¿Alguna vez te has preguntado como reaccionarían los padre de Theodore Lindsey y Timothy Leslie Templeton cuando se enteren de la linda relación que estos dos, ya adultos, mantienen desde estar hechos unos adolescentes?
Un jefe en pañales es una película animada dirigida por Tom McGrath (Megamente), y escrita por Michael McCullers. La cinta es producida por DreamWorks y distribuida por 20th Century Fox. (Datos tomados de wikia)
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La señora Templeton no se consideraba un ama de casa, sólo en ocasiones, pues en rara ocasión había cumplido con ese rol debido a que sus hijos eran tan prolijos -sobre todo Theodore- que desde temprana edad se venían haciendo cargo de su aseo personal, tenían exclusivo cuidado con todas sus pertenencias y se mantenían al margen con el orden en su pieza.
Todo perfecto para cualquier madre que no tuviera tan perfectos hijos como los tenía ella.
Y no lo malentiendan, ella adoraba eso. Sus retoños se habían convertido en grandes y productivas personas ya desde muy jóvenes.
Aunque todo cambió cuando, a la edad de diescinueve años, Theodore Lindsey Templeton avisó en una cena familiar que se iría de la casa e independizaría de una vez. Afortunadamente su nuevo hogar estaba bastante cerca, a pocos kilómetros del vecindario de sus padres.
Hubo lágrimas, felicitaciones, muchos abrazos y también muchos besos de la mujer de la familia para todos. Nada mejor que tener la aprobación de mamá en esos casos.
Después del aviso, agregó que pronto comenzaría con sus prácticas de abogacía en un pequeño buffete que ya le estaba esperando desde que habían notado sus excelentes notas y gran capacidad a la joven edad de quince años.
Luego estuvo lo de Timothy, que también se mudaba, aunque grande fue la sorpresa del padre de los pequeños Templeton al escuchar por el castaño mismo que se mudarían juntos.
El alquiler era caro, y gracias a que Timothy ya tenía trabajo es que pudieron pagar la primera cuota dos meses atrás. Sabían muy bien que serían el mejor dueto viviendo juntos.
Además, no tendrían que volver a esperar un buen momento para esperar a que sus padre se fueran y poder hacer rechinar la cama a su antojo, sin la necesidad de excusarse diciendo que sólo peleaban infantilmente o alguno tenía una pesadilla.
Aunque claro, esto se lo reservaron para ellos.
Pero bueno, todo bien hasta ahí para Janice.
Sus preciosos hijos volaban del nido y ella, aunque un poco triste, sabía que no dejaba de ganar la parte que en ella rebozaba de felicidad por ver a sus dos retoños tan juntos y unidos como rara vez se ve a un par de hermanos.
Y el tiempo pasó.
Su marido y ella decidieron, diez años después, intentar otro trabajo.
Amaban el suyo.
Pero la curiosidad por experimentar nuevas cosas siempre era mayor.
Así fue que ella, en su espera por la pensión, se aburrió en casa.
