Capítulo 45. Hasta siempre.

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Alexandra

Exámenes, exámenes, más exámenes y David.

En eso se ha resumido básicamente mi vida en estas dos últimas semanas. Me paso los días perdida entre letras por temas de estudios, cosa que por suerte consigue distraerme de todo pensamiento. No he salido de casa, bueno sí; solamente he salido para ir a la facultad a realizar mis últimos exámenes. Y le he visto, he visto a David. Le he visto con su grupo de amigos. Le he visto sonreír. Le he visto feliz, sin mí y me alegro de ello. No he podido evitar verle, los dos vamos a la misma facultad y tarde o temprano acabaríamos encontrándonos. Como cada veinticuatro horas me encuentro encerrada en mi habitación, recargada contra el cabecero de la cama y con las piernas flexionadas manteniendo un libro sobre mi regazo. Mojando con la lengua la punta de mi dedo índice paso página. En mi escaso tiempo libre aprovecho para leer alguna que otra novela. Últimamente escojo al azar las novelas que leo. Me pongo frente a la estantería y acabo seleccionándola con el dedo índice. Eso es lo que pasa cuando alguien no tiene dinero para comprar libros nuevos, toca releer los que ya tienes. Estoy sumergida en la historia de estos dos protagonistas que se odian a momentos pero que se aman en silencio. Los dos son consciente de ello, y aunque no lo dicen; terminan demostrándolo con sus actos. Ambos son polos opuestos, y los polos opuestos se atraen. Los personajes son tan distintos, pero a la vez tienen características y pensamientos tan iguales que sus personalidades en más de una ocasión chocan, terminando por provocar mil discusiones.

Cierro el libro de sopetón sin poner de por medio el marca páginas que suelo utilizar. No me gusta eso de doblar las esquinas de las hojas para marcar la página exacta en la que estoy, y tampoco me he quedado con el número de la página exacta por la que iba leyendo. No puedo hacer nada sin que me recuerde a él. Todo lo que leo, todo lo que pienso y todo lo que veo me recuerda a él, y ahora mismo esos dos personajes me recuerdan a nosotros. Ese "¡Te odio!" que acabo de leer por parte del protagonista me recuerda al grito que él me dio, el cual acabó por destrozarme. Los ojos comienzan a escocerme un poco al recordarlo, y me obligo a frotarme estos mismos con las manos antes de que las lágrimas salgan a borbotones sin control. No quiero llorar. No pienso llorar. No cuando me he pasado las noches en vela haciéndolo sin que nadie me viera. Pero ya es demasiado tarde, puedo degustar el sabor salado de mis lágrimas. Creí que David sería algo pasajero. Creí que no le echaría tanto de menos. Creí tantas cosas que incluso llegué a creer que no terminaría enamorada hasta las trancas de alguien como él. Me siento tan estúpida por confiar en David... No iba tan borracha como para imaginar cosas que no son. Sé lo que vi en aquella habitación.

Unos golpes en la puerta de mi habitación hacen que me sobresalte sobre la cama un poco asustada. Retiro con delicadeza y rapidez las escasas lágrimas que han escapado sin mi permiso y que ahora corren por mis mejillas. Una vez que las seco, intento forzar una sonrisa tratando de aparentar normalidad.

—¡Pasa! —grito.

Cuando la puerta se abre, Gonzalo aparece tras la puerta. Miro el reloj que tengo sobre la mesilla de noche, y por la hora que es deduzco que acaba de llegar de la universidad.

—¿Cómo vas? —pregunta sentándose a mi lado.

Inclinándose hacia mí deja un beso cariñoso en mi mejilla izquierda, mientras que yo le contesto a la pregunta con un pequeño teatrillo improvisado. Llevándome las manos a la cabeza me dejo caer hacia atrás haciendo más dramática la situación. Gonzalo me mira sonriente y yo doy un enorme suspiro volviéndome a incorporar.

—Creo que voy bien —respondo encogiéndome de hombros—. Solo me queda el examen de mañana y... ¡Por fin seré libre! —exclamo con un entusiasmo medio fallido dando palmas.

La primera vez con mi peor enemiga.©Where stories live. Discover now