CAZADORES

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Este es el primer relato de Muf Leddalsord, que inicia su saga. Aquí nos encontramos con un joven Muf, aún un muchacho normal que vive en compañía de Galen, su padre, herrero y cazador. Muy poco o nada sabemos de la madre de Muf por las crónicas.

En la cultura umdhui la expresión "primera sangre"se refiere tanto a la primera batalla de un guerrero como a la pérdida de la virginidad por parte de una doncella

PRIMERA SANGRE

El joven enano estaba cada vez más seguro; se había perdido. Caminaba por el bosque, en las laderas agrestes del Clavo, buscando lo que los umdhui llamaban "la percha". Se trataba de un largo cable sujeto en ambos extremos por postes de acero, que salvaba una distancia de cien metros y un fuerte desnivel de casi ciento cincuenta.

Los enanos, cuando cazaban osos, muflones o yerais en la montaña, tenían por costumbre enviar la carne y las pieles en paquetes etiquetados con el nombre del cazador lanzándolos por la percha. Abajo, en un refugio de caza, Gem el Tuerto los recogía, pesaba y entregaba a los mercaderes, cobrando según las tarifas fijadas por los inspectores reales y entregando después su parte a los cazadores, que sólo descendían de la montaña al final de la campaña.

Aquella era la primera expedición de caza para Muf, que contaba diecisiete años. Su padre y el resto de la cuadrilla le habían cargado con una mochila repleta de pieles de yerai, el castor blanco, y el joven caminaba encorvado por el peso, cada vez más angustiado al ver que la noche caía, y que tal vez tendría que sobrevivir hasta el amanecer armado tan solo con un cuchillo de caza, en una montaña llena de lobos, qimeros y quién sabe qué otras amenazas.

Sin embargo fue la luna de zafiro la que le salvó, iluminando los altos postes de metal de la percha. Muf respiró aliviado al ver el destello entre los robles, y se dirigió tan directamente como pudo hacia allí. A punto estaba de echar a correr cuando oyó el crujido.

Temiendo la presencia de algún depredador, el enano se agazapó tras un tronco, llevando la mano a la empuñadura del cuchillo, pero sin desenvainarlo para que ni su brillo ni su sonido delatasen la posición que ocupaba. Aguzó los oídos, y pronto el crujido se repitió. Muf rodeó el árbol, desembarazándose sigilosamente de la mochila, y observó.

Al otro lado, avanzando entre los troncos, cuatro enanos de extraño aspecto portaban un saco. Los enanos vestían ropa de algodón teñida de negro, y sus rostros estaban embozados y cubiertos por capuchas. De los cinturones pendían cortos machetes curvos, un arma que no gustaba a los umdhui de las montañas. "¿Qué está pasando aquí?", se preguntó Muf, seguro de que aquellos no eran cazadores. Lo que más le extrañó fue su calzado. En lugar de las pesadas botas de piel, aptas para caminar durante mucho tiempo y soportar el frío, llevaban ligeras botas de gamuza, untadas en grasa. Aquél era el calzado típico de los marineros. ¿Y qué hacía un grupo de marineros en lo alto de la montaña?

Los extraños enanos se detuvieron, al parecer para que el que llevaba el saco se lo pasase a un compañero. Ninguno hablaba, ni llevaban antorchas o lámparas para iluminar el camino. En ese momento, Muf captó un movimiento en el interior del saco, como si llevasen un animal vivo.

-Cuidado –dijo uno de los enanos-, creo que está despertando.

-Será incómodo llevarla si está despierta, pero no temáis. La mordaza y las ligaduras son fuertes.

Aquello resultaba cada vez más sospechoso, y el joven Muf echó de menos la compañía de su padre o alguno de sus amigos. Sin embargo, decidió seguir al grupo, más llevado por la imprudencia que por el valor. Tal vez poseía ya la osadía que en tantos problemas habría de implicarle en el futuro.

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⏰ Last updated: Jun 10, 2017 ⏰

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