Capítulo 54. Con una condición

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Oie, ¿se ha subido?

David

—Alex —la llamo.

Como siempre veo la camilla nada más entrar en la habitación. Ella se mantiene con los ojos cerrados. Está completamente dormida. Su pecho sube y baja con mucha lentitud, lo que significa que su respiración es pausada. Inspira, espira... En estos últimos días Alex ha tenido unos dolores muy fuertes, no le han dejado descansar, pero lo peor de todo es que ha tenido una gran dificultad para respirar por sí misma. Son varias las veces que ha necesitado la ayuda de oxígeno para poder respirar, tal y como la está necesitando ahora.

—Alex —la vuelvo a llamar.

Le doy leves golpecitos en la mejilla tratando de llamar su atención, tratando de hacer que abra los ojos y espabile un poco. En cambio, ella gruñe en modo de respuesta para que la deje en paz, para que la deje descansar tranquila y para que no siga molestándola mientras descansa. Entiendo a la perfección que lo último que quiere ahora es a alguien que no pare de molestarla.

—Tengo que volver a casa, estaré fuera un par de días —le comento—. Intenta estar bien, ¿vale?

Vuelvo más que nada porque mis padres están preocupados por mí. No entienden que hago aún aquí cuando debería de haber vuelto hace un mes para poder disfrutar de mis vacaciones. No les he contado nada de lo que está pasando, solo he estado inventando excusas y más excusas. He inventado tantas que mi imaginación ya no da para más.

—Sí... —susurra.

Su voz es tan apagada...

—Prométemelo —le pido con la voz quebrada.

No puedo verla así. Tan débil, tal frágil... Mis ojos se encharcan en lágrimas de solo pensar que puede pasar algo en cuanto yo me vaya.

—Sí... —afirma.

—¿Sí qué?

—Sí, te... Te lo prometo —acaba por decir.

No me siento capaz de irme y dejarla aquí, pero lo hago con el corazón encogido. Abandono su habitación después de un largo rato pensando que hacer, después de pasar mis últimos minutos con ella, y más tarde abandono el Hospital. Llamé a mamá antes de echarme a conducir. No quiero que se preocupe pensando porqué no la llamo, ni mucho menos que me vuelva a reñir como la otra vez hizo. Conduzco con precaución, intentando pensar que todo va a estar bien en los días que yo no esté. Intentando pensar en cómo decirle a mis padres que mi ahora no-novia está enferma con cáncer y que por eso he tardado un mes más en volver a casa. Pienso, pienso y pienso. Todo lo que se me viene a la cabeza son pensamientos negativos. Es como si lo único que viese es un punto en concreto, como si mirase a través de un tubo y solo tuviese la visión de una sola cosa al final de este. No logro divisar que hay a los lados, ni detrás, solo lo que tengo delante y nada más. La cabeza me comienza a dar punzadas. Más y más cosas negativas de lo que pueda suceder me vienen, y me obligo a parar en la primera gasolinera que se interpone en mi camino. Estaciono en el primer hueco que encuentro, junto a un coche de alta gama de color negro y con unas llantas de escándalo. El coche consigue distraerme, es una pasada. Quien sea el dueño debe de tener un pastón, aunque yo no me puedo quejar del coche que me regalaron mis padres. Mi coche es como un hijo para mí. Apago el motor, me estiro y salgo a tomar el aire apoyado contra el capó de mi coche. El estómago me ruge cuando pasan unos minutos, así que decido entrar en la tienda a comprar algo que llevarme a la boca mientras descanso. Me hago con un par de bolsas de patatas, un par de coca colas con las que quitarme el sueño y un paquete de chicles con el que refrescarme la boca. Detrás de mí hay un tipo alto y moreno, puedo ver gran parte de su piel tatuada. Siempre me han llamado mucho la atención los tatuajes, pero no tanto esa pequeña agujita con la que te lo hacen. Me da un escalofrío de solo pensar en la aguja inyectando tinta en mi piel, creo que yo acabaría desmayándome mientras me lo estuviesen haciendo. Un tatuaje... Por mucho que me guste la idea que se me está pasando por la cabeza ahora mismo no lo voy a hacer. Sacudo esta de lado a lado para alejar mis pensamientos, y sigo mirando al chico que tengo detrás. Este me recuerda un montón al tipo, del que ya no recuerdo su nombre, que fue mi abogado cuando según aquel agente había montado un "escándalo público" solo por patear su maldito coche.

La primera vez con mi peor enemiga.©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu