Las tres condesas de Belleville

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Cuentan las personas más dignas de sus palabras, que hace algunos siglos indefinidos, había una villa llamada Belleville. Aquel pueblo ofrecía tardes bondadosas, donde el sol se pone a lo lejos para hacer brillar las montañas, donde los pájaros revolotean jugando en los faroles de cera, donde las callejuelas del centro se inundan del aroma del pan recién horneado. Recorrer sus calles y sus centros era un acto privilegiado y digno de ser recordado para toda la vida, ya que el pueblo, no era poseedor de un gran renombre y rara vez era visitado por ajenos. Hasta que ocurrió el hecho que se narra a continuación, que dio a conocer las verdaderas tramas y misterios del pueblo y de su gente. Por Belleville, si bien no era un pueblo conocido ni mucho menos, por lo que se lo podía identificar era por su extremada pequeñez, siempre vivió gente de gran poder, y majestuosa fortuna. Residía allí la familia burguesa más adinerada del país, los Beauxmontè. Conformados por Eurydice Beauxmontè, el padre mayor, su esposa Eloise Parssons de Beauxmontè, su hija Geneviève Beauxmontè de Le Pasteur, casada con el conde Geoffrey Le Pasteur y sus trillizas, Océane, Réjane y Titania, que eran muchachas rubias y de buen parecer. Se contaban rumores que los padres de esas muchachas y sus abuelos habían sido víctimas de un asesinato despiadado, desalmado y cruel, llevado a cabo por sus veinticuatro sirvientes en una maniobra de confabulación. Algunos dicen que los engañaron con unas alcachofas envenenadas, otros que los ataron en el sótano hasta matarlos de hambre, pero, la teoría a la que el poblado adhiere en su mayoría contempla aún un carácter más inhumano. Dicha suposición, afirma que fueron mutilados, despedazados y cocinados a fuego lento para luego ser parte del Banquete de Beauxmontè, dejando así desamparadas a las condesas adolescentes de Belleville. Este agasajo se celebraba, hace innumerables décadas y con una periodicidad de cinco años, en el palacio de la familia Beauxmonté. Asistía la gente más adinerada e importante de toda la provincia y del país entero. Los juglares que más han podido adentrarse en la historia, cuentan aquellas pequeñas huérfanas tuvieron que preparar el banquete de aquel año ellas solas. Pero no fue tan simple su organización y no fue por eso que el pueblo se hizo reconocido. Por allí dicen que Océane, Réjane y Titania se encargaron de asesinar a toda su servidumbre en actitud de dulce venganza hacia lo que le habían hecho a su familia. El Banquete fue un hecho, y asistieron los mejores marqueses, los mejores condes y los mejores reyes del lugar, en sus más fastuosas vestimentas. Para la sorpresa de todos los invitados, las puertas del palacio estaban abiertas y los platos estaban ya servidos. Las jóvenes trillizas Beauxmontè invitaron a todos a pasar y los ubicaron en una gran mesa larga en el centro de uno de los salones del palacio. Con los platos llenos y las copas desbordantes de vino, los comensales comenzaron a deleitarse con aquel gran Banquete quinquenal. Se disfrutó hasta la última gota y hasta el último bocado. Se bailó el vals y se jugó a la ruleta.

La noticia no tardó en llegar a los juglares de los pueblos más cercanos, que comenzaron de inmediato a transmitir las versiones de los hechos que iban llegando a sus puertas. Algún juglar por Saint Colette contó que los doscientos invitados al banquete de Belleville habían sido envenenados a causa de la ingesta de carne humana en descomposición, otro gritando en las plazas de Mausse Océan afirmaba que fue por la toma de sangre humana mezclada con vino. También se decía que un marqués de Boulousse, que se dirigía al toilette, vio a las trillizas subir a prisas las escaleras de la terraza y que una gorda condesa de Béziers gritaba por todo el salón haber visto vestimentas ensangrentadas en el pabellón de la servidumbre. Los rumores por Saint-Charteiz decían que en el fondo de las ollas de carne yacía algún miembro amputado de la servidumbre asesinada y que el vino se volvía más espeso al llegar al culo de las jarras de oro. En Bourdeox, los juglares decían que mientras los primeros invitados comenzaban a desmayarse o a fallecer, los otros intentaban escapar en vano, ya que habían sido encerrados en el salón.

Mucho se dijo acerca de esta tragedia, pero no muchos datos son concretos o verdaderos. Pero si se sabe, y esto es digno de la palabra de los más fieles, que las condesas adolescentes de Belleville, asesinaron a toda su servidumbre para luego servirla como plato principal en el gran Banquete, provocándole la muerte a sus doscientos invitados.

Nunca más se supo de ellas. El único rastro que dejaron fue un pedazo de tela, de uno de sus vestidos, despedazada y enganchada en una columna de la terraza más alta del palacio, y junto a ella, uno de sus guantes blancos. Belleville pasó a ser conocida como "la ciudad de la masacre real" o "el pueblo de las condesas asesinas". Esto ocurrió hace no mucho tiempo, por allá antes de la Edad Media, o un poco después. Pero es el día de hoy, en donde sigue habiendo juglares contando sus versiones, y ellos, y solo hablo de los más dignos de sus palabras, aseguran que siempre hay alguien en su audiencia que, jura por su vida, haber visto alguna vez no hace mucho, a tres muchachas rubias y de buen parecer correr envueltas en vestidos finos, por los jardines de las casas. 

Las tres condesas de BellevilleWhere stories live. Discover now