La cabra negra y el lobo

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Una vez existió un hombre llamado el Caballero de la Madera. No era, por supuesto, un caballero, ni tampoco estaba hecho de madera. Era un leñador que se pasaba todo el dia en los bosques talando, cortante, serrando. Se entretenía tallando espadas y lanzas de madera para que los niños de la aldea jugaran a ser valientes caballeros. Hasta que un dia, un tonto niño, enojado, le perforó la panza a su amiguito. El otro niño murió y las familias entraron en un gran conflicto. Pasó que alguien acusó al Caballero de la Madera quien se sintió tan mal que prometió no volver a tallar un arma con la madera. Los padres querían muerto al Caballero, pero éste, temiendo por su vida, escogió el exilio.

Partió una mañana al bosque, sin decirle a nadie. Y caminó por nueve días entre los espesos árboles. Acampaba bajo las estrellas y soñaba que estaba hecho de madera. Fina, reluciente y elegante.

Una noche, mientras caminaba hacia su campamento, se topó con una cabra negra como el carbón, con ojos azules y tres largos cuernos de ébano. El Caballero se quedó de piedra cuando la cabre le habló. Le dijo que ella gustaba de pasear por aquel claro por la noches, pues era el único sitio seguro que conocía. Tenía miedo de salir de noche, pero que aquella vez lo hizo al sentir la presencia del Caballero de la Madera.

El caballero, admirado por aquella rareza, entabló conversación con la cabra de tres cuernos. Entonces la cabra le contó que por la noches un lobo solía perseguirla, intentando comersela. El lobo era malo, feroz y despiadado. Entonces la cabra le pidió al caballero que lo matara. Le dijo que fabricara una lanza con madera de nogal y que la usara para que la terrible bestia la dejara tranquila.

El Caballero de Madera, noble de corazón, no soportó la idea de que un lobo matara a una criatura tan excepcional. Fabricó una lanza con madera de nogal y se internó en el bosque para matar a lobo.

Viajo otros nueve días hasta que le encontró. Pero se dio cuenta que la cabra no fue honesta. No le dijo que era en realidad una loba, y una muy hermosa. De blanco pelajo y ojos amarillos. Una madre con tres cachorros blancos como ella, como pequeñas nubes con patitas.

La loba, temerosa por sus cachorros, salió al encuentro del caballero. Ofreciendo el pecho le dijo que la matara, pero que por favor no matase a sus cachorritos. El Caballero, apesumbrado por la vileza que sería matar a tan magnifica bestia, le dijo que no la mataría sí a cambio dejaba en paz a la cabra negra.

Pero la loba le explicó que no podía ser de ese modo. Ella quería a la cabra por su cornamenta. Queria darle los tres cuernos de la cabra a sus tres hijos para que estos tuvieran como defenderse pues la naturaleza, caprichosa, no les obsequió colmillos.

Entonces el Caballero de Madera tuvo una idea y de su lanza de nogal fabricó tres juegos de afilados dientes para los cachorritos. La loba, impresionada y conmovida, juró que no volvería a perseguir a la cabra negra.

Cuando el caballero regresó a su campamento, encontró a la cabra negra esperandole. Sus ojos azules le miraban con fijeza. Se rió como loca cuando el caballero le dijo que la loba no volvería a molestarla y se fue dando saltitos al bosque. El caballero de madera no la volvió a ver luego de eso.

Un día, mientras caminaba a orillas de un rio, se tropezó con un curioso objeto: una calavera con tres cuernos. Asustado, se dio cuenta que perteneciá a la cabra negra. La examinó de cerca y encontró muchos dientitos de madera clavados en el hueso. Comprendió lo que había pasado.

La maleza hizo ruido a sus espaldas y la loba blanca emergió, seguida de tres lobos blancos, tan grandes como ella. Eran sus hijos. El caballero se sintió sobrecogido por el tamaño de aquellas bestias a las que recordaba como pequeñas nubecitas con patas. La loba le dijo que fueron sus hijos quienes dieron caza a la cabra. Y que cuando comieron su carne, estos se volvieron grandes y robustos, sus dientes de madera se calleron y en su lugar nacieron sendos comillos de ébano.

El caballero dejó en el suelo su lanza, y se sentó a la orilla del río. La madre lobo se sentó junto a él. Nadie dijo nada por largo rato. Pero luego el caballero le recordó la promesa que le había hecho ella sobre dejar en paz a la cabra. La loba sacudió la cabeza. Fueron sus hijos, no ella. Una trata, una verdad a medias.

Los tres lobos, grandes como nubes de tormenta, se sentaron alrededor del caballero de madera y juraron que le protegerían de las mentiras de las cabras negras. Que saltan y engañan, que traicioaban y mataban. El caballero levantó la calavera de la cabra negra justo antes de que está comenzara a reir con fuerza, con locura. Espantado la arrojó a las aguas del rio que la llevaron lejos, más allá del valle.

Entre los arbustos, varios ojos de cuencas vacías le observaban.

El caballero de la maderaWhere stories live. Discover now