Fuiste tú.
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"Si pudiera volver a escuchar su risa,
La guardaría para dejarla sonar cuando el silencio cruce la soledad"
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Aún no recuerdo como comenzamos a vernos tantas veces, no recuerdo como llegaste a mi vida para darle una luz. Jamás dije una mentira que no quisieras escuchar, nunca fui falsa contigo solo que es mi trabajo. Siempre acepte todo porque te quería, fuiste tú quien llego a mi cuando no creía en nada, cuando todo era tan monótono que se me hacía aburrida la vida, una muñeca sin vida eso era yo. Era tan fácil alcanzar el cielo cuando me besabas, cuando me acariciabas y yo viendo tus ojos enamorados... y ahora esa luz poco a poco se va acabando, con la muerte aquí en mi habitación, impregnada en estas cortinas que fueron el testigo de un amor hipócrita que se volvió sincero, estas cortinas que han visto mil y una historias.
Ah... creo que comienzo a recordar como comenzó toda esta historia, era un jueves lluvioso, en la ciudad de Hillwood en el barrio rojo, en ese tiempo no estaba en el hoyo en el que estoy ahora. Estaba sentada en el comedor admirando mi retrato junto con el de las demás chicas, vestía un corsé rosa con encaje negro, unas pantaletas negras y ligas; el cabello recogido con una pluma roja, ¿cabe destacar que era un prostíbulo? Y sí, yo era una de las 4 chicas de oro. Nuestros retratos estaban en lo alto en marco brillante, primero estaba Ronda Lloyd, una muchacha de cabellos negros cortos en forma de melena hasta le inicio de sus lóbulos, piel blanca y unos ojos intensos, luego Phoebe Heyerdahl una mujer de rasgos orientales, cabello negro, sedoso y liso con unos ojos negros y rasgados, unos lentes sin marco en el cristal que dejaban ver todas sus cualidades sin ocultar, luego Lila Sawyer una mujer de piel blanca y cabellos colorines que le llegaban a la cintura ya que lo tenía suelto y levemente ondulado, unos ojos de color verde oscuro y una sonrisa impecable en su rostro. Al final de todos los retratos estaba yo, Helga G. Pataki, en el cuadro mi cabello rubio estaba suelto y con ondas como era de manera natural, mis ojos azules se veían intimidantes, mientras que mis labios estaban pintados con un color rosa suave ¿cabe destacar que salgo con un cigarro con boquilla? De esos que dan risa.
La dueña del "burdel" como le decía ella era Tish Wittenberg, había enviudado hace poco, su marido le había ayudado a poner este negocio, solo que queda su hijo, Tucker, pero era pequeño, por lo cual estaba en un buen internado fuera de la ciudad. Una mujer de un carácter rígido, pero al mismo tiempo amable, tenía el cabello rubio recogido en un moño a mitad de su nuca, ojos color avellana y una piel blanca y tersa.
Todo era monótono afuera se podía oír la lluvia caer fuertemente, sentí el tintineo de la campanilla de la puerta, escuche una voz varonil y voltee, fue cuando llegaste y cruzaste tu mirada conmigo, duro un segundo que fue una eternidad, todas fueron a recibirte tanto las 3 chicas de oro como las otras muchachas, aparte mi vista y le di una bocanada a mi cigarro provocando el humo que estaba a mi alrededor.
- debe entender que el precio no es bajo – dijo Tish con su abanico en el rostro ocultando su sonrisa satisfactoria –
- creo entenderlo si no, no sería una chica de oro – dijiste –
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Fuiste tú. (Hey Arnold!)
RomanceElla una prostituta, él llega de improviso. ¿Como puedes amar a alguien cuando ella le da amor e ilusión a cada tipo que llega cada noche?. Adaptación de mi fic Ichiruki.