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— Finalmente —inhaló todo el aire del lugar—, Las Vegassssss.

— Me gustaría no actuar tan emocionado como tú, pero hasta para mí es imposible —comenté con una leve sonrisa—. Esperé mucho para poder venir a pasar unos días aquí.

— ¿Y qué mejor que con tus mejores amigos? —preguntó el más alto de los tres.

— Seh, como sea. Tomemos un taxi para llegar al hotel, necesito tomar un baño.

✈️

— Buenos días, ¿necesitan ayuda con sus maletas? —se acercó un botones en cuanto nos vio bajar del taxi.

Namjoon negó—. Gracias, muy amable, podemos solos.

El man hizo una reverencia y se marchó.

Sacamos nuestro equipaje de la cajuela del auto, Hoseok pagó y nos dirigimos hacia la recepción.

— Joder, Hoseok, sigo sin comprender porqué traes tantas maletas.

— Sólo son tres.

— Estaremos máximo dos semanas aquí, no nos vamos a quedar a vivir.

— Cierra la boca, no te prestaré ropa cuando te quedes sin modelitos para estrenar.

Rodé los ojos y él rió.

Namjoon se acercó a preguntar por nuestras habitaciones, mientras Hoseok y yo tomábamos asiento en unos muy cómodos sofás para esperar.

Mi vista viajó por todo el lugar, Nam había escogido muy bien el hotel. Es de esos lugares en los que no importa que gastes todos tus ahorros y vendas un riñón, porque los servicios son bastante buenos, la apariencia del hotel es excelente y los empleados parecen ser amables.

Sin evitarlo, en mi pequeño recorrido, terminé fijando la mirada en un muy bonito castaño que se encontraba de perfil, platicando animado con un chico un poco narizón, segundos después, se les acercaron dos chicos más, estos últimos reían con fuerza.

Era extraño ver a gente del mismo rancho que tú en un país tan lejano, porque obviamente eran coreanos, que si bien podrían confundirse o no distinguirse por sus rasgos, uno de ellos hablaba bastante fuerte como para escuchar su lengua.

El castaño volteó en mi dirección al sentir aún mi mirada sobre él, me dedicó una sonrisa, tomó sus maletas y caminó detrás de sus acompañantes. Lindo.

— Hecho, sexto piso —Namjoon me sacó de mi ensoñación, agitando las tarjetas que se usaban como llaves frente a nosotros.

— ¿Cada quién tendrá su habitación? —el moreno asintió— Biennnn.

— Andando, nos veremos aquí en media hora para comenzar con nuestro recorrido, además, tenemos que volver a recepción para que nos pongan unos brazaletes.

Hoseok y yo asentimos. Los tres caminamos hacia la zona de elevadores, el grupito del castaño se encontraba también esperando por subir a uno.

— ¿Para cuántos creen que sea la capacidad del elevador? —preguntó Hoseok.

— Ni idea, googléalo —subí y bajé los hombros.

— Tiene como límite el peso de diez adultos promedio, son bastante espaciosos y resistentes —habló uno de los que anteriormente reía con fuerza.

— Oh, gracias —Hoseok le sonrió—. ¿Vienen de Seúl? —comenzó haciendo plática. Le envidiaba, para él era tan fácil conseguir nuevas amistades.

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