Parte 1

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Un muchacho de cabellera negra y lacia hasta los hombros con flequillo, ojos negros profundos y analíticos, de 23 años, se encontraba en el centro comercial. Esperaba a una chica de cabellera llamativa frente al cine para una cita a la que no quería ir. Rascó su cabeza algo frustrado intentando recordar cómo terminó en una situación así.

Su celular sonó en el bolsillo de sus jeans y al sacarlo divisó el nombre en la pantalla, chasqueó la lengua, pero de alguna forma estaba aliviado; algo le decía que se había salvado de un día incómodo.

¿Sasuke-kun?

— ¿No vendrás?

Perdóname. — una pausa larga por parte de ella — Tengo práctica hasta muy entrada la noche... Debo suplir a una de mis compañe-

— No me des excusas; al fin de cuentas tú y yo no somos nada.

Era frío para tratar a los demás, ella lo sabía bien y aún así no podía evitar quererlo. Luego de un simple "adiós" de su parte colgó, suspiró con satisfacción y guardó el celular en el bolsillo interno del sobretodo negro antes de caminar por el lugar sin rumbo específico. El reloj en su muñeca indicaba un cuarto para las tres de la tarde y su estómago le anunció lo inevitable; el patio de comidas estaba casi vacío y no era para menos. Esa madrugada cayó una capa de nieve tan gruesa que solo un idiota saldría de cama.

Siempre comía solo, a menos que la practicante de medicina no estuviera de turno y se acercara para conversar; no obstante, ser el único almorzando en el amplio patio de comidas no era algo que quisiera hacer y no por el qué-dirán, sino más por no querer verse como un perdedor abandonado en la cita; la que en un principio nunca quiso.

Decidió caminar a casa ya que estaba a una hora del lugar, por el trayecto compraría algo para calentar en el micro y suministros que ya se le habían agotado. Nadie lo sabía y él jamás admitiría que su pasión secreta era la cocina. Disfrutaba de una bebida que compró en una máquina dispensadora que se encontraba en la esquina; a un par de cuadras de su hogar.

— ¡Pero qué-!

De la nada un fuerte golpe impactó en el pecho, las fundas cayeron al suelo y su deliciosa bebida se derramó sobre su recién adquirido y costoso sobretodo.

— ¡Di-discúlpeme! 

Llevó la mirada hacia abajo y se topó con una muchacha delgada, cabellera oscura usando un abrigo casi tan grande como el suyo; claramente dos o tres tallas demás. Se acuclilló para recoger las compras mientras la vergüenza aparecía en su pálido rostro. Chasqueó la lengua fastidiado por su torpeza. Se agachó para meter todo dentro de las fundas más rápido, pero cuando estuvo frente a ella, su nariz percibió un sutil olor de lilas en ella.

De un segundo a otro los latidos de su corazón sobresaltaron, se puso de pie invadido por una extraña prisa, arrugó la frente confundido.

Una vez terminó de meter todo en las fundas, se levantó y se las extendió. Entonces él pudo apreciar unas grandes y blancas pupilas y el aroma de lilas continuó aumentando sus latidos con una extraña nostalgia y desesperación. Ella abrió el bolso y sacó varios billetes de un pequeño monedero en forma de sapo.

— Esto... esto es para la lavandería.

Sabía que le estaba hablando, pero no era capaz de responder o de apartar los ojos de ella.

  — Acepte, por favor.

Sus ojos estaban fijos en los suyos. Demostraba una infinita confusión y un atisbo de alegría emergía del corazón. Ella continuaba abochornada por su descuido, bajó la mirada para observar la hora en su reloj. — Oh...— murmuró. Acomodó su bolso y tomó la mano de él para depositar los billetes. — Por favor. — dijo—  No me sentiría bien si... si no acepta el pago por un error mío. Si me disculpa. —Hizo una reverencia rápida y prosiguió su camino con la misma prisa que la hizo estrellarse al dar la vuelta.

Anhelo de mi nuevo corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora