DULCE CAROLINA

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DULCE CAROLINA

-No manita, hoy no quería venir a trabajar, pero si no jalo no trago.

La Toña y Carolina eran pepenadoras, buscaban entre la basura del bordo todo aquello que pudieran vender, todo aquello que les diera unos cuantos pesos para poder vivir. Para poder sobrevivir.

Antonia o la Toña, como era conocida entre los pepenadores, era una mujer poco agraciada de no más de 30 años, tenía el pelo enmarañado y quemado por las largas horas al sol, el cutis maltratado por el acné y la poca higiene del lugar, así como los dientes severamente dañados y torcidos. La pobreza de aquel lugar era palpable. No permitía acceder a una educación ni siquiera básica. Ella era el claro ejemplo de aquella situación tan precaria.

-Pues ya que amiga, hay que apresurarnos antes de que se haga tarde.

Carolina era una muchachita muy guapa de unos 25 años. Al igual que la Toña tenía el pelo revuelto y sucio pero su rostro era amigable, limpio a pesar de la podredumbre del sitio, su sonrisa era brillante e invitaba a devolverla, era hermosa a su manera, a la manera del lugar.

-¿Qué vas a hacer al rato, eh? Pregunta la Toña mientras se limpia en la ropa la suciedad vetusta que le dejo una bolsa.

-El Mario quiere invitarte al cine.

-No puedo, voy a ir a la escuela al ratito.

-¡Chale! ¿La escuela? No sé por qué sigues perdiendo el tiempo en eso. La neta no te entiendo.

Carolina, sin voltear a verla sigue escarbando la basura, removiendo las bolsas mal olientes que escurren líquidos viscosos, abriéndolas para descubrir su contenido. Pocas veces encuentra lo que busca. Botellas de tereftalato de polietileno, mejor conocido como PET que cada vez son más escasas, ya que todos las buscan por ser el material que mejor se paga.

-No es pérdida de tiempo. Quiero salir de esta miseria. Quiero terminar la secundaria y continuar con la prepa, y seguir echándole ganas para poder entrar a la universidad. ¿A poco a ti no te gustaría seguir estudiando?

-Hay manita, yo no termine ni la primaria. A mi mamá le preocupaba más darnos de comer que ponernos a estudiar, y mi papá... pues, bueno, tú ya sabes que tranza.

La decepción reflejada en el rostro de la Toña al ver la ilusión de su amiga, y comerse con la vista su entorno expresa la incertidumbre ante un futuro oscuro derivado de su inexistencia.

-Ponte abusada, si no el barrio te comerá.

-¡Oye! Eres mi amiga... creo que deberías animarme.

La Toña no alcanzo a contestar. Fue interrumpida por un chirriador silbido que resonó en todo el basural, haciendo voltear a la mayoría de los ahí presentes de manera curiosa. En la colina de desperdicios más cercana, la silueta de don José yace bajo el halo resplandeciente del sol próximo a ocultarse. Un hombre viejo, arruinado físicamente, con un caminar torpe, tambaleante, encorvado por la mala vida y claramente molesto se hace presente. Silba de nuevo para luego gritar el nombre de Carolina.

-¡Chale! Ahí viene tu jefe. ¿No debería estar chambeando? Atina a decir la Toña revelando una clara molestia.

-¿Pues sí? Debería. Déjame voy a ver que quiere, nos vemos luego.

-¿Tons que le digo al Mario?

-Dile que gracias pero hoy no puedo.

-Cámara valedora hay nos vemos al rato.

DULCE CAROLINAWhere stories live. Discover now