CAPÍTULO 1: EL DOLOR EN MIS SUEÑOS

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Solté un grito ahogado que terminó de fundir mi garganta; el dolor que sentía en esos momentos, era lo único que podía sentir mi cuerpo, ya casi inherte. Intenté con todas mis fuerzas abrir mis grandes y verdes ojos, cerrados por esa ácida agonía en la que me ví atrapado. Mis párpados no respondían, y yo necesitaba ver qué me estaban haciendo... ¿¡pero qué mierda estoy diciendo!? ¡ni siquiera sabía quienes o quién me estaba causando tanto sufrimiento! Restregé mi temblorosa y afeminada mano por la superficie en la que estaba tumbado, la cual tampoco conocía; mis nervios empezaban a salirse del vaso de mi paciencia. ¿nadie me iba a explicar qué pasaba? Llevaba aproximadamente 6 horas sin oír voz alguna, escuchar al menos el cómo terminarían conmigo, sería una satisfacción, incluso.
Alargué el brazo izquierdo, intentando tantear o palpar lo primero que rozase. Nada. ¿es posible que el dolor fuera causado por la propia agonía de estar solo? No, demasiado... Real.
De algún modo presentí como todo mi cuerpo se fundía; sentí como mis largas pestañas se iban quemando desde sus extremos, como una mecha advertiendo una fuerte explosión, verdaderamente quería explotar.
Llegó un momento en el que, aunque no podía ver nada, tube la sensación de que mi cuerpo volcaba, de que estaba boca abajo. Mi largo cabello negro comenzó a separarse lentamente de mis hombros, sobre los que solía estar, hasta caer de golpe y quedar colgando por encima de mi cabeza; efectivamente, estaba del revés.
Definitivamente, tenía que verlo, tenía que abrir los ojos, aprovechar ese corto momento en el que el dolor cesaba ligeramente. Abrí delicadamente los ojos, esos ojos que mi risueña madre siempre alababa, mis ojos color verde aceituna. No tardé mucho tiempo en parpadear seguidamente, era mucha luz, era demasiado tiempo viendo oscuridad. Un reflejo demasiado brillante agrandó mis pupilas, no distinguía nada, solo veía luz y sombras, y de vez en cuando brillos rojizos. Al cabo de bastantes segundos, logré divisar un enorme mueble, un armario. Cuando empecé a ver nítidamente el color, me dió una enorme sensación de familiaridad, de haberlo visto antes. Miré lentamentamente a mi al rededor, estaba en... ¿estaba en mi habitación? Escuché un ruido muy cálido, un sonido que adoraba: el sonido que hace el edredón cuando alguien se acurruca. Giré la cabeza hacia la derecha, allí encontré la cama de mi hermana mayor Shira, con la cual yo compartía cuarto. Siempre era yo el que antes se despertaba, y todo parecía estar como todas las mañanas: Yo me había despertado demasiado pronto debido a una pesadilla, mi hermana estaba durmiendo cómodamente en su cama de color morado, mi perro Rex estaba tumbado en la alfombra que esta al lado de mi mesilla de noche... Todo bien. ¿no?
Estiré los brazos junto a un bostezo. Dirigí mi mirada hacia el buró y alargué el brazo derecho, buscando alcanzar mi móvil para mirar la hora. Cuando lo tube en la mano casi se me cae al suelo, debido a la cantidad de sudor angustioso con el que cargaban mis manos. Por asqueroso que parezca, me sequé las manos con la sábana bajera de mi cama; cuando logré coger firmemente mi teléfono, lo encendí y me topé con 43 mensajes de mi amiga Ellie. Revisé la hora antes de tener la más mínima intención de contestar. Las 10:15 a.m. Pulsé la opción de "responder", pero antes de escribir palabra, pude comprobar que la gran parte de esa enorme cantidad de mensajes eran juegos, retos, y, como no, cadenas. ¡no hay cosa que más me repatee en el mundo! Y lo peor de todo es que todo el mundo lo hace caso y lo sigue. Nunca me han gustado esos típicos mensajes de expansión que dicen "te quiero por que..." y que terminan en amenazas como "mandálo a tres grupos o no sé quién vendrá y te cortará los brazos"; nunca los he reenviado y aquí sigo, por ahora, vivo.
Tiré el móvil sobre mi edredón color amarillo con triángulos verdes. El sonido del obejeto callendo sobre mi cama pareció molestar a Shira, ya que pude ver como fruncía el ceño mientras se giraba para darme la espalda.
Agarré mi almohada, también húmeda, y me la heché sobre la cara a la vez que me iba tumbando hasta acabar perfectamente recostado entre los dos cojines que iban a juego con las sábanas.

- vale, no pasa nada, otro mal sueño. Mal sueño... ¿buen día?- dije para mis adentros.

Me quedé mirando al techo un buen rato, hasta que mi hermana me sacó del trance tirándome un cojín.

- ¡eh! ¡empanado! Mamá nos ha llamado, ya está el desayuno.- me gritó.

Cuando me quise sentar al borde de la cama para ponerme las zapatillas de andar por casa, ella ya estaba corriendo escaleras abajo. Cuando llegué al enorme y largo pasillo de la planta de abajo, encontré a mi madre en la cocina sirviéndole una gran vaso de leche a mi hermana, después le sirvió un bol de agua a Rex, el cual había bajado junto a Shira.

- ¡ya era hora, hijo!- me dijo mi madre mientras me besaba en la cabeza- ¿otra vez las pesadillas?

Asentí a la vez que me rascaba la barbilla.

- Tristán, ya te he dicho que si lo estás pasando mal por algún motivo, estoy dispuesta a pagar un psicólogo...

- no, estoy realmente bien. - contesté.- por ahora, no me he vuelto loco, creo.

Mi hermana soltó una carcajada.

- ¿ah, no?- dijo sarcástica.

Yo suspiré, relajando los hombros. No tenía tiempo para contestarla, pues era sábado, y tenía que irme a cortar el césped del jardín de nuestros antiguos vecinos, la Sra. y el Sr. O' Maley, una pareja de ancianos entrañables y que siempre nos han querido mucho a Shira y a mí, desde que éramos dos pulgas. No me apetecía mucho andar hasta su casa, pero, ellos nos han hecho muchos favores, además, al fin y al cabo, cortar el césped de los vecindarios era mi trabajo hasta que pudiera encontrar algo mejor.

  NUEVA ERA: Primera Parte Where stories live. Discover now