parecía ser tan impulsivo que era completamente impredecible para cualquier espectador, solo conocía a una persona hasta entonces capaz de hacerlo, y ni siquiera sabía si la etiqueta de "Persona" podría ser válida sobre él.

—A mi también me ha gustado Kagomesita, ¿Porqué no continúas?

Shippo sonrió en grande y con alegría. Amaba las historias, aún más si trataban de grandes guerreros o romances interesantes. Movió levemente sus oídos gracias al bufido que Inuyasha soltó, pero decidió solo ignorarlo.