"El día en que me enamoré de ti"

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La madrugada de octubre era fría y lluviosa cuando un taxi, viejo y molestamente ruidoso, aparcó frente a un descuidado edificio donde seguramente vivía la escoria de la ciudad. El chofer, curioso por la obsesión de su pasajero en cubrirse cada milímetro de piel incluyendo el rostro, giró una última vez para recibir su paga por el trayecto con la vaga esperanza de develar algún misterio interesante.

-Amigo, yo en tu lugar no trataría de ver el rostro de un criminal como yo- habló el hombre mientras descendía del auto- Siga su camino y no voltee más o estará metido en serios apuros...

Aunque aquel sujeto dijo todo con un extraño humor, el taxista intuyó que no era la clase de tipos con los que podías bromear. Deseándole buena noche, el hombre avanzó hasta ser devorado por las interminables calles de Nueva York.

Por su parte, el exótico pasajero emuló un arma con la mano que apuntaba al taxi mientras repetía con gracia "¡bang, bang!". Soplando por encima de su dedo índice, giró sobre sus talones e ingresó al silencioso edificio. Aunque a su parecer la noche no era tan fría, un algo le hizo estremecerse y guardar las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero hasta que llegó al apartamento número setenta y cinco. Sintiéndose repentinamente agotado por el viaje, sacó sus manos de los bolsillos y las colocó en su nuca, frotándola con cansancio.

-¡Debo dejar de aceptar esta clase de misiones!- se reprochó para luego dar un gran bostezo

Imaginándose muy pronto en el calor de una verdadera cama, sacó su llave y apenas haciendo un click, la puerta cedió sin mucho esfuerzo. Hogar dulce hogar, ¿no?. Como era costumbre suya cada que llegaba al lugar, empezó a deshacerse de los guantes y chaquetas con excepción del pasamontañas que hacía imposible reconocerle el rostro; éste último sólo lo levantó un poco para descubrir su boca. Acto seguido, se dirigió al refrigerador con la esperanza de encontrar un poco de leche fresca.

Gracias a que el pasamontañas estaba levantado, se pudo apreciar la mueca de decepción al notar que efectivamente se había acabado aquel líquido vital para ayudarle a conciliar el sueño.

No sintiendo deseos de volver a salir, se encogió de hombros y cerró la nevera. Tal vez empezaba a ser hora de que aprendiera a conciliar el sueño sin la ayuda de un poco de leche. Silbando con aire despreocupado, caminó hacia su habitación pero fue entonces cuando se percató de una suave respiración. Poniendo en alerta sus sentidos, el hombre extrajo su arma del cinturón y apuntó silenciosamente al interior del cuarto a la espera del primer movimiento de quien fuera que estuviera ahí... Silencio y nuevamente esa respiración suave y regulada. Alguien dormía en su cama al parecer. Conteniendo la respiración, avanzó unos pasos hasta que los tenues rayos de luna alumbraron al misterioso intruso: un joven castaño que dormía plácidamente abrazando a un unicornio de felpa.

-¡Joder, Peter!- masculló el hombre con alivio, devolviendo el arma a su lugar

Retirándose el pasamontañas, Wade Wilson -mejor conocido como Dead Pool- se frotó el rostro con una de sus manos, ¿por qué permitía que un crío durmiera en su cama aferrando a su unicornio predilecto con tanta desfachatez? Sentándose el borde la cama, sonrió con ironía. Era verdad. Le permitía eso y más por una sencilla y a la vez complicada razón: se había enamorado de Peter Parker, un ratón de biblioteca que tenía la costumbre de salvar a las personas bajo el seudónimo de "Hombre Araña".

Mirando por encima de su hombro, contempló al muchacho que dormía con entera confianza en la habitación de un peligroso mercenario como él. Aquel contraste que repentinamente notó le hizo preguntarse cómo es que él, un ex militar que rara a la vez podía conciliar el sueño a causa del recuerdo de los horrores que había cometido en el pasado, se había enamorado de un encantador e inocente muchachillo.

El día en que me enamoré de ti [SpideyPool]Where stories live. Discover now