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Se cubrió el rostro con ambas manos y después liberó un fuerte quejido, el cual ni siquiera se logró escuchar hacia la planta baja de su casa porque su voz había sonado amortiguada por su mano

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Se cubrió el rostro con ambas manos y después liberó un fuerte quejido, el cual ni siquiera se logró escuchar hacia la planta baja de su casa porque su voz había sonado amortiguada por su mano. Sus oídos estaban muy auditivos esa mañana, quizás todas las mañanas poseía audición de dragón, porque no era normal escuchar chillidos y quejas provenir fuera de su habitación, la cual quedaba casi al final del pasillo.

Sabía que los gritos venían de la cocina, como siempre suelen llegarle. Sus hermanos parecían tener un megáfono en la garganta como para gritar como si lo estuvieran asesinando, incluso, y con todo el dolor de cabeza que cargaba, se escuchaba una guerra de metales que seguramente eran obra de Jungsuk.

Tenía cuatro hermanos mayores: Insung era el mayor de los cinco, con sus veinticinco años puestos encima y un buen jefe de un servicio de comidas rápidas. Luego le seguía Jungsuk de veintitrés años que aún no conseguía trabajo y ni siquiera cursaba la universidad. A éste se le sumaba Woobin, que tenía veinte años e iba recién por su segundo año en administración de empresas. Y por último, y no menos importante, estaba Ryeowook de dieciocho, un año mayor que él.

Su familia estaba integrada por demasiados hombres, incluyéndolo por supuesto, aunque por las burlas de los demás, Kyungsoo era tratado como la princesa de la casa y la consentida. Sus padres querían mucho más al callado y serio hijo menor que a los revoltosos mayores que hacían un despelote en casa.

Por ejemplo, todas las mañanas se levantaban temprano -a las seis y cuarto de la mañana- para ponerse al día con los estudios y el trabajo. Insung solamente se despertaba a ese horario para tomarse un café bien cargado y comenzar sus horas de exesivo trabajo; pero los demás lo hacían por puro gusto y necesidad de molestar al menor de los Do.

Sabían que Kyungsoo era de tardar demasiado tiempo en despertarse y hasta de vestirse, y por qué no, hasta de desayunar, porque su horario de clases era hasta después de las siete y cuarto, por lo que a los Do no le quedaba de otra que irritarle a tempranas horas de la mañana.

Sus padres dormían hasta las nueve y, en la noche, se ponían unos auriculares para los ruidos con la excusa de seguir durmiendo, aunque de por si eran para ignorarlos.

- ¡Kyungsoo! - Escuchó la alarmante voz de Insung a unos centímetros de su puerta-. Baja a desayunar.

Resopló hastiado, cubriéndose los oídos.

- ¿Tiene seguro otra vez?

-Sí, Ryeowook, la princesa puso cerrojo.

- ¿Y si derribamos la puerta? ¿O le tiramos unos petardos? - propuso Woobin de manera casual, uniéndose a la conversación.

Kyungsoo se sentó como resorte, con ojos abiertos y perplejos.

No otra vez.

-Tks, ¿y si traemos al vecino? A ese tal Chanyeol, el de las orejas grandes.

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